31 ene 2014

MUJERES Y HOMBRES. ¿IGUALDAD?

Julio: Acabo de ver en la tele la noticia de que el Ayuntamiento de Madrid va a permitir a determinados establecimientos hosteleros (bares y similares) tener un único habitáculo para el aseo y esas cosas, utilizable tanto por las mujeres como por los hombres. Me ha hecho pensar en el concepto «igualdad», tan en boga en estos tiempos.

Listo: Joder, Julio. Te vas a meter en un jardín...

J: Pues sí. Lo de la igualdad entre sexos es un asunto del que como te apartes de lo políticamente correcto te crujen. Por eso, casi todo el mundo habla a favor; es lo cómodo.

L: ¿Quieres decir que estás en contra de la igualdad entre sexos?

J: No; simplemente estoy en desacuerdo con que se consideren iguales, a todos los efectos, a mujeres y hombres. Me explico. Los hombres y mujeres tienen en común su condición básica, fundamental y determinante: son seres humanos. Pero, a partir de ahí, creo que entre ambos se evidencian importantes diferencias...

L: La más importante, supongo, está relacionada con la maternidad, ¿no?

J: Claro que sí, obviamente; y también la morfológica, es decir, el conjunto de diferencias físicas que existen entre el cuerpo masculino y femenino. Y todas estas diferencias son las que podrían determinar
las otras diferencias de naturaleza síquica que se evidencian entre hombres y mujeres.

L: ¿Opinas, por tanto, que hay diferencias en la capacidad intelectual entre ambos sexos?

J. No exactamente; aunque sí en parte. Según dicen los expertos y está asumido en nuestra sociedad, los hombres y las mujeres disponen del mismo potencial intelectual; es decir, la dosis de inteligencia de que, en general, disponen los hombres y mujeres es similar. Pero, además de la inteligencia, en eso tan complejo que los entendidos llaman el (o la) psique del ser humano intervienen, según creo, otros factores, entre los que, para lo que nos ocupa, debemos tener en cuenta el emocional y el sentimental, que pueden tener mucho que ver a la hora de digerir o procesar síquicamente las sensaciones y estímulos que proceden de las diversas circunstancias de la cotidianidad de las personas.

L: O sea, ¿las mujeres sienten o tienen sentimientos diferentes que los hombres?

J: Pues creo que algo de eso hay. Y eso, a su vez, puede influir en el conjunto de los mecanismos intelectuales. O sea, el filtro sicológico que suponen los sentimientos influye en el resultado del análisis o razonamiento intelectual. Por eso, a los hombres nos parece que muchas veces las mujeres piensan de distinto modo que nosotros o nos parece que tienen diferente escala de valores, lo que se evidencia en que, ante una misma circunstancia o situación, ellas reaccionen o lo interpreten de distinto modo que nosotros.

L: ¿Y...?

J: Pues eso, que entre mujeres y hombres, además de diferencias físicas, hay diferencias síquicas, y que aquellas, como antes decía, pueden haber sido las causantes de estas, si bien, asumo que esta afirmación no es demostrable; pertenece al arcano de los orígenes y evolución de la especie humana. Y si aceptamos que existen diferencias físicas y síquicas, hay que aceptar también que entre hombres y mujeres hay diferencias en sus facultades, aptitudes, preferencias, potencialidades, etcétera, lo que nos llevaría a asumir con naturalidad que sus roles en la sociedad no tienen que ser necesariamente iguales.

L: ¡Jooodeeer! A ver cómo sales del jardín.

J: No te alarmes, chaval. Por si estás pensando otra cosa, debes saber que soy partidario de la «equiparación» de derechos y obligaciones entre ambos sexos. Y al mencionar derechos y obligaciones me refiero a ambos conceptos en su máxima extensión. O sea, soy acérrimo defensor de la «igualdad de derechos y obligaciones» de todas las personas, sea cual sea su sexo.

L: Entonces, ¿a qué viene todo esto?

J: Pues a lo que he dicho antes: que no estoy de acuerdo con que se consideran iguales a hombres y mujeres.  O sea, lo que quiero decir es que, hablando de mujeres y hombres, no es lo mismo la «igualdad de derechos» que la «igualdad», así, a secas. Y también a que se debería utilizar el término «equiparación» en lugar de «igualdad» (que por ser sinónimos tienen diferentes matices semánticos) cuando se trata sobre derechos y sexos.

L: Vale, Julio. Pero la distinción que haces no parece importante; es una forma de hablar.

J: Sí, pero esa forma de hablar puede llevarnos a deformar la realidad o a entender inadecuadamente la cuestión que nos ocupa.

L: ¿Lo dices por lo del retrete unisex?

J: No sé si en eso habrá tenido algo que ver una inadecuada interpretación de la «igualdad», aunque podría ser. Pero el asunto es de mayor alcance.

L: No me aclaro, Julio. ¿Adónde quieres ir a parar? Anda, ve al grano y déjate de rodeos.

J: A ver cómo te lo digo. Es obvio que, hablando de la evolución del ser humano, el actual estado de cosas es la consecuencia del comportamiento y aportes de todas las personas que, desde los orígenes, nos han precedido; supongo que en esto estaremos de acuerdo. Además, como decía en mi anterior post DE BUENOS Y MALOS, soy de los que piensan que, con altibajos, las cosas han ido a mejor.

Pero, curiosamente, las civilizaciones consideradas más antiguas del planeta, como por ejemplo, las de influencia islámica situadas en los actuales países del Medio Oriente, como es el caso de Irán o Irak, donde algunos «expertos» sitúan la milonga del paraíso terrenal, son en las que, según se nos dice, hay menos igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Si contemplamos la situación en esos países con nuestros parámetros sociales, parece evidente que la mujer está postergada o, lo que es igual, hay una evidente supremacía del varón sobre la mujer.

Si, como parece, esto es así, tendría que reconocer que, al menos en este terreno, la teoría que expuse en mi anterior post, que ya he citado, no es muy consistente... 
Y yo que creía que había dicho algo original...  Voy a tener que echarle otra pensada.

L: No te preocupes, Julio. Eso te pasa por hacer incursiones sociológicas, cuando lo tuyo es el fútbol y el mus.

J: Vale, capullín; no te aproveches. Pero, retomando el hilo de las civilizaciones más antiguas, volvamos a lo de la igualdad. Está claro que en esas civilizaciones no hay igualdad entre sexos. Dicho de otro modo, los roles del hombre y la mujer están, por lo que nos llega, marcadamente diferenciados. Desde nuestra perspectiva occidental, eso lo vemos como una situación claramente discriminatoria, en la que la mujer ocupa un papel secundario; incluso, lo entendemos como de sometimiento. Yo creo que es así, pero, como no conozco esas sociedades ni, por tanto, sus fundamentos sociológicos, religiosos o morales, debo ser prudente a la hora de enjuiciarlas; mejor dicho, no me atrevo a enjuiciarlas.

L: Venga, hombre. No te pongas estupendo. ¿Tú crees que tiene sentido obligar a la mujer al burka, al velo, a la postergación y a todas las cosas que nos imaginamos cuando vemos en la tele las imágenes que nos llegan de esos países?

J: Pues no; a mí también me parece fatal. Pero siempre me asalta la duda de si no habrá algo que nosotros, desde nuestra perspectiva y con nuestra mentalidad, no alcanzamos a ver o entender. Me parece incongruente que los pueblos más antiguos de este mundo, con más larga historia, los que deberían tener más experiencia sociológica y que, por aquello de que la veteranía es un grado, deberían ser más sabios, resulta que, al menos a nuestros ojos, son los socialmente más retrasados, más ignorantes y, lo peor, más dañinos con la mitad de sus habitantes, o sea, con las mujeres. Algo no encaja...

L: Pues está claro: no han evolucionado

J: Puede ser, pero me parece raro. Hummm... algo no encaja...

L: Pregunta al Concejal de Retretes del Ayuntamiento de Madrid; igual te aclara las cosas, Julito.