12 oct 2009

Los alpinistas y los del "Gürtel"

El caso "Gürtel" está de actualidad en España. Por si alguno de otras latitudes o longitudes lee esto conviene que sepa que con ese nombre se conoce a la trama de corrupción política que recientemente se ha destapado y que tiene en entredicho, por decirlo suavemente, a unos cuantos cargos importantes del Partido Popular. Es tema recurrente y destacado en todos los medios de comunicación españoles, por lo que no es de extrañar que me haya pasado lo que relato a continuación.

Ayer vi en la tele un reportaje sobre unos aguerridos alpinistas (o montañeros) en su ascensión a una cumbre importante; creo que era del Himalaya, de unos 7.000 metros. Sorprendentemente, mientras veía las imágenes caí en la cuenta de que, mentalmente, estaba relacionando lo que veía con el caso "Gürtel". ¡Qué raro!, me dije. ¿Cómo he podido tener tal absurda asociación de ideas?, me pregunté. Así que no tuve más remedio que pararme a pensar en la razón de tan extraña asociación mental.

Lo primero que hice fue tranquilizarme; hasta cierto punto, no debía considerar muy extraño y ni mucho menos patológico que el "Gürtel" le venga a uno a la mente -incluso cuando está viendo un documental de la 2- en estos días en que los medios no paran de hablar de este caso. No debía, por tanto, preocuparme por mi estabilidad síquica y anímica: le podía pasar a cualquiera. Pero no me despreocupé del todo, seguí pensando en ello.

Estaba viendo unos esforzados hombres, jóvenes, poniendo en juego sus vidas (la ascensión, a través del hielo y la nieve, no estaba exenta de riesgos reales); en pos de un objetivo que, como mucho, sólo les podría reportar la satisfacción personal de haberlo alcanzado con éxito; equipados con ropas de abrigo, crampones y piolets; con la mochila, a rebosar, siempre a la espalda; pernoctando al socaire en endebles tiendas de campaña, allá donde la helada ladera diese un respiro y permitiera el cobijo; caminando, cuando el tiempo lo permitía, siempre hacia arriba, paso a paso, a ritmo aparentemente cansino pero constante y firme, abriendo senda en la nieve; escalando paredes heladas con la simple ayuda de sus crampones y piolets, y con la elemental protección de la cuerda afianzada por otro compañero; rostros curtidos por el sol y por la refulgencia del blanco entorno, dando tiempo a la aclimatación en cada cota; controlando la fatiga, con constancia y sin desmayo; superando las adversidades climatológicas, etc. En fin, unos tíos que jugándosela, esforzándose y sufriendo sólo pretendían vencer a la naturaleza por el simple y grandioso placer de hacerlo; ellos solos, a pecho descubierto, contra la montaña. Loable.

Y, a la vez, pensaba en los del "Gürtel". Instalados en el poder o siendo amigos de los que lo están, con sensación, por ello, de plena seguridad y de tener las espaldas cubiertas; bien equipados con sus trajes de calidad, sus relojes de oro, con buenos pisos o chalés; con sus cochazos, con sus viajes, con sus comidas en caros restaurantes, con sus fiestas y sus putas a gogo; intrigando, maquinando, seduciendo y comprando voluntades; obteniendo dinero de forma tan fácil como ilícita; luciendo morenada mediterránea o caribeña, aclimatados perfectamente a su estatus de privilegiados; viviendo deprisa y a todo trapo, sin fatigas y sin penurias, etc. En fin, unos tipos que casi sin dar ni golpe vivían de puta madre a cuenta de todos los "pringaos" ciudadanos (como seguro que ellos nos consideran). Ellos solos, bien respaldados y con las cartas marcadas, contra todos los demás. Deleznable.

Desde luego, difícilmente se puede explicar uno cómo pude asociar dos comportamientos o estilos de vida tan diametralmente opuestos. Me lo voy a tener que mirar, pero aseguro que fue así.

Puestos a encontrar alguna analogía que justificase la asociación, diría que se puede encontrar entre ambos un punto en común: la claridad de sus objetivos y su dedicación a conseguirlos; en eso se parecen. Pero, pensando más en todo esto, he caído en la cuenta de que no es en esta micra de similitud lo que ha hecho que relacionase mentalmente a ambos grupos. No, lo que me ha llevado a la conexión es la sensación de que unos y otros representan, afortunadamente, grupos minoritarios en nuestra sociedad. Sí, he dicho bien: afortunadamente.

Afortunadamente hay, en términos relativos, pocos esforzados alpinistas que se dedican, en batalla noble con la naturaleza, a superar los retos que ésta ofrece, ¡menos mal!; si hubiera muchos, la naturaleza, irremediablemente, perdería la batalla. El ser humano, de una forma u otra, ganaría, y los retos actuales que hoy, afortunadamente, presenta la naturaleza quedarían superados, y, así, el ser humano perdería el bello aliciente que supone vencerla de vez en cuando. Además, si se masificara el alpinismo dejaría de tener su mística y perdería la condición de referente, como lo es ahora, para las gestas y hazañas humanas en la gran pelea entre los dos elementos básicos de la creación: el ser humano y la naturaleza. ¡Que siga la pugna!

Afortunadamente, también hay pocos casos como el "Gürtel" y, por tanto, pocas personas, en términos relativos, que se dedican a lo que los protagonistas de este caso se han venido dedicando mientras les ha durado el chollo. Afortunadamente, la inmensa mayoría hace las cosas que tiene que hacer dentro de las normas que nos hemos dado, es decir, dentro de la ley, y afortunadamente, la gran mayoría vive con dignidad el rol que las circunstancias y sus condiciones personales le permiten. Afortunadamente, el número de chorizos tipo "Gürtel", aunque es elevado, es muy minoritario en nuestra sociedad. Con ellos, con estos bandidos de guante blanco, tolerancia cero; ¡ni agua!

Así pues, me ha quedado claro que la asociación de ideas me llegó por la satisfacción que me produjo caer en la cuenta de que, afortunadamente, los alpinistas y los hijoputas son minoritarios en nuestra sociedad ¡Congratulémonos!


3 oct 2009

AMENÁBAR. MAR ADENTRO

Ayer, por la tele, vi por segunda vez la gran obra de Alejandro Amenábar, Mar adentro. Me emocionó igual que la primera vez. En aquella ocasión, hace ya 5 años, fui al cine con el interés de ver cómo Amenábar había conseguido hacer una buena película, a juzgar por los triunfos ya obtenidos en Venecia, de una historia aparentemente tan distinta a las que habían servido de argumento a sus películas anteriores y, especialmente, porque, al contrario que en éstas, de antemano ya se conocía la trama y, sobre todo, el final.

Ya había visto las tres anteriores películas de este joven realizador, en las que los argumentos resultaban muy originales, con el denominador común de que contenían buenas dosis de intriga y suspense; las tres tenían un desenlace inesperado:

Tesis, la primera, me resultó entretenida, por la intriga de su argumento y lo incierto de su desenlace. Hasta el final no se sabía quién era el malo. Me pareció una película interesante y bien hecha.

La segunda, Abre los ojos, me llamo muchísimo la atención y me dio a entender que en Amenábar había un cineasta de primera y un maestro de la intriga y del suspense. Estuve toda la película sin pestañear tratando de seguir la complicada trama. Me sorprendió que un director tan joven y con tan poca experiencia fuera capaz de hacer una película de misterio tan lograda. Ya me pareció entonces que este Amenábar era un fenómeno.

La tercera, Los otros, fue reconocida por toda la crítica como un peliculón. A mí también me lo pareció, con un guión muy original, cargado de suspense e intriga, y con un desenlace final realmente inesperado. Además tuvo el talento de conseguir de Nicole Kidman un trabajo memorable. Tras esta peli ya no sólo pensé que Amenábar era un fenómeno sino que era todo un genio y, en eso del suspense y la intriga, el mejor de los de ahora... y de los de antes (incluido Hitchcook).

Aunque no me considero cinéfilo, ni siquiera medianamente entendido en cine, el cine me parece que es el arte por excelencia, en el que el verdadero artista es el director, no los actores o actrices protagonistas. Aunque se dice que la clave de una buena película está en la historia que se cuenta, para mí el arte está en cómo la cuenta el director. Por eso, de la suma del binomio historia-director dependerá el resultado final. Pero creo que en este binomio los dos términos no tienen el mismo peso o influencia, porque, en mi opinión, de una historia simple un director bueno puede sacar una gran película (una obra de arte), mientras que un mal director posiblemente haría un bodrio con una gran historia.

O sea, opino que, al margen de la historia que se cuenta, con honrosas excepciones y dejando de lado el cine de efectos especiales, los que participan en la realización de cualquier película, incluidos los actores y actrices, son meros instrumentos que maneja el director para componer o dar vida a su obra (de arte, si sale bien).

Pues esta peli, en la que Amenábar, además de director, es coguionista y compositor de la música, me ha parecido paradigma de ese tipo de películas en las que el binomio antes referido está totalmente descompensado: una historia que no da mucho de sí pero un director como la copa de un pino. Porque la historia, por archisabida (en su día la tele ya nos mostró en real a Ramón Sampedro en su lucha por que la justicia le autorizara a poner fin a su vida) no ofrece ningún atractivo especial, salvo el mensaje que transmite en relación con el derecho a la eutanasia. Además, de los protagonistas hay que decir que Bardem, cuyo trabajo fue galardonado en Venecia con el premio al mejor actor, en casi todas las secuencias en las que interviene se le ve inmóvil en la cama y cubierto hasta la barbilla, por lo que su actuación está muy condicionada y limitada por el papel, y que la protagonista femenina, Belén Rueda, era una debutante en largometrajes (sí se le había visto en la tele), si bien parecía una consumada actriz.

Así, a priori, el cuadro que se le presentaba a Amenábar parecía que no ofrecía muchas posibilidades para conseguir una buena película: una historia sin suspense y con final conocido por todos, con unos protagonistas limitados, el uno por su papel y la otra por su bisoñez. En cambio, el resultado, según casi todos los especialistas, ha sido una excelente película. De ahí el mérito de Amenábar y el que a mí me haya parecido una extraordinaria OBRA DE ARTE.

¿Y cómo lo ha conseguido? A mi entender, porque la peli, al margen de su mensaje ético, es una exaltación de las virtudes humanas, es decir, de la bondad; todos los personajes “son buenos”. Y su bondad es percibida y sentida con nitidez por el espectador por “lo que piensan o sienten”, más que por lo que dicen o por lo que hacen. Porque Amenábar consigue que el espectador se introduzca en los personajes y, siempre en positivo, sienta y se conmueva con ellos. Y todo a base de expresivos primeros planos de los protagonistas, mejor dicho, de Amenábar, con los que éste hace partícipe al espectador de los sentimientos más hondos de los personajes. Creo que Amenábar extrae de los dos protagonistas lo mejor de que son capaces.

Por eso y dejando al margen la cuestión de la eutanasia, que no me interesa en este momento ni, incluso, me interesó mientras veía la película, esta obra conmueve y emociona. Y eso, indudablemente, es la esencia del arte. Aclaro que si no hablo del problema que plantea la película, la eutanasia, es simplemente porque yo, sobre eso, tengo las ideas muy claras (antes y después de ver la peli): ante situaciones límite, como la que vivió Ramón Sampedro, las personas deberíamos tener derecho a poner fin a nuestra existencia, y, por tanto, debería permitirse y regularse la eutanasia para poder ser llevada a efecto con dignidad.

La música juega un papel importante en la película, precisamente para conseguir la emotividad que indudablemente persigue Amenábar. Con la obvia excepción del “Nessun dorma” de “Turandot”, que sirve de fondo musical para una bellísima secuencia en la que la cámara hace el viaje imaginario del protagonista desde su lecho hasta el mar, y la dudosa de una canción que se escucha al principio (podría estar cantada por Luz Casal), la música es de Amenábar. A mí me pareció muy buena.

En resumidas cuentas, creo que con esta película Amenábar se consagró como un genial y extraordinario realizador, y me parece que en España no se le ha dado importancia que creo que tiene a este joven y genial artista, que, aunque nacido en Chile, creo que, por ascendencia, cultura y vivencias, se le puede considerar español (desconozco si tiene la nacionalidad española), por lo que, a la vista de su obra, tendríamos que tenerlo ya en el pedestal de los ilustres nacionales. En cambio, no sé si por su sencillez y naturalidad o por su apariencia de un corriente chaval de barrio, aquí parece que no se le considera como se debería.

Supongo que a estas alturas resulta ocioso decir que siento gran admiración por Alejandro Amenábar. Ya he dicho que me parece un genio y, actualmente, el creador más importante de nuestro país. Creo que por lo que ya ha hecho con sus treinta y tantos años ya merece un lugar de honor en la historia de la cinematografía española y no dudo de que, por lo que seguro que hará, está llamado a ocupar un lugar destacado en la historia mundial del cine y del arte en general.

Estoy ansioso por ver su última película, Ágora, que se estrena la semana que viene en España. Parece que en su presentación en Cannes (fuera de concurso) no tuvo una crítica muy favorable. Estoy seguro de que me gustará.

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COMENTARIO ULTERIOR (8-01-2010). He visto «Ágora. No me ha gustado. Posiblemente fui al cine esperando otra cosa, y de ahí mi decepción.


OTRO COMENTARIO ULTERIOR (11-12-2019): He visto «Mientras dure la guerra», de la que había escuchado buenas críticas. Tampoco me ha gustado. ¡Alejandro…!