El otro día, en una conversación sobre cuestiones
lingüísticas que mantuvimos durante la sobremesa, uno de los presentes citó
como ejemplo de error frecuente en el hablar cotidiano la construcción de la
frase “Pepe se está marchando” (o algo parecido), contraponiéndola a “Pepe está
marchándose”, que, según él, sería la correcta. Aducía que el citado error en
la colocación del pronombre “se” podría provenir por la analogía con su
colocación en la utilización impersonal de la tercera persona del presente de indicativo
del verbo estar (está) en frases del tipo “aquí se está bien”. La verdad es que
nunca había reparado en esta cuestión, por lo que, además de sorprendido, quedé
preocupado por lo que se me dijo, pues estoy seguro de haber utilizado en
innumerables ocasiones la frase “incorrecta” o muchas otras similares: El tren
se está yendo, el edificio se está cayendo, etc., en lugar de, según la opinión
del que planteó la cuestión, haber utilizado “está yéndose”, “está cayéndose”,
etc.
Pero, como ya dije en la conversación, no me quedé muy
conforme con la tesis expuesta. Principalmente, porque la incorrección señalada
no me parecía tal, y, también, porque, por prurito, no me apetecía asumir el
error. Así que, no sé si por tratar de salvar la cara, o por mi afición a estas
cuestiones, o, simplemente, por mi tendencia a polemizar, he reflexionado sobre
esto con la aviesa intención de encontrar argumentos para, cordial y
amistosamente, contradecir lo que se me dijo. Advierto que carezco de
formación especial o específica sobre la materia, así que, como amante del
castellano, sólo me considero un simple aficionado a las cosas del lenguaje e
interesado en el buen uso de nuestro idioma. Por tanto, lo poco que pueda saber
es fruto del conocimiento que, como cualquier persona de mi edad que haya
sentido interés por la gramática y el lenguaje, puedo haber adquirido a lo
largo de la vida y, eso sí, por la aplicación de la lógica y el sentido común,
que, a mi entender, tienen mucho que ver en las cuestiones de lingüística.
Consecuentemente, lo que yo diga sobre esto no tiene mayor pretensión que la de
aportar una opinión a una discusión entre amigos.
Entrando en el asunto, lo primero que debo decir es
que parece que hasta los más puristas admiten que el lenguaje se va haciendo,
se va modificando, se va actualizando (¿va haciéndose, va modificándose, va
actualizándose?) con su uso por la gente, por el hablante, es decir por el
grupo humano que habitualmente lo utiliza para comunicarse. Por eso, los que
forman este grupo (en el caso del castellano los más de cuatrocientos millones
de personas que lo usamos como idioma principal y propio en España y América)
son, como queda dicho, sus verdaderos y únicos propietarios, por lo que pueden
hacer con él lo que les dé la gana, siempre que —y esto es lo importante— más o
menos se pongan de acuerdo o, dicho con un poco más de precisión, haya un
consentimiento generalizado. Y, dicho sea de paso y refiriéndonos al
castellano, aquí es donde interviene la RAE y resto de Academias de los países
hispanohablantes. Porque no hay duda de que, como el condominio es tan extenso
y el patrimonio tan importante, no está mal que haya quien trate de velar o
mediar por que exista el acuerdo, aunque sea por zonas o países, lo cual, en mi
opinión, es el fundamento y la razón de la existencias de estas instituciones.
Por tanto, para mí está claro que si los propietarios o una gran mayoría de ellos lo quieren y están de acuerdo o lo consienten el
idioma se transformará, se modificará y se actualizará según los usos, aun en
contra de la opinión y de los esfuerzos de los más excelsos puristas
conservadores.
Esto, dicho de otro modo, quiere decir que, a la
postre, las palabras y la forma en que se dicen o se escriben no tienen otro
significado que lo que entienden o interpretan los que las escuchan o las leen,
condicionados por el uso y la costumbre. Por tanto, hablando y escribiendo de
acuerdo con los usos de cada momento se está en lo "correcto". Esto
se entiende fácilmente leyendo ahora escritos de hace ya tiempo; por ejemplo,
El Quijote. Sería grave pecado poner en cuestión el conocimiento del castellano
de Cervantes, pero no hay duda de que en sus textos se perciben notables
diferencias con los de los literatos modernos, tanto en la sintaxis como en el
significado y uso de no pocas palabras. Y esto, obviamente, no quiere
decir que los modernos escriban mal, no, simplemente se han acomodado a
los usos o, incluso, que han propiciado que éstos cambien. Como otro ejemplo
citaré la palabra "murciélago", que, según tengo entendido, en otro
tiempo se decía "murciégalo".
Aplicando lo precedente a la cuestión que nos ocupa,
se podría concluir que si, actualmente, para transmitir la idea de que Pepe, en
el momento en que se habla, está realizando la acción de marcharse, está
generalizado el uso de la frase “Pepe se está marchando” (digo que está
generalizado porque a mí me suena como muy habitual), y si se usa mucho más que
la pretendida correcta de “Pepe está marchándose”, y la mayoría de las personas
entiende con la primera lo que el que la dice quiere decir, para mí está bien
dicho. Y con esto no pretendo decir que todo vale con tal de que la gente se
entienda, lo cual sería una barbaridad e impropio de alguien interesado en
estas cosas, sino que lo que sostengo es que la corrección del lenguaje,
hablado y escrito, lo determina algo tan simple como lo que podríamos denominar
“los usos o la costumbre”, que, en mi opinión deben prevalecer sobre las
pretendidas reglas. Algo parecido sucede en el mundo del derecho en el que,
como es sabido, la costumbre es una de sus fuentes y de ahí el dicho popular de
que “las costumbres se hacen leyes”.
Dicho esto, puede que encontremos también argumentos
de índole gramatical para justificar que la supuesta incorrección no es tal. En
primer lugar, habría que analizar bien la función en la frase de marras del
pronombre “se”, pues su colocación es lo que ha dado lugar a la controversia.
Si no estoy equivocado, es un pronombre reflexivo que se utiliza para la
conjugación pronominal de algunos verbos, como podría ser el caso de los verbos
“marchar-se”, “ir-se”, “caer-se”,… etc. (por seguir con los ejemplos citados al
principio). Por una peculiaridad de nuestro idioma, que no tienen otros
cercanos, estos verbos, generalmente, se conjugan con la ayuda de los
pronombres me, te, se, etc., aunque también podrían conjugarse sin ellos.
Siguiendo con los ejemplos, se puede decir “él marcha..., él va..., él cae
...” etc., para expresar lo mismo, sin embargo lo corriente es usarlos con el
pronombre. Por tanto, me parece que la peculiaridad comentada resulta algo
extraña, porque parece que aporta poco y algo complica (la prueba es que
estamos en ello). Como mucho, podría admitirse que, en algunos casos, con la
conjugación pronominal se consigue más énfasis en la intransitividad del verbo
o se resalta que la imputación de la acción es exclusiva al sujeto, pero no es
menos verdad que el significado del verbo no se alteraría si lo conjugásemos
normalmente y así fuese aceptado: “yo marcho de casa”, “ yo voy al cine” y “yo
caigo al suelo” son frases de significado inequívoco. Abundando en esto, no
tiene mucho sentido que el verbo ir, con mucha frecuencia, se conjugue
pronominalmente (“me voy a casa”, “nos fuimos al cine”, etc.) mientras que su
opuesto venir, no (se suele decir “vengo de casa”, “vinimos del cine”).
Por tanto, cabe deducir que la conjugación pronominal,
o sea, la utilización de los dichosos pronombres en frases que no son
reflexivas, es en realidad una disfunción, por decirlo de algún modo, de
nuestro querido idioma. Es decir, se podría colegir que esta forma pronominal
de la conjugación de algunos verbos no responde a ninguna lógica de nuestro
lenguaje, sino que posiblemente sea consecuencia de una malformación o, mejor
dicho (me corrijo para no dar argumentos), de una modificación impuesta por los
usos, pero que, actualmente, esta totalmente admitida y nadie se atrevería a
cuestionar. Si lo que digo es así, hay que admitir que la controversia que nos
ocupa se centra sobre una forma de construir la oración que, por sí misma, ya
resulta poco lógica, por lo que pretender ser purista sobre cómo formar bien
algo que ya en sí es una malformación puede resultar tarea inútil. O sea, mejor
dejarlo como está.
Pero como ya nos hemos metido en harina, vamos a
continuar tratando de aportar razones de índole gramatical. Con un efecto
parecido al “present continuous” inglés, para enfatizar que la acción es
desarrollada sin condiciones o completamente en el tiempo que se emplea —porque
la controversia no sólo afectaría al presente, sino también al pasado o al
futuro—, se utiliza el verbo estar como acompañante del gerundio, siendo aquel
el que determina el tiempo de la acción: está marchándose (o se está
marchando), estaba marchándose (o se estaba marchando), estará marchándose (o
se estará marchando), etc., con el resultado de hallarnos ante una especie de verbos
compuestos o, mejor dicho, tiempos compuestos de estos verbos intransitivos
(probablemente los que saben mucho de esto habrán dado un nombre a esta
construcción). Por tanto, podría decirse que no estamos hablando de dos verbos
diferentes (el estar y el otro) sino de determinados tiempos de los principales
(estar+marchando, estar+yendo, etc.).
Y ahora toca decir que el castellano es muy anárquico
a la hora de colocar (o de no colocar) el pronombre en la oración. Los
personales, demostrativos, posesivos, reflexivos (y supongo que otros también)
se pueden colocar delante o detrás del verbo, según se quiera enfatizar en la
propia acción o en el sujeto, en unas ocasiones, o por la costumbre, en otras, o
simplemente porque así le sale al hablante. Incluso, en castellano se admite
omitir el pronombre, ya que, por la riqueza en la conjugación de los verbos, la
persona y el número va explícito en cada forma verbal. Por tanto, si, como
queda dicho, la construcción estar+gerundio se puede considerar como una
única forma verbal ¿por qué la comentada anarquía no puede afectar también al
pronombre que nos ocupa? ¿Qué regla obliga a colocarlo al final (pegado) del
gerundio? Y, sobre todo, ¿hay alguna diferencia interpretativa si lo ponemos
aislado y delante? A mí, sinceramente, me parece que no.
Hasta ahora hemos hablado de frases con verbos
intransitivos, pero me temo que con los transitivos tenemos el mismo problema.
Para mí las siguientes frases son correctas, por lo que usaría cualquiera de
ellas: “Pepe se está comiendo el chocolate” o “Pepe está comiéndose el
chocolate”; “Se lo estaban robando” o “estaban robándoselo”, pero cuando
tenemos que decir “se nos las están comiendo” o “están comiéndosenoslas”
prefiero usar la primera. Juntar el verbo, el sujeto, el complemento directo y
el indirecto en una sola palabra, aunque no es incorrecto, me parece un exceso innecesario.
Yo no la haría.
Supongo que tras todo esto se entenderá que me resista
a creer que cometíamos un error gramatical todos los que tantas veces, al ver
acercarse negros y amenazantes nubarrones, hemos entonado el estribillo de
aquella vieja, archiconocida y movidilla canción, que, si no recuerdo mal,
decía así:
Parece que va a llover
El cielo SE está nublando
Perece que va a llover
¡Ay, mamá, ME estoy mojando!