Listo:
¿Qué, Julio? ¿Qué te ha parecido el fallo judicial del caso Nóos?
Julio: Pues una putada para la infanta
Cristina. ¡No hay derecho...! Si el tribunal hubiera estado formado por hombres
y hubieran fallado como lo han hecho estas tres juezas los habrían puesto a
parir; como poco los habrían tildado, con toda la razón, de retrógrados
machistas. Pero como eli tribunal estaba formado por mujeres...
L:
Pero, Julio, ¿qué dices? Si, salvo la multa, la han absuelto, y a su marido, Iñaki
Urdangarín, le han cascado 6 años y 3 meses. Me parece que no te has
enterado... te estás haciendo viejo.
J: Sí me he enterado, sí. Es el tema del día
en los medios, y, ya sabes, yo suelo estar informado de la actualidad. El que
me parece que no se ha enterado eres tú, Listo.
L: A
ver, Julio, explícate.
J: Pues está claro. Todos sabemos que
Cristina está locamente enamorada de Iñaki —no hay más que ver cómo lo mira— y
que, seguro, le hubiera gustado, hubiera deseado, compartir con su maridito
excitantes momentos inéditos en la vida de ambos. Pero no la han dejado. ¡Hay
que ser malas!
L:
¿Quieres decir que Cristina hubiera preferido que la hubiesen condenado a la
pena de cárcel? ¡Joder, tío, qué mal te veo!
J: Naturalmente. Es que no te das cuenta de que,
aparte de lo del amor, Cristina e Iñaki se casaron por la Iglesia y eso marca.
Seguro que Cristina tiene grabado aquello que le dijo a Iñaki en la ceremonia: «...prometo
serte fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad,
todos los días de mi vida...». Y en una hija de reyes esas palabras no se dicen
solo porque sean parte del rito. No, Listo. Aunque tú no lo entiendas, en los
de sangre azul esa promesa determina el comportamiento.
L: Pues no sé si su padre también dijo la frasecita cuando se casó en Atenas, pero, si así fue, parece que se le olvidó pronto.
J: Deja al padre tranquilo, hombre. Además,
como, por lo de las religiones de los contrayentes, Juan Carlos y Sofía
tuvieron dos ceremonias, seguro que se la saltarían, para abreviar y no alargar
demasiado la movida. Pero, bueno, esto no es importante, así que no nos
desviemos. Lo importante es la gran putada que le han hecho a Cristina estas
juezas de Mallorca.
L: Y
dale con Belmonte. ¡Cómo dices eso!
J: Porque es la verdad. Es que, hasta este
maldito juicio, Cristina e Iñaki eran una pareja de cuento de hadas. Ya ves,
por mucho que se haya evidenciado el delito de Urdangarin, Cristina insiste en
la inocencia de su marido; es normal, se dice que el amor es ciego. Y te voy a
decir más. Pensando en que los podrían encarcelar a los dos, estoy seguro de
que la infanta habrá mojado las sábanas más de una vez soñado con los ardientes
vis a vis, alternos, de los que podría disfrutar con su esposo si también ella
estuviera encarcelada. Esas cosas les ponen mucho a los ricos y poderosos,
Listo. Tú, como perteneces al vulgo, no puedes experimentar esas sensaciones
superiores. ¡Ah, el amor...! ¿No te dan envidia, Listo?
L:
Supongo que has dicho «vis a vis alternos» porque estás pensando en que los
podrían tener una vez en la cárcel de ella y otra en la de él, y así muchas
veces, ¿no?
J: Pues claro, listillo. Lógicamente, siendo
quienes son, es seguro que tendrían algunos privilegios durante el tiempo que
estuvieran entre rejas. Eso lo entiende cualquiera. La verdad, a mí también me
gustaría estar en ese trance.
L: ¡Jo,
Julio! Me parece que hoy te has excedido en tu dosis de cubatas.
J: No te pases, listillo; que es mediodía y
yo hasta la noche no los pruebo. A ver qué van a pensar los que lean.
L: Pues
es que no entiendo...
J: A ver cómo te lo explico. Tú sabes que a
Urdangarín le han condenado por haberse llevado entre 5 y 6 millones de dinero
público. Que, según dicen, con esa pasta se compraron, entre otras cosas, el
casoplón de Pedralbes, en Barcelona. Que vivían a cuerpo de rey; o sea, como
sus dos familiares reyes. Que la infanta tenía algún cargo en las sociedades
instrumentales que utilizaba su marido para tratar de despistar a la Hacienda
Pública y, así, defraudarla. Que la infanta es una mujer preparada y moderna,
por eso, trabajaba, con un buen puesto, en una entidad financiera importante.
Que, además, por formar parte de la familia real española, tiene buenos
contactos que la pueden asesorar y que, lógicamente, le habrían puesto al tanto
de los trapicheos de su marido. En fin, tú sabes, Listo, que la infanta tiene
todos los atributos necesarios para que nadie pueda decir de ella que se ha
caído de un guindo, o, lo que es igual, que es una gilipollas ignorante.
L: Bueno,
pero según han dicho las juezas el que cometió los delitos fue el marido; ella,
según la sentencia, solo se ha lucrado algo.
J: Anda, déjate de monsergas. Lo que ha
pasado es que las juezas han ido claramente a por ella, y por eso la han
exculpado y, por consiguiente, absuelto. Es un evidente caso de mala leche. Las
tres juezas no han podido soportar que, mientras la modosita infanta tiene un
marido tan macizo y unos hijos tan guapos y la vida le iba muy bien, ellas, que
por el aspecto que tienen seguro que no se comen un rosco, o que si se lo comen
sea de baja calidad —algún abogaducho bajito y con gafitas o cosas así—, han
querido vengarse a su manera: quitándole la posibilidad de los emocionantes y lujuriosos
vis a vis alternos. ¡No hay derecho!; eso no se hace... y menos a una infanta.
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