14 feb 2015

LO DE GRECIA Y PODEMOS


A raíz de lo que le comenté a mi amigo Carlos Marenco, argentino que vive en Argentina, por lo que había escrito en su blog sobre el asunto de Grecia, nos intercambiamos algunos mensajes. Uno de ellos, de fecha 10 de febrero, es el que transcribo a continuación, en el que me refiero a un reciente artículo de Vargas Llosa sobre Grecia (cuya lectura me había sido recomendada por mi interlocutor), que yo relaciono con la actualidad de Podemos en España y en el que se refleja lo que opino sobre este nuevo partido y sobre lo de Grecia; este es el motivo de incluir el mensaje (con el permiso del destinatario) en este blog. Aclaro que si soy algo exhaustivo en mis explicaciones sobre lo que pasa por aquí es porque mi interlocutor podría no estar muy al tanto de nuestra actualidad.

Amigo Carlos:

He leído con atención el artículo de Vargas Llosa que me recomendaste. Lo primero, debo decir que respeto y admiro mucho la capacidad literaria del citado, sobre todo, desde que le vi y escuché leer su emocionante y vibrante discurso en la ceremonia en la que, hace unos años, le entregaron el Nobel; me entusiasmó. Sobre sus tendencias y preferencias ideológicas o políticas, aunque no las conozco a fondo (sólo le he escuchado, esporádicamente, algunas declaraciones), me temo que mi admiración no es tan firme. Pero esto es lo de menos, lo importante es que no hay duda de que don Mario es un personaje de gran talla intelectual, por lo que siempre hay que poner atención a lo que dice o escribe.

Yendo al artículo, su contenido no me ha resultado nada novedoso; es más, a medida de que avanzaba en su lectura, los argumentos me parecían cada vez más familiares; es decir, me sonaban más, porque coincidían, más o menos, con los que por aquí manejan los afines a los sectores políticos de la derecha, que, a su vez, son los más beligerantes con el nuevo partido Podemos y con su, aparentemente, afín Syriza, al que Vargas Llosa dedica su crónica y responsabiliza del, según él, previsto harakiri de Grecia si Alexis Tsipras no se desdice de sus promesas electorales y no pasa por el aro que imponen los que mandan en la UE. Al acabar de leer el artículo he encontrado la explicación a que me sonasen los argumentos: el artículo estaba escrito en Madrid (aunque así aparece en la primera línea, no me había percatado al iniciar la lectura).

No me cabe la menor duda de que don Mario es un espíritu libre, por lo que su pensamiento y acción política, supongo, se ajustará, simplemente, a lo que le diga su conciencia o a su modo de ver las cosas; estoy seguro. Pero es posible que también sea agradecido y leal con los que considere sus amigos o más afines; y es obvio que estos y aquellos (de los de España) defienden las tesis expuestas en el artículo que nos ocupa, especialmente desde que Syriza ganó en Grecia. O sea, Carlos, lo que quiero decir, desde el respeto que me merece el personaje, que don Mario no ha hecho otra cosa que alinearse con las tesis del PP, con cuyo presidente de honor, el inefable José María Aznar, parece que le une una muy buena relación. Obviamente, todo lo anterior no es más que una atrevida presunción, porque, como es natural, no puedo saber lo que le pasa por la cabeza al insigne escritor. Pero así me lo ha parecido, y, como estamos en confianza, así te lo digo.

Y ya que me he puesto, permíteme algunas consideraciones sobre la tesis que Vargas llosa expone en su artículo: la frivolidad de los nuevos dirigentes griegos que, con su política anunciada, van a ser responsables del harakiri griego; todo ello, según el autor. Y para eso, me voy a basar en lo que está pasando en España tras la irrupción de Podemos, que, como ya te he dicho en contactos anteriores, es un nuevo partido con aparentes similitudes con el griego Syriza: ambos son partidos de corta vida y experiencia (sobre todo, el español Podemos); ambos son beligerantes con los que, desde hace años, han ocupado la derecha e izquierda y se han alternado en el poder; ambos cuestionan la obligación de pagar las deudas contraídas con sus socios de la UE; ambos propugnan políticas poco ortodoxas para favorecer a los más desprotegidos; ambos están formados por cuadros de dirigentes jóvenes que rehúyen los convencionalismos (lo de no usar corbata es significativo),… en fin, creo que se parecen mucho, por lo que podrían ser intercambiables. También en lo socioeconómico hay similitudes entre los dos países, porque en ambos la crisis se ha cebado con dureza, por lo que el deterioro en los últimos años ha sido muy evidente y doloroso. Por último, el capítulo de corrupciones, que en España lleva unos años de permanente y escandalosa actualidad, parece que también ha tenido protagonismo en Grecia. Así las cosas, trataré de exponer lo qué está pasando en España para que, por analogía, se pueda entender lo de Grecia.

En España, dos han sido los factores que han provocado una situación de descontento generalizado:
  • Uno, la crisis económica que ha dejado a más de la cuarta parte de los ciudadanos en desempleo (más del 50% de los jóvenes), a la vez que se han recortado las prestaciones sociales (en sanidad, educación y dependencia, por citar las más criticadas).
  • Dos, la tremenda ola de corrupción política destapada en los últimos seis u ocho años; aunque en tiempos pasados también la hubo, la de los últimos años ha sido escandalosa.
Nos encontramos, por tanto, en que, por una parte, las clases más desfavorecidas han sido golpeadas económicamente y se ha acentuado dramáticamente la «desigualdad» (término muy manido por aquí en los últimos años); por otra, los ciudadanos contemplan atónitos e impotentes cómo los privilegiados y la clase política se lo han estado llevando a manos llenas. Resultado: más que descontento, indignación generalizada de la mayor parte de la ciudadanía. Y esta indignación se ha focalizado sobre los dos grandes partidos, PP (derecha) y PSOE (izquierda), a los que se culpa de lo ocurrido. Porque aquí, Carlos, nos hemos enterado de que muchos de los que dictan las leyes y dicen a los ciudadanos cómo deben comportarse son los que más flagrantemente las incumplen y peor se comportan. Nos hemos enterado de que hay indicios más que racionales de que los dirigentes del partido del gobierno (incluido el presidente) cobraban parte de su retribución en el partido en dinero negro (sin control del fisco); que había una ministra cuyo esposo recibió de una organización corruptora, entre otras prebendas, un flamante Jaguar y ella «no se enteró» (aunque lo tenía en el garaje de su casa); que al tesorero del PP se le descubrieron 48 millones de euros en Suiza que parece que le llovieron del cielo; que a algún dirigente político le «tocaba» con sospechosa frecuencia la lotería; que el yerno del rey se estaba forrando con cargo a las arcas públicas realizando contrataciones, más que sospechosas, con la Administración; que las grandes sumas del dinero que el Estado destinaba a combatir el desempleo (con acciones formativas y de otro tipo) se lo quedaban los sindicalistas y empresarios, y los cercanos gestores políticos (de la izquierda) «no se enteraban»; que políticos de varios partidos y sindicalistas (puestos a dedo en consejos de administración de entidades financieras «rescatadas» con dinero público tras una nefasta gestión) «gozaban» de tarjetas «opacas» con las que se pagaban, sin ningún pudor, suntuosos y variados caprichos personales; que buen número de entidades financieras semipúblicas (Cajas de Ahorro) tuvieron que ser intervenidas e inyectadas con dinero público mientras sus dirigentes (provenientes de la clase política) percibían retribuciones supermilllonarias; que en los juzgados se están instruyendo un buen número de causas por tramas de corrupción política, … y, con todo esto y mucho más, resulta que se pueden contar con los dedos de una mano los que han entrado en la cárcel (y todos sabemos que no estarán mucho tiempo), y, lo peor, no se ha recuperado lo robado. Así que, con este panorama, no es de extrañar que una buena parte de la ciudadanía, en especial los que lo están pasado peor, estén hasta los güevos (con perdón) y hartos de los partidos políticos que han gobernado en los últimos treinta años. Por terminar con el cuadro, una noticia de hoy: hay 13.000.000 de españoles que están en riesgo de exclusión social debido a su pobreza. No sé si será exagerada la cifra, pero ya es significativo que se maneje.

Y así las cosas, sale a la palestra política el nuevo partido Podemos, cuyos dirigentes son un grupo de jóvenes treintañeros, profesores de universidad, que, con atrevimiento, descaro y gran desparpajo, lanzan un mensaje de ilusión y esperanza: quieren hacer «otra» política, romper con la inercia y la alternancia (bipartidismo), rechazan la división izquierdas y derechas y hablan de «los de arriba y los de abajo»; no reconocen o ponen en cuestión los compromisos asumidos por los que se lo han llevado (a los que denominan como «la casta»), y no se reprimen a la hora de utilizar la demagogia y prometen, con cierta frivolidad, el oro y el moro (renta social, energía gratis, y cosas así) para los más desfavorecidos. Y aun a sabiendas de que mucho de lo que dicen no va ser posible, nos gusta, gusta a mucha gente; porque, como te decía, hay una gran parte de la ciudadanía que está muy harta de «la casta», o sea, de los que hasta ahora han mandado. Y como estos nuevos parecen inteligentes, serios y honrados (aunque ya se les ha descubierto algún pecadillo), muchos están, estamos, con ellos y nos gustaría verlos gobernando. No nos vale aquello de «Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer»; queremos correr el riesgo.

Supongo que algo parecido habrá pasado en Grecia. Por eso, volviendo al artículo de Vargas Llosa, creo que, admitiendo que puede tener cierta razonabilidad su dictamen (en línea con la ortodoxia dominante) y asumiendo que todo el mundo tiene derecho a criticar, a mí me gustaría que los personajes de la talla intelectual de don Mario se reprimieran a la hora de sumarse a la ola de enjuiciar severamente a Syriza (tampoco cuesta mucho) y, por el contrario, se posicionaran, ante el mundo mundial, claramente a favor del nuevo gobierno griego, aunque sólo fuera por una cuestión de estética romántica. Al fin y al cabo, Syriza está, mientras no se demuestre lo contrario, a favor de los más desfavorecidos y eso siempre es loable. Se pueden equivocar y provocar que las cosas vayan a peor (como pronostica Vargas Llosa), pero siempre tendrán tiempo de reaccionar si fuera necesario; tontos, seguro que no son. Merecen un margen de confianza. Por último, un reproche para don Mario: comparar las iniciativas del nuevo gobierno griego con los experimentos fallidos que cita en su artículo no me parece nada elegante, más bien pueril y propio de un vulgar contertulio (de los flojos) de los que pululan por las numerosas tertulias radiofónicas y televisivas de España; a don Mario hay que exigirle más nivel.

Carlos, si has llegado hasta aquí, tienes mucho mérito; perdona la extensión.

Un fuerte abrazo. Julio


8 feb 2015

GABILONDO vs MARHUENDA


De lunes a jueves, a las 9:05, en la SER, Iñaki Gabilondo, en poco más de un minuto, nos da su opinión sobre alguno de los temas de mayor actualidad. Para mí, es, sin duda, la opinión más clarividente e ilustrativa de las que se vierten en las numerosas intervenciones periodísticas que hay en los medios audiovisuales españoles. Creo que es, verdaderamente, una opinión de peso, propia de un intelectual de gran talla.

Es obvio que Gabilondo, como todo el mundo, tiene su propia ideología o sus particulares tendencias y preferencias; eso es inevitable, por lo que no cabe hablar de plena objetividad en sus intervenciones. Pero sí de que rezuman grandes dosis de sentido común y razonabilidad, y esto es lo importante. También es importante su capacidad de síntesis y su habilidad para transmitir y comunicar; no en vano tiene en su zurrón profesional una larga, intensa, variada y densa carrera profesional en los principales medios audiovisuales de nuestro país, lo que, en mi opinión, le hace acreedor, con seguridad, al reconocimiento honorífico como, si no el mejor, uno de los mejores profesionales españoles en ese campo en los últimos cuarenta años.

Por todo esto, en poco más de un minuto, Gabilondo dice más y mejor que el conjunto de la mayoría de «opinólogos» y contertulios que nutren diariamente los numerosos programas de opinión o debate que hay en los medios audiovisuales en España, en los que, en la mayoría de los casos, lo que más se dicen son obviedades y, sobre todo, se lanzan mensajes teñidos de los colores políticos de los que en ellos participan.

Por poner un ejemplo de estos últimos, no hay más remedio que hablar de Francisco Marhuenda, actual director del diario La Razón, que tiene una amplia exposición en los programas audiovisuales a que me he referido. Se le ve en casi todos los programas de este tipo, tanto en los de las dos grandes operadoras privadas de TV —Mediaset (Cuatro y Tele 5) y Atresmedia (Antena3 y La Sexta)—, como en los de las televisiones públicas (TVE y Telemadrid); también se le puede escuchar con frecuencia en las emisoras radiofónicas de todos estos medios. La verdad, uno se pregunta cuándo trabajará en el periódico que dirige; será que tiene una gran capacidad de trabajo además del don de la ubicuidad, porque si no no se comprende. Por cierto, ya me gustaría saber cómo cobra la pasta gansa que le pagarán por estas cosas, y si lo que cobra va en su declaración del IRPF o utiliza alguna empresita interpuesta al estilo Monedero.

Pues bien, el multipresente Marhuenda es el prototipo del comunicador (si se le puede llamar así) que sólo pretende transmitir su mensaje partidista; en su caso, se evidencia que todo su interés está en ensalzar la acción política del PP y en defender a este partido de los que lo puedan atacar o criticar. Es el prototipo del periodista hoolligan monodireccional. Desde luego, la antítesis de Gabilondo.

Así que sería deseable que, ojalá, hubiera muchos «gabilondos» y pocos «marhuendas» en los medios de comunicación españoles.


Para acabar, aprovecho para recomendar ver en La Tuerka la interesantísima entrevista que Pablo Iglesias, el líder de Podemos, hizo no hace mucho a Iñaki Gabilondo; merece la pena.