15 may 2010

FELIPE GONZÁLEZ, ¡QUÉ ACTORAZO!

Felipe González Márquez de nuevo en candelero. Según dice la prensa, preside un grupo de expertos o de sabios llamado «Grupo de reflexión», formado en el seno de la Unión Europea, que, al parecer, ha eleborado un documento en el que se dice a los gobiernos de la UE cómo hay que hacer las cosas para salir de la crisis y para no caer en el futuro en otra como la que padecemos ahora. Y por esa vuelta a la actualidad le entrevistó en la tele hace unos días Iñaki Gabilondo. Fue un espectáculo. Yo creo que la entrevista duró unos 45 minutos, de los que el entrevistado ocupó, más o menos, 43. ¡Qué locuacidad! ¡Qué fuerza expresiva! ¡Qué pico!... ¡Qué cara!

Tengo que reconocer que le tengo manía a este tipo. Mientras gobernó en España, apoyado por una amplia mayoría parlamentaria, se produjeron, posiblemente, las más vergonzosas, ignominiosas, irritantes, asquerosas... prácticas corruptas entre los gestores públicos durante nuestra democracia (no sé si lo del Gürtel lo superará), de lo cual él, como presidente del gobierno, fue el principal responsable, por no decir culpable. Esto por un lado, porque, por otro, durante su mandato se llevaron a cabo criminales y chapuceras acciones de «guerra sucia» contra el terrorismo de ETA que, aparte del daño causado en las víctimas que lo sufrieron (alguna no tenía nada que ver con la banda), su mayor efecto fue la debilitación del concepto «estado de derecho» en nuestro país y, consiguientemente (como antes le gustaba decir), fortaleció moralmente a los propios terroristas y encorajinó y radicalizó, aún más, al colectivo social que lo apoyaba. No digo que el gobierno que presidió este sujeto no hiciera alguna cosa bien, ¡sólo faltaba eso!, pero, por muchas cosas buenas que se le pudieran atribuir como jefe de gobierno, no podrían compensar sus graves pecados políticos. ¡Ni de lejos!

Después del gobierno de este menda, el PSOE no ha vuelto a utilizar el eslogan que, antes de las tropelías que se cometieron durante su mandato, este partido exhibía y proclamaba con orgullo: «PSOE, 100 años de honradez». El tío se lo cargó para siempre. Y se cargó el partido; y fue el culpable de que la izquierda se viera obligada, por la fuerza de los votos, a ceder el poder a la derecha de Aznar. Todo esto, para mí, imperdonable.

Afortunadamente y como de tonto no tiene ni un pelo, tras dejar el poder y abandonar la dirección del partido, el sujeto optó por desaparecer de la vida pública y, por tanto, de los medios de comunicación, ¡menos mal! Pero, a la vuelta de algunos años, cuando, supongo, él consideró que la sociedad ya se había olvidado de las tropelías y del expolio, o que el recuerdo de su gobernanza (como le gusta decir ahora) empezó a difuminarse, en parte gracias a las delirantes actuaciones de su sucesor en el gobierno, Aznar (especialmente en los dos años finales de su mandato), el tipejo empezó a asomar el morro de nuevo en los medios.

Y así, poco a poco, por uno u otro motivo, el fulero este ha vuelto a la palestra. Ahora como presidente del «Grupo de reflexión o Consejo de Expertos» de la Unión Europea, ¡échale! En la entrevista que he mencionado, en la que este piante no calló, lo único que le entendí es que parece que está disgustado por ¡la falta de control! que se ejerce sobre las entidades financieras; también me pareció entender que de su verbo fluido, afectado y señorial salían consejos o sugerencias sobre la necesidad de ¡regular y vigilar! no sé qué aspectos de la actividad económica. Y lo dijo sin ruborizarse, con su desparpajo natural y habitual. Desde luego, estoy de acuerdo con que a los bancos y cajas hay que apretarles y, desde luego, impedir la «alegría» con la que actúan sus gestores de inversiones, ¡si lo sabré yo!, pero que éste hable de «control», de «regular» y de «vigilar» es para llorar. ¡Qué desvergüenza!

Parecerá incorrecto que hable con esta imprecisión sobre lo que dijo el interfecto, pero, en mi descargo, tengo que decir que entenderle no está al alcance de cualquiera. Mira que puse atención a lo que decía (sólo descuidada cada vez que, como no tenía a nadie cerca, le lanzaba, en pugna con la acción catódica, imprecaciones e improperios en voz alta al entrevistado), pues no había manera de seguirle; yo no seré muy listo, pero tonto-tonto tampoco, así que lo que creo es que el pollo, aunque habla mucho, dice poco o nada, y, además, de forma muy rara y rebuscada. Se conoce que, habituado a su círculo de expertos, habla en unas claves intelectuales a las que sólo alcanzan unos pocos, los expertos. Será eso.


Ahora bien, debo reconocer que le vi pletórico como comediante o actor: pronunciando frases redondas, repletas de palabras bien dichas y perfectamente enlazadas que coordina a la perfección con gesticulación elegante, sobria y convincente; pausas controladas, expresivos movimientos de cabeza y de ojos, gestos enfáticos, manos acompasantes, asintiendo y negando con convicción, en fin... Como gobernante, una calamidad, pero ¡qué tablas! ¡Qué actorazo se ha perdido el arte dramático español! Desde luego, si se hubiera dedicado a vender crecepelos se habría forrado... también.