20 ago 2009

GOLES SON AMORES...

En España, cada día, la prensa escrita y los medios audiovisuales dedican buen número de páginas y de horas, respectivamente, al fútbol, especialmente al profesional, es decir, al espectáculo futbolístico; por tanto, no parece un tema apropiado para un lugar como éste, en el que me he impuesto tratar de ser algo original. No obstante, como soy muy futbolero, acepto el reto de intentar decir algo nuevo sobre el llamado deporte rey.

Lo que quiero es aportar elementos de juicio muy sencillos, como se verá, para esa minoría que aún no se ha sumado a la corriente general de ciudadanos que se consideran que saben de fútbol (lo que, en la mayoría de los casos, no es verdad), para que con tales elementos puedan participar en mejores condiciones que los demás cuando, por propio interés o por verse condicionados por las circunstancias, se vean en la necesidad o conveniencia de opinar de fútbol. Acaba de dar comienzo la liga española, que se presenta apasionante, por lo que es seguro que dará mucho de qué hablar, y hay que tener en cuenta que en determinados ambientes o círculos, incluso en los que están teóricamente más distantes del mundo del fútbol, una demostración de que “también” se entiende de fútbol puede ser un eficaz recurso para ganar o consolidar prestigio o, al menos, para quedar bien. Por tanto, si se presenta la ocasión hay que estar preparado. Aquello de “Yo de fútbol no tengo ni idea” o “Es que a mí el fútbol no me interesa” son expresiones ñoñas que, si bien antes servían como demostrativas de altura o exquisitez intelectual, ya no se llevan; ahora prima ser “también”, lo repito, entendido en fútbol, para lo cual recomiendo tener muy en cuenta lo que sigue.

Lo primero que conviene saber es que dentro del variado espectro del mundo del fútbol (futbolistas, entrenadores, árbitros, directivos, etc.), el colectivo que ofrece más posibilidades de lucirse al opinar es el de los futbolistas. Al enjuiciar las aptitudes de éstos es cuando realmente se puede hacer demostración de conocimientos sobre el tema. Opinar sobre los entrenadores, árbitros y directivos es como más burdo, menos fino; queda para los forofos y, además, la opinión sobre estos colectivos no está exenta de riesgos, por lo que recomiendo evitarla. Por eso, si surge la discusión convendría desviarla con un contundente “No sé por qué os preocupan estos personajillos, lo importante en el fútbol son los futbolistas; éstos son realmente el fútbol. Los … (aquí el nombre del colectivo sobre el que se habla) son actores secundarios; no les concedamos tanta importancia”. No es necesario aprenderse la frase de memoria; con otra parecida que incluya las palabras destacadas en negrita, dicha, eso sí, con evidente aplomo, se puede conseguir el mismo efecto: acabar con la discusión y, a la vez, dejar constancia de que “se entiende “ de fútbol.

Pero opinar sobre los futbolistas resulta más complejo. Por eso ni entre los partidarios del equipo al que pertenecen se ponen de acuerdo. Aquí es donde realmente se pueden lucir los “que entienden” de fútbol. Exceptuando a los 3 ó 4 futbolistas sobre los que hay unanimidad en considerarlos como “cracks” o “monstruos” (es importante utilizar estos términos al referirse a ellos, porque es síntoma de que “se entiende”), opinar sobre los demás tiene cierta dificultad, debido a que entran en juego los subjetivismos y, ya se sabe, “sobre gustos no hay nada escrito” y “para gustos están los colores”. También es terreno propicio para el lucimiento de pretendidos especialistas, que, haciendo uso de una retórica sobre aparentes cuestiones técnicas que suenan a teorías sobre los fundamentos de la biofísica, pretenden impresionar a quienes les escuchan para llevarles al convencimiento de que su opinión es la de un gran entendido y, en consecuencia, la que debe prevalecer. Pero, como veremos, esta retórica, si quisiéramos, se podría fácilmente rebatir. Tras leer este artículo, cualquiera, aunque nunca haya visto, ni en la tele, un partido de fútbol, contará con un eficaz recurso para formar criterio, que le permitirá emitir un juicio atinado e incontrovertible sobre cualquier futbolista y echar por tierra, si se quiere, la verborrea vacua y sin fundamento de estos charlatanes que, hablando de fútbol, se exhiben en las tertulias de oficinas, bares y terrazas, especialmente los lunes, y en otros ambientes en frecuentes ocasiones.

Vayamos, por tanto, a la metodología para tener una opinión acertada sobre los futbolistas. La primera regla es saber identificar a los “cracks” o “monstruos”. Para ello no hay más que estar al tanto de la sección deportiva de los noticieros de la TV o de la radio, u ojear la primera plana de los periódicos, especialmente de los deportivos (que se puede hacer de reojo cuando se pase por delante de cualquier quiosco) y ver qué nombre aparece junto a una cifra que se encuentre entre los 60 y 100 millones de euros. Si además aparece la foto de un joven guaperas, ya no hay duda. Es cuestión de retener el nombre y, en cuanto se mencione en cualquier conversación, adelantarse y ser el primero en decir “Es un crack o “Es un monstruo”, a poder ser con gesto grave, como de pleno convencimiento. Con sólo eso, todos los presentes interiorizarán que el que lo haya dicho “se nota que sabe” de fútbol.

Para el resto de futbolistas el método es también muy sencillo. Hay que dejar hablar a los demás; si en la conversación hay varias personas –y, sobre todo, si son de los que se consideran “entendidos”- es muy posible que haya controversia, es decir, que el futbolista en cuestión a unos les parezca bueno o muy bueno y a otros no tanto o malo. Hay que dejar que los intervinientes agoten sus argumentos, y cuando parezca que la conversación decae, seguramente sin haber llegado a ningún acuerdo, o sea, cada uno manteniendo su postura de partida, hay que hacer la pregunta clave: ¿Por cierto, no recuerdo bien cuántos goles metió en la pasada liga? (al preguntar hay que expresar interés; ladear la cabeza y levantar una ceja ayuda). Seguro que alguno lo sabe y responderá la pregunta. La cifra que se dé en la respuesta es la clave del método.

Si la cifra sobrepasa el 14, no hay que dudarlo, un “A mí siempre me ha parecido buenííísssimo (enfatizando en esta última palabra) es lo apropiado. Si alguno de los interlocutores muestra reticencias y saca a relucir algún pero, hay que mantener lo dicho con seguridad, para lo que se puede apostillar, en un tono entre conmiserativo y doctoral, con un muy efectista “Convéncete, Fulanito (aquí el nombre del interlocutor), los que la meten son los realmente buenos”. Si se percibe alguna maliciosa sonrisa o alguien dice alguna sinsorguez en referencia al doble sentido de la frase, lo mejor es no hacer ni caso, son ganas de introducir un elemento perturbador en la conversación para tratar de echar por tierra la exhibición de conocimientos futbolísticos en proceso. En todo caso, si alguien trata de rebatir la opinión inicial con argumentos técnicos vagos e incomprensibles se pueden atajar haciendo uso de un infalible No, si tú serás como algunos madridistas despistados que elevaron al melenitas Redondo a los altares balompédicos después de estar 6 años en ¡el Madrid! y haber marcado sólo 2 goles”. Advierto de que este último recurso es mejor no emplearlo si en la conversación participan seguidores del Madrid, la cosa se puede liar, por lo que, en este caso, se puede utilizar una frase con el mismo sentido pero sin mencionar al futbolista (Redondo) ni al equipo; en cambio la frase, como está, resultará muy eficaz si no hay madridistas. De cualquier modo, los interlocutores quedarán impresionados y, desde luego, convencidos de la sapiencia futbolística del actuante.

Si la cifra está entre 9 y 14, lo correcto es decir “Este es un figura ¡joder! tiene mucha clase, no sé cómo no te gusta”, dirigiéndose al que sostenga que el futbolista enjuiciado no es bueno o que muestre más dudas sobre su calidad; la intensidad de la interjección dependerá de la cifra: cuanto más se acerque al 14 mayor intensidad. El interpelado acusará el golpe y tratará de defenderse balbuceando sus sinrazones. Si se le quiere machacar se le interrumpe con un tajante “Creéis que sabéis y lo único que hacéis es repetir lo que dicen los ignorantes periodistas deportivos. Hay que tener criterio propio, tío” (la utilización del plural en la primera parte es conveniente, dispersa la agresividad). Si no se quiere hacer sangre se puede zanjar la discusión con un conciliante “Mira, Fulanito, esto es opinable, así que respeto tu opinión, pero, hazme caso, meter (aquí el número de goles) sólo está al alcance de las figuras”. El interlocutor se aferrará al salvavidas dialéctico y se dará por satisfecho; incluso es muy probable que pretenda hacer uso de la última palabra diciendo algo así como “No, si tienes razón, pero es que…”, completando con alguna tontería o dejando inconclusa la frase. Sea como sea, lo mejor es aprovechar para cambiar de conversación; el objetivo ya se habrá conseguido: dejar evidente constancia de que “se entiende” de fútbol.

Si la cifra está entre 5 y 8, lo mejor es decir en tono comedido, pero firme: “Pues a mí me gusta mucho, que queréis que os diga; no es un fenómeno, pero es imprescindible”. Esto no vale para delanteros centro; hay que tener cuidado. Por tanto, si hay duda conviene asegurarse de que el futbolista del que se habla no juegue en tal posición. Para ello, previamente, hay que hacer la siguiente indagación: ¿Últimamente está jugando algo retrasado, no? Inmediatamente, el interlocutor más enteradillo dará la oportuna explicación, que es muy posible que resulte incomprensible para el profano al que ahora me dirijo, por lo que hay que estar atento a si pronuncia las expresiones “en punta” o “delantero” refiriéndose al cuestionado. Si son dichas, lo mejor, por prudencia, es no intervenir. Si no se escuchan las citadas expresiones o si la respuesta contiene algo así como “retrasado” o ”por detrás”, entonces sí, se puede hacer uso de la regla mencionada.

Cuando la cifra está comprendida entre 1 y 4, la opinión hay que darla precedida de un chasquido de la lengua y acompañarla con un gesto de preocupación contenida (un rítmico balanceo vertical de la cabeza aporta credibilidad): “Yo esperaba mucho más de este chico. Tiene buenas cualidades pero podía aportar más. Me ha defraudado un poco”. Si alguno de los interlocutores hace alguna alusión a que juega de defensa hay que reaccionar con rapidez diciendo algo parecido a “No, si ya te digo que me gusta, pero es que es de los que hay que exigirle más”. Si, por el contrario, la alusión es a que juega de delantero también hay que replicar rápidamente “Que sí, que sí, ya te digo que me ha defraudado”. A partir de aquí conviene seguir la corriente al que lleve la voz cantante. Todos ya se habrán percatado del acertado criterio del opinante que siga estas recomendaciones.

Por último, si la cifra es cero (pueden responder también “ninguno”) hay que poner cara de asquito y espetar un “¡Bah, no tienes ni puta idea!” (dependiendo del ambiente en que se esté se puede sustituir el adjetivo por “zorra” o, incluso, suprimirlo). Eso sí, hay que decir la frase mirando fijamente al que sostenga que es bueno o que le gusta el futbolista sobre el que se discute. En este caso hay que tener cuidado con que no se esté hablando de un portero; esto se deduce fácilmente si la respuesta ha sido “Pues ninguno, ¡mira éste!” o similar, dicha con un tonillo de suficiencia o cachondeo. Si éste es el caso, significa que se ha metido la pata; pero no hay que amilanarse, nadie se dará cuenta si, en lugar de opinar sobre el futbolista en cuestión, se dice con aire distraído y con la mirada en la lejanía, “Para guardametas (no utilizar “porteros”), los de antes… Iribar, Arconada, Zubi, Buyo… ¡aquéllos cancerberos eran un lujo!” Los interlocutores quedarán algo sorprendidos y confusos, lo que hay que aprovechar para cambiar de conversación o, mejor, para largarse si la situación lo permite.

Siguiendo estas pautas, como decía al principio, cualquiera puede pasar por entendido de fútbol, y su criterio, así expresado, se ajustará muchísimo más a la realidad que el de los que digan lo contrario. De esto no hay que tener la más mínima duda. Obviamente, como cualquier otra, la regla que se desprende de cuanto antecede puede tener su excepción, pero eso no la invalida. Por tanto, espero que nadie se tome a broma todo lo que he dicho; de verdad, no lo es.

Porque estoy convencido de que para enjuiciar o valorar con acierto a un jugador de fútbol sólo hay un dato objetivo en que basarse: el número de goles que mete. Lo demás es cuestión de gustos y ganas de hablar. Algún día desarrollaré más en serio los fundamentos técnicos en que me baso para afirmar esto, aunque supongo que, a estas alturas del artículo, el lector no tendrá la más mínima duda de que quien lo ha escrito es “un entendido”.

Ahora, deformando un poco el viejo refrán, sólo añadiré “GOLES SON AMORES, Y NO BUENAS RAZONES”

8 ago 2009

UNA HIPÓTESIS Y TRES PREGUNTAS

LA HIPÓTESIS

Imaginemos que, por fin, ETA renuncia a su actividad y se autodisuelve sin ninguna condición ni contrapartida política . Los efectos directos de este hipotético acontecimiento son fáciles de imaginar. El principal sería que todos los que actualmente se sienten más directamente amenazados podrían suprimir sus actuales medidas de seguridad (incluidos los escoltas) y pasarían a hacer una vida normal. Obviamente experimentarían un gran alivio. También sería un gran alivio para el conjunto de los ciudadanos, que verían cómo desaparecía uno de los problemas que más les ha angustiado en las últimas décadas y que ha sido el causante de acontecimientos muy dolorosos en la vida nacional. Sin entrar en otros efectos secundarios o indirectos (que hay muchos), se puede asegurar que la inmensa mayoría de la ciudadanía española -y especialmente la vasca- recibiría la noticia con gran satisfacción.

Obviamente, la desaparición de la banda llevaría consigo las lógicas negociaciones y presiones (opuestas) sobre qué hacer con sus miembros (presos o no) y cómo realizar la entrega de las armas. Pero sobre esto no me detengo porque no tiene importancia para lo que quiero comentar.

Sobre lo que sí quiero detenerme es sobre las consecuencias políticas y, más en concreto, en cómo afectaría o impactaría sobre lo que ha sido, según los terroristas, el principal objetivo de la actividad de ETA: la independencia o secesión del País Vasco o, dicho utilizando la terminología más actual de la banda y de sus próximos, de la construcción nacional de Euskal Herria. Porque con el fin de ETA está claro que no se pondría fin a ese objetivo, sino que tal reivindicación se mantendría, como en la actualidad, por todas las fuerzas políticas nacionalistas vascas. No olvidemos que el nacionalismo vasco es mucho más antiguo que ETA y el segmento social nacionalista también es mucho más extenso que el que en la actualidad se muestra afín a la banda terrorista. O sea, está claro que las reivindicaciones nacionalistas ni nacieron con ETA, ni han sido exclusividad de ETA ni acabarán con el fin de ETA.

Por tanto, lo que ahora me interesa en el ejercicio de futurología política en el que me dispongo a entrar es tratar de despejar las siguientes incógnitas: ¿cómo evolucionará el ambiente político de la sociedad vasca sin ETA? y ¿cómo evolucionará la reivindicación partidista nacionalista sin ETA? Éstas son las cuestiones a analizar en el supuesto de que se hiciese realidad la hipótesis presentada.

Evolución del ambiente político en la sociedad vasca.
Ciñéndonos a la Comunidad Autónoma Vasca, hay que constatar dos aspectos clave de la realidad sociopolítica actual :

-Por un lado, actualmente, aunque leve, ya hay una mayoría que, según los resultados electorales que se vienen dando en los últimos años, apoya con su voto (o absteniéndose) a los diferentes partidos nacionalistas (incluyendo al mundo Batasuna). Esto también se ha evidenciado en las elecciones autonómicas de 2009, aunque de ellas haya resultado un gobierno no nacionalista.

-Por otro, con el paréntesis del actual mandato de Patxi López, que, en mi opinión, no revalidaría en las siguientes elecciones  en caso de que se produjera la hipótesis de la autodisolución de ETA, es evidente que el nacionalismo gobernante ha manejado -y, si se diera la hipótesis comentada, es muy probable que volvería a manejar- los resortes de la educación de la inmensa mayoría de las nuevas generaciones, y, además, ha controlado –y, por lo dicho, volvería a controlar– buena parte de los medios de comunicación más influyentes en Euskadi. (Y es previsible que en un futuro sin ETA las cosas se mantendrían así durante muchos años).

A estas dos realidades que, por sí mismas, ya son elementos de ventaja para el desarrollo de la hegemonía nacionalista, habría que añadir que la hipotética desaparición de ETA despojaría al nacionalismo de la perversión que, para un sector social, representa la coincidencia con ETA en sus objetivos políticos. Por tanto, en este hipotético escenario y con este nuevo ambiente hay muchas probabilidades de que la gran mayoría de las nuevas generaciones de votantes que, gradualmente, se vayan incorporando al censo electoral simpaticen y opten por las diversas opciones políticas del nacionalismo. A la vez y por ley de vida, irá desapareciendo del censo electoral el sector más viejo de la población, en el que, aplicando las cuotas actuales, digamos que el voto se reparte al 50 por ciento entre nacionalistas y no nacionalistas. O sea, es muy probable que las nuevas entradas al censo sean de mayoría nacionalista y las salidas equilibradas.

Quiere esto decir que el nacionalismo, además de partir con ventaja, tiene muchas posibilidades de, sin la presencia de ETA, seguir creciendo en la sociedad vasca. No hay que olvidar que ser nacionalista, además de ser gratis, supone estar a favor de corriente, y, además, de una corriente que, actualmente y casi con seguridad en un futuro próximo, tiene prestigio. En Euskadi resulta mucho más cómodo y está mejor visto ser nacionalista que no serlo, por lo que, para muchos, aunque no estén muy convencidos, lo de ser o mostrarse nacionalista es una aplicación práctica de la moraleja del viejo refrán “¿Dónde va Vicente...?”

También, las tensiones que seguro habrá en relación con el proceso de excarcelación de los presos, que podría rondar los 10 años, puede que favorezca la causa nacionalista, por una lógica reacción social solidaria con los presos vascos, a los que los voceros interesados mostrarían a los ciudadanos de Euskadi, si no como mártires, sí como “rehenes de la cicatería estatal y de la intransigencia del españolismo reaccionario”.

Por tanto, reitero que sin ETA es previsible que en los próximos años el ambiente político-social sea, por sí mismo, favorable para un incremento de la diferencia de la mayoría nacionalista en Euskadi con relación a las fuerzas políticas no nacionalistas.

Evolución de la reivindicación partidista nacionalista
Es lógico que el nacionalismo moderado, que hasta 2009 ha ostentado el poder en la CAV, pretenda recuperarlo y mantenerse en él. Y para esto va a tener dos frentes políticos: por un lado, los dos partidos de ámbito estatal, PSOE y PP, y, por otro, los partidos nacionalistas más radicales, o sea, el actual mundo de Batasuna (que en la situación hipotética sin ETA serán legales y actuarán en política como las demás fuerzas).

Frente a los primeros, la estrategia política del nacionalismo moderado no podrá variar mucho de la actual, porque la ideología que lo sustenta es la que es y no puede variar, y, además, hasta ahora (con el paréntesis de las elecciones de 2009) le ha dado excelentes resultados. Además, como antes decía, al estar despojados de la perversión que supone su coincidencia en los fines con el terrorismo actual, el nacionalismo verá reforzada su legitimidad en la confrontación con el PSOE y PP, que ya no podrán argumentar en su contra lo de la “ambigüedad" ni imputarle lo de la "equidistancia". Por tanto, es comprensible y plausible que, en los próximos años, los actuales partidos nacionalistas moderados mantengan su estrategia reivindicativa de los postulados nacionalistas que, a la postre, tienen su objetivo natural en la soberanía.

Frente a los segundos, mundo de Batasuna, sin ETA el nacionalismo moderado lo va a tener más difícil, ya que al tener objetivos coincidentes en lo fundamental (el soberanismo) y no poder distinguirse en los medios para alcanzarlos (no existe ETA y, por tanto, no hay apoyo al terrorismo) podría perder los votos de los sectores más izquierdistas en lo social y más radicales en lo nacionalista. Para contrarrestar este riesgo no es probable que el nacionalismo moderado se escore a la izquierda, porque podría perder su importante flanco derecho, pero si es muy probable que acentúe su política reivindicativa soberanista para, al menos, no perder al citado sector más radical nacionalista. Y no hay que olvidar que, al acentuar estas reivindicaciones, el nacionalismo moderado no estaría haciendo nada extraño, sino únicamente intensificar su acción política en la línea que le marcan sus fundamentos y su razón de ser.

En cuanto al nacionalismo radical, me parece que la desaparición de ETA no puede suponerle, políticamente, ningún perjuicio. Sus objetivos políticos se mantendrán intactos, soberanía y socialismo (o al revés), por lo que, además de poder participar con normalidad en política, como poco podrá mantener su actual parroquia y es muy probable que la aumente con la incorporación de quienes, aun simpatizando con su ideología, ahora repudian su apoyo a la violencia. De lo que no hay duda, es de que mantendrán o, incluso, intensificarán sus reivindicaciones soberanistas, en las que, seguro, incluirán el argumento de la desaparición de ETA como positivo para su causa.

Por tanto, como conclusión de este apartado podría decirse que, sin ETA, se intensificarán las reivindicaciones nacionalistas de los partidos de esta ideología, tanto por parte del nacionalismo moderado como por la del radical.

Euskadi, sin ETA, a 12 años vista.
Resumiendo lo dicho hasta ahora, tenemos que, por un lado, el ambiente social, por sí mismo, muestra una disposición favorable para un crecimiento vegetativo del apoyo ciudadano a los partidos nacionalistas, y, por otro, que éstos con mucha probabilidad intensificarán su acción política reivindicativa cuyo objetivo final no es otro que el soberanismo o, lo que es igual, la independencia. Y todo ello, en la hipótesis de que ETA desaparezca.

Según lo anterior y siempre partiendo de la hipótesis ya repetida del fin de ETA, se puede vaticinar que en unos 12 años, en una evolución normal de los acontecimientos, en Euskadi el conjunto del nacionalismo vasco incremente sensiblemente su ventaja, en términos electorales, con respecto a la suma del PSOE y PP (incluso si en este bloque incluyéramos a la filial vasca del PCE). Resulta difícil y arriesgado cuantificar esta ventaja pero, como el dato resulta capital para lo que ahora me ocupa, no tengo más remedio que hacer un pronóstico. Creo que no sería aventurado vaticinar que, en el escenario descrito y sin que haya por medio convulsiones socio-políticas que alteren el normal discurrir de los acontecimientos, en 12 años el voto nacionalista podría estar en torno al 65-70 por ciento (en las elecciones de 2009, computando la abstención seguidora de las consignas de Batasuna, fue de más del 52 por ciento).

Es decir, creo posible que, en 12 años, una inmensa mayoría de ciudadanos de la CAV sea afín a los postulados nacionalistas y que, por tanto, esté dispuesta a apoyar con su voto cualquier propuesta de mucha mayor autonomía (como antesala de una ulterior escisión) o de pase gradual a un estadio de independencia o soberanismo. Si una propuesta de este tipo llegara al Parlamento español respaldada por el 65-70 por ciento de la población vasca no habría democracia que la detuviera.

La sociedad española, sin ETA, a 12 años vista
Si en los últimos 30 años hemos cambiado mucho (para bien) en todos los órdenes, es muy probable que la sociedad española continúe mejorando en los próximos 12 (sobre todo si se cumple la hipótesis que nos ocupa). Además, es posible que al escenario político-social se incorporen los siguientes elementos: estabilización de la cuota de población emigrante, una nueva generación en el poder político y económico, nuevas preocupaciones, mayor proyección hacia el exterior, mayor injerencia del exterior (especialmente por la pertenencia a la UE), surgirán nuevos problemas de índole doméstica e internacional, etc. En suma, a la gran mayoría de los ciudadanos españoles de la década de 2021-2030, que es posible que disfruten de mayor cota de bienestar social, lo de “la ETA”, si se cumple la hipótesis, les quedará ya como algo bastante lejano y percibirán la reivindicación nacionalista con distinto talante que el que se puede percibir hoy en día, cuando la presencia de ETA crispa, tensa y favorece la intransigencia. O sea, es previsible que en la ciudadanía española, sin ETA y una vez que finalice el proceso de excarcelaciones, lo del “problema vasco” se vea con otros ojos. Si hoy, con ETA, es casi seguro que la gran mayoría de ciudadanos españoles no consentiría que se abriera un proceso de escisión vasca, dentro de 12 años, en la hipótesis que mantenemos, la cosa podría variar sustancialmente.

En consecuencia, los políticos, en el gobierno y en la oposición, también tendrían que acomodar su visión cuando tuvieran que analizar la cuestión vasca. Desde luego, en ese hipotético escenario, una propuesta del tipo del Plan Ibarretxe, que hace unos años fue rechazada de plano, es casi seguro que se aprobaría, porque llegaría a Las Cortes respaldada por un 65-70 por ciento de la población vasca, y, como antes apuntaba, eso pesa mucho.

Por tanto, el paso del tiempo en un escenario de ausencia de la banda terrorista es muy probable que influya en la sociedad española impregnándola de mayor permisividad, tolerancia e, incluso, indiferencia en su percepción de la cuestión vasca. Dicho en otras palabras, es muy probable que lo de «si se quieren marchar que se marchen, y nos dejen en paz» puede ser un sentimiento que se haga mayoritario en España, en ausencia de los disgustos que da ETA.

Conclusiones
En la hipótesis de la desaparición incondicionada de ETA y en un horizonte de 12 años el escenario relacionado con la cuestión vasca sería el siguiente:

-En Euskadi, una mayoría nacionalista del orden del 65 ó 70 por ciento del censo.
-Los partidos nacionalistas mantendrán con mayor vigor sus reivindicaciones soberanistas.
-La sociedad española será más tolerante e indiferente con la cuestión vasca.

En consecuencia, será difícil evitar que se abra el melón de un proceso de secesión o de acceso gradual a estadios de soberanismo o independencia, siempre por los cauces democráticos.

LAS 3 PREGUNTAS

Dicho todo lo anterior y si considerásemos verosímil la evolución contemplada en la hipótesis, viendo lo que pasa en nuestros días nos tenemos que plantear las siguientes cuestiones:

-¿No se da cuenta ETA de que sus objetivos políticos están al alcance, en un plazo no demasiado largo (12 años), sólo con desaparecer y esperar a que la manzana madure y caiga del árbol?
-¿No se da cuenta ETA de que continuando con su actividad terrorista precisamente es como no los va a conseguir porque, por muchas barbaridades que haga, nunca va a doblegar a un estado de derecho fuerte y, además, legitimado para combatirla?
-¿Se habrán dado cuenta los más fervientes defensores de la unidad de España que esta unidad, sin ETA, corre serios riesgos?

Para saber las respuestas habría que preguntarles a unos y a otros.