23 jul 2019

LO TIENES A HUEVO, PABLO

Entre ayer y hoy (por la mañana), el Congreso de Diputados ha vivido una experiencia inédita en nuestra democracia: una sesión de investidura con muy incierto resultado (por esto es inédita), del que podría ser el próximo Presidente de Gobierno tras las elecciones generales del pasado 28 de abril. Como es sabido, las elecciones las ganó el PSOE con una mayoría minoritaria de 123 diputados (para la mayoría absoluta se necesitaban 176), o sea, las ganó con un número de diputados electos equivalente a la suma de los dos partidos de la derecha (PP y Ciudadanos). Pero, computando los otros dos partidos nacionales de los extremos (Vox, en la derecha, y Podemos, en la izquierda), y aunque la izquierda consiguió más diputados que la derecha, ninguno de los dos bloques alcanzó la mayoría necesaria. Por eso, el candidato más votado (con diferencia) Pedro Sánchez, del PSOE, no tenía asegurada su investidura como Presidente del Gobierno. Necesitaba apoyos y, por consiguiente, pactos con otras fuerzas políticas. Por eso, la investidura se presentaba interesante; no me ha defraudado.

Tras haber seguido la sesión en la tele he escuchado los consabidos comentarios de los "expertos" comentaristas o contertulios de los programas que se nutren de estos acontecimientos para justificar su existencia. A mí me parece que en ellos se dicen muchas obviedades y bastantes tonterías. Así que me he puesto a pensar en qué diría yo si un periodista me preguntara mi opinión sobre lo que he visto. Le diría lo siguiente.

En primer lugar, hablaría del candidato, Pedro Sánchez. Creo que, en general y con altibajos, ha estado bien. No hay duda de que es un buen parlamentario; o sea, tiene buen pico. Y hay que reconocer que no tiene que ser fácil aguantar lo que ha aguantado, porque todos han aprovechado para zurrarle de lo lindo, con la excepción del único diputado del Partido Regionalista de Cantabria, que se ha comprometido claramente a darle su voto. Pero, aparte de los de su  propio partido, ha sido el único. Todos los demás, incluso los que podrían representar las tendencias políticas más cercanas, han estado inmisericordes con el bueno de Sánchez; ya digo, le han dado hasta en el carné de identidad. Pero Sánchez ha aguantado bien y ha mostrado, como correspondía, su mejor cara. Por tanto, creo que ha cumplido muy bien con el papel que le tocaba: aguantar las diatribas de los demás, ofrecerse como candidato y solicitar apoyo, que en casi todos los casos se ha limitado a pedir la abstención (que le podría valer en la sesión del próximo jueves en la que solo se requiere mayoría simple).  Si tuviera que calificarle, daría una buena nota a Sánchez.

En lo puramente parlamentario, es decir, en lo superficial, daría el primer premio a Pablo Iglesias (Podemos); diría otra cosa muy distinta si me tuviera que referir al contenido de su discurso. Aunque desde hace algún tiempo su actitud política, a mi entender, deja mucho que desear, debo reconocer que hoy —como parlamentario, insisto—,  ha estado superior. Largando es un fenómeno; le ha puesto en más de un aprieto a Sánchez, y, como veía que el candidato se mostraba renuente a aceptar las condiciones del ofrecimiento de Unidas Podemos para formar un gobierno de coalición,  ha culminado su intervención espetando al candidato una amenazadora advertencia: "Sr Sánchez, si en esta ocasión no resulta investido, nunca llegará a ser Presidente del Gobierno". ¿Cómo lo habrá tomado Sánchez?

De Albert Rivera, que también ha demostrado, una vez más, tener buen pico, solo puedo decir que tiene muy mala hostia... además, con muy mal estilo. Realmente se ha convertido en un político desagradable. Con lo bien que me caía... Creo que sus últimos éxitos electorales se le han subido a la cabeza y se ha agilipollado. Pero que ande con cuidado. Es evidente que ha sobrepasado su nivel de incompetencia, por lo que a partir de ahora y si no cambia me temo que va a entrar en una tendencia descendente que, además, arrastrará a sus incondicionales, entre ellos a la inefable Arrimadas, que también ha sufrido una agilipollización preocupante. De un tiempo a esta parte  (y hoy tras finalizar la sesión) la veo repitiendo, cual lorito resabiado, las proclamas descalificadoras de su jefe Rivera. Viéndolos a los dos, juntitos en sus escaños contiguos, hablándose, tocándose, sonriéndose y evidenciando complicidad cariñosa, le hace a uno pensar si no habrá entre ellos algo más que la obvia relación como jefes de su partido, porque, si no, no se entiende el cambio en esta mujer. Ya me gustaría saber qué piensa de esto Malú.  

Sobre Santiago Abascal, que debutaba en el Parlamente, solo puedo decir que ha estado en su papel de vocero de la extrema derecha. Acojona un poco. En esta sesión no ha sido determinante, pero me temo que, con el tiempo, su partido consiga más diputados y que, como en otros países europeos,  pueda llegar a serlo. 

Y, concluyendo el repaso a los "cinco magníficos" del panorama político nacional, debo referirme a Pablo Casado. Lo he dejado para el final porque sobre él quiero decir mi "ocurrencia", que creo que puede ser lo más sustantivo de este escrito. Decir que es un muy buen parlamentario no es nada original. Un piquito de oro, es el chaval. Lo malo es que habla mucho y bien, pero dice poco. Es lo que ha hecho en su intervención. Pero podría mejorar sustancialmente su participación en el acto político que me ocupa si hace lo que diré a continuación.

Hoy mismo, antes de que acabe la jornada, debería hacer unas declaraciones a la prensa anunciando que, "a la vista de cómo ha transcurrido la sesión de investidura; de que el candidato no ha tenido, prácticamente, ninguna adhesión a su candidatura; de que, por tanto, la indeseable repetición de las elecciones no resultaría conveniente para la sociedad española; y, lo peor, de que el candidato Sánchez, en su delirio por conseguir el poder, podría decantarse por prometer indeseables concesiones a los enemigos de España, o sea, a los comunistas y separatistas... Por todas estas cosas el Partido Popular, como principal partido de la oposición, en la votación del próximo jueves dará su apoyo al candidato Sánchez, mediante la abstención. Es un sacrificio que el PP hace ¡por España!". Más o menos así debería ser su declaración.

Aunque lo digo con algo (bastante) de coña, creo que es lo mejor que podría hacer el bueno de Pablo. Adornando el asunto y aleccionando a sus voceros habituales, podría quedar como un patriota de altura. Rivera, que no se lo espera, se retorcería de rabia.

Pero lo tendría que hacer hoy... y queda muy poco tiempo. ¡Venga, Pablo!