6 sept 2011

INCREÍBLE (una de lingüística)

Increíble es uno de los adjetivos calificativos más utilizados en la actualidad. Desde hace algunos años, cuando se quiere expresar admiración por algo o por alguien es muy común entre los hablantes recurrir al socorrido increíble. También cuando se quiere ensalzar o alabar las condiciones de cualquier cosa, material, producto, etc., se dice que es increíble. O si se siente epatado positivamente por los actos de otra persona se la califica de increíble y a sus actos de increíbles... O sea, ahora todo lo ensalzable es increíble.

A la vez que el citado adjetivo ha ido ganando terreno en el lenguaje moderno, entre los usuarios del dichoso increíble lo han ido perdiendo los expresivos calificativos con que contamos en castellano para referirnos a las cosas, actos, circunstancias o personas que queremos ensalzar o que nos producen admiración. Así, se han arrinconado formidable, estupendo, imponente, hermoso, rico, bello, admirable, precioso, espectacular, impresionante, maravilloso, magnífico, excelente, espléndido, delicioso... y un largo etcétera que incluye hasta el humilde bonito ( y no me refiero al pez de increíble sabor). Ahora, de todo lo que nos gusta decimos que es increíble.

Increíble es una palabra formada con el prefijo in- que, como sabemos, indica negación; por tanto, increíble debería aplicarse a lo que no es creíble. Como dice el diccionario, increíble es lo «que no puede creerse» o lo que es «muy difícil de creer». En cambio, en la mayoría de las ocasiones se considera increíble lo evidente, es decir, lo creíble, constatable y obvio. Así, es muy frecuente que el hablante califique laudatoriamente de increíble lo que él y su interlocutor están presenciando o haciendo; es un poco absurdo.

¿Y por qué este uso desmedido e inapropiado de increíble?, cabría preguntarnos. Yo creo que hay varias razones: la más clara, por economía retórica, ya que es un adjetivo multiuso; otra, por su sonoridad, al menos a mí me lo parece; pero creo que la más importante es porque resulta un adjetivo efectista a la vez que ambiguo. Efectista, porque con su utilización se consigue eficazmente el efecto deseado: ensalzar lo calificado; ambiguo, porque no se precisa la razón de la alabanza, dejándolo a la interpretación de los demás, por lo que se ahorran explicaciones y se elude el compromiso de mostrar el propio criterio.

Con su «¡E increíble!», el inefable Bisbal contestaba una y otra vez a cualquiera que le preguntara por las diversas circunstancias de su trayectoria como cantante pop. Y así quedaba estupendamente: transmitía positividad y no se complicaba con respuestas complejas que vaya usted a saber cómo podrían haber sido interpretadas.

Así que, aunque no me guste, debo admitir que increíble es un útil recurso retórico. Ahora bien, yo no lo he utilizado nunca... ni volveré a hacerlo.