No sé si algún día los
creadores y guionistas de la insuperable serie televisiva LOS SIMPSON decidirán someter a sus personajes al paso
del tiempo; es decir, si veremos cómo envejecen Marge y Homer y cómo se van
haciendo adultos Lisa, Bart y la bebé Maggie. En algunos episodios de la serie
hemos podido ver a Lisa y Bart ya creciditos –en alguno Lisa aparecía como
presidenta de USA— pero siempre como una fantasía incrustada en la trama.
Obviamente, la gracia de esta serie está en que, por la edad de sus
protagonistas, los hechos, anécdotas y aventuras que se relatan afectan a todas
las edades; si envejecieran los protas los guionistas tendrían que hacer
abuelos a Marge y Homer para no dejar sin niños la serie. No creo que veamos
esto; la serie está muy bien como está.
Pero a mí me gustaría saber
qué será de Lisa cuando se haga una mujer. Porque Lisa es la única aprovechable
de la familia. Homer es un impresentable, una calamidad, y a buen seguro que
con los años será peor; no tiene remedio. Marge, aunque es muy buena persona y
el pilar de la familia, tiene el imperdonable pecado de haberse unido –y,
además, estar enamorada— al tarambana de su marido, por lo que con el paso de
los años lo único que le podría pasar es que se desengañara y que fuera
consumida por el desamor; bueno, también se podría liar con el vecinillo
Flanders, lo cual seguro que daría bastante juego en la serie. En cuanto al
hijo, Bart, me temo que, como su padre, tampoco tiene remedio; seguro que, con el
paso de los años, superaría a Homer en obesidad y cretinez. A mí siempre me ha parecido que
con el paso del tiempo “las virtudes se diluyen y
los defectos se agudizan”.
Pero de Lisa, que es la
joyita de la familia, se puede esperar todo... y mucho bueno. Por eso, me
propongo hacer un ejercicio de futurología para saber qué puede ser de ella.
Así que, situándome en el año 2050, cuando pongamos que Lisa cumpla los 50, me
dispongo a hacer un imaginario repaso retrospectivo a las principales vivencias
que tendrá esta “cerebrito”, por si se cumplen las expectativas que presenta
ahora que es una prometedora niña.
Como no sé lo que voy a
contar —la historia irá saliendo a medida que avanzo—, pero como supongo que me puedo alargar,
voy a dividir la historia en capítulos. Aquí va el primero.
CAPITULO I – La universidad y un problema
En 2018, ya con 18 años, con un brillante expediente
en la primaria y secundaria de Springfield, Lisa se matriculó en una
prestigiosa universidad de una ciudad relativamente cercana. Por su
predisposición a ser útil a la sociedad, por su compromiso con la justicia
y la razón, por su gran capacidad intelectual y por su evidente fluidez
verbal, se decantó por estudiar Derecho. Sus padres la animaron y apoyaron,
entusiasmados con la idea de llegar a tener una afamada abogada en la familia.
Su hermano Bart solo acertó a decirle "Dabuten, Lisa, seré uno de tus más
asiduos clientes; espero que me apliques la tarifa familiar". Su hermanita
Maggie, que adoraba y sentía gran admiración por Lisa, se sintió muy apenada al
saber que se iba a separar de su hermana mayor.
Llena de ilusión, Lisa hizo la maleta y se fue a vivir
a una residencia de estudiantes ubicada en la zona universitaria. Por cierto,
Milhouse, en el que con el tiempo se había afianzado una casi patológica
admiración por Lisa, ya convertida en amor pasional (exacerbado por las
constantes calabazas y expresos rechazos de la joven), a la vez (con 20 años)
abandonó su trabajo de dependiente en el badulaque de Springfield y se
matriculó también en la misma universidad, donde fue admitido por los pelos
gracias a una eficaz gestión de Flanders (a la sazón, amigo del piadoso
director de la facultad). Así que Lisa y Milhouse compartieron también la
universidad, ella con gran brillantez y él evidenciando sus limitaciones
intelectuales. Se veían de vez en cuando pero no se relacionaban mucho porque
Lisa procuraba evitar los encuentros. A Lisa le agobiaba la sumisión
reverencial de su amigo y sus constantes, siempre que se
veían, insinuaciones amorosas.
Ya a los 20 años, de la joven Lisa, sin que
tuviera un físico llamativo, se podía decir que estaba de buen ver; era una
chica guapa y de buen tipo, eso sí, algo bajita. Pero su inteligencia, simpatía
y buen talante cubrían de sobra sus limitaciones físicas, que, como he dicho,
no eran en absoluto acusadas. Lisa era lo que se dice una joven resultona y,
sobre todo, muy agradable en el trato. Vestía con gusto, pero nunca se puso
tacones; su relativamente baja estatura no le tenía, en absoluto, acomplejada.
Continuaba siendo vegetariana.
En la fiesta de fin de curso del año 2020, en la que
sorpresivamente (para ella, no para él) coincidió con Milhouse, Lisa se excedió
con el alcohol (no estaba acostumbrada a tomar). Milhouse, que no se le despegó
en toda la tarde, se las arregló para que Lisa buscara en él el amparo y
remedio para su sobredosis etílica. Lisa se dejó llevar y acabó sin bragas en
los brazos de un ardiente Milhouse, que no desaprovechó la ocasión (¡pues no
tenía ganas!). Así que Lisa perdió su virginidad en un desván de la residencia
de estudiantes; ni se enteró de lo que le pasó, aunque sí relacionó durante
unos cuantos días un dolor vaginal sobrevenido con el recuerdo del crispado
rostro de Milhouse (sin gafas) en rítmico movimiento acompasado de jadeos y
repulsivos sonidos guturales. El
episodio se le aclaró cuando unas semanas más tarde leyó el diagnóstico de la
exploración ginecológica a que se sometió al notar la segunda falta: estaba
embarazada. “Ni loca tengo yo un hijo de
este capullo”, se dijo con decisión y reiteradamente en cuanto cayó en la
cuenta. Se las arregló para abortar sin decir nada a nadie de su familia ni de
su entorno cercano (mucho menos al “causante”). “Y al gafotas este de los
cojones no le vuelvo a dirigir la palabra… ¡ni a ver!”, se dijo, también con
decisión, tras someterse al aborto.
Ya puedes leer la segunda entrega aquí
- - - - - - - - - -
Ya puedes leer la segunda entrega aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario