27 mar 2011

LOS INCONSISTENTES

Solemos utilizar el adjetivo inconsistente para referirnos a las personas que tras una apariencia de solidez intelectual adolecen de incapacidad resolutiva. Los inconsistentes resuelven poco y, por el contrario, suelen crear problemas.

La inconsistencia intelectual es una curiosa variante de la incompetencia. El rasgo más acusado del inconsistente es que lo disimula muy bien, por eso resulta más peligroso que el incompetente corriente, o sea, del que evidencia incompetencia. Éste, el incompetente corriente, da menos guerra, porque, una vez que se le tiene identificado, es difícil que acceda a posiciones protagonistas en las que su incompetencia resulte dañina para los demás; lo único que requiere es vigilancia para poder reaccionar ante los errores que, seguro, cometerá.

Pero el inconsistente, como he dicho, es más peligroso, porque, en su permanente actitud de camuflar su incompetencia y como no suele ser tonto y puede que tenga otro tipo de habilidades, puede conseguir dar el pego y acceder a niveles importantes del mundo empresarial, político o social. Y ahí está el peligro, porque, tras acceder a posiciones de poder, al inconsistente no le queda más remedio que seguir disimulando —ahora con más fuerza— su incompetencia resolutiva. Y, para esto, lo único que sabe hacer es proponer o sugerir medidas epatantes, con apariencia de innovadoras y atrevidas, preocupándose solo de que suenen bien ante los demás y sean aceptadas, pero sin detenerse en el análisis previo sobre su eficacia o viabilidad; para esto no está dotado. Su inconsistencia intelectual le impide realizar el necesario ejercicio imaginario para prever las consecuencias operativas o funcionales de sus propuestas o, mucho peor, decisiones. La nefasta «improvisación» es su arma favorita para salir, ulteriormente, de las situaciones problemáticas a las que lleva su incompetencia disimulada. 


Y el peligro del inconsistente no acaba ahí. Ya he dicho que no suele ser tonto y por eso sabe que, en posiciones de poder, no puede tener cerca gente avispada que pronto se dé cuenta de su incompetencia. Por eso procura rodearse de incompetentes como él o de personas de lealtad asegurada que aunque perciban su incompetencia la soporten disciplinada y estoicamente, llegando, incluso, a colaborar en la permanente tarea de disimular o camuflar la incompetencia del inconsistente. Si entre los que se rodea se repite la figura del inconsistente tendremos que de nuevo se reproduce el problema, por lo que la inconsistencia puede tener efectos multiplicadores en una estructura de gestión piramidal. La cosa es seria.

De lo dicho hasta ahora, resulta obvio que los inconsistentes que son hábiles y, por esto, alcanzan posiciones relevantes en la empresa o en la sociedad, es decir, que consiguen un protagonismo en la gestión, además de frívolos e incompetentes son impostores. Ocupan posiciones para las que no están dotados. Afortunadamente, tarde o temprano se descubre su impostura y son apeados de las posiciones que han ocupado indebidamente. Lo malo son las secuelas de su incompetente gestión.

Ahora que estoy acabando el post, he caído en la cuenta de que cuando lo he empezado a escribir tenía en la mente referencias de personas que me he encontrado en mi vida profesional, pero, a medida que he ido avanzando en la redacción, el espectro de referencias se ha ido achicando y concentrando en la figura de nuestro inefable ZP... ¡Joder!



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