A raíz de lo que le comenté a mi amigo Carlos Marenco, argentino que vive en
Argentina, por lo que había escrito en su blog
sobre el asunto de Grecia, nos intercambiamos algunos mensajes. Uno de ellos,
de fecha 10 de febrero, es el que transcribo a continuación, en el que me refiero a
un reciente artículo de Vargas Llosa sobre Grecia (cuya lectura me había sido
recomendada por mi interlocutor), que yo relaciono con la actualidad de Podemos
en España y en el que se refleja lo que opino sobre este nuevo partido y sobre lo de Grecia; este es el motivo de incluir el mensaje (con el permiso del destinatario) en este blog. Aclaro que si soy algo exhaustivo en mis explicaciones sobre lo que
pasa por aquí es porque mi interlocutor podría no estar muy al tanto de nuestra
actualidad.
Amigo Carlos:
He leído con atención el artículo
de Vargas Llosa que me recomendaste. Lo primero, debo decir que respeto y
admiro mucho la capacidad literaria del citado, sobre todo, desde que le vi y
escuché leer su emocionante y vibrante discurso en la ceremonia en la que, hace
unos años, le entregaron el Nobel; me entusiasmó. Sobre sus tendencias y
preferencias ideológicas o políticas, aunque no las conozco a fondo (sólo le he
escuchado, esporádicamente, algunas declaraciones), me temo que mi admiración
no es tan firme. Pero esto es lo de menos, lo importante es que no hay duda de
que don Mario es un personaje de gran talla intelectual, por lo que siempre hay
que poner atención a lo que dice o escribe.
Yendo al artículo, su contenido
no me ha resultado nada novedoso; es más, a medida de que avanzaba en su
lectura, los argumentos me parecían cada vez más familiares; es decir, me
sonaban más, porque coincidían, más o menos, con los que por aquí manejan los
afines a los sectores políticos de la derecha, que, a su vez, son los más
beligerantes con el nuevo partido Podemos y con su, aparentemente, afín Syriza,
al que Vargas Llosa dedica su crónica y responsabiliza del, según él, previsto
harakiri de Grecia si Alexis Tsipras no se desdice de sus promesas electorales
y no pasa por el aro que imponen los que mandan en la UE. Al acabar de leer el
artículo he encontrado la explicación a que me sonasen los argumentos: el
artículo estaba escrito en Madrid (aunque así aparece en la primera línea, no
me había percatado al iniciar la lectura).
No me cabe la menor duda de que
don Mario es un espíritu libre, por lo que su pensamiento y acción política,
supongo, se ajustará, simplemente, a lo que le diga su conciencia o a su modo de ver
las cosas; estoy seguro. Pero es posible que también sea agradecido y leal con
los que considere sus amigos o más afines; y es obvio que estos y aquellos (de
los de España) defienden las tesis expuestas en el artículo que nos ocupa,
especialmente desde que Syriza ganó en Grecia. O sea, Carlos, lo que quiero
decir, desde el respeto que me merece el personaje, que don Mario no ha hecho
otra cosa que alinearse con las tesis del PP, con cuyo presidente de honor, el
inefable José María Aznar, parece que le une una muy buena relación.
Obviamente, todo lo anterior no es más que una atrevida presunción, porque,
como es natural, no puedo saber lo que le pasa por la cabeza al insigne
escritor. Pero así me lo ha parecido, y, como estamos en confianza, así te lo
digo.
Y ya que me he puesto, permíteme
algunas consideraciones sobre la tesis que Vargas llosa expone en su artículo:
la frivolidad de los nuevos dirigentes griegos que, con su política anunciada,
van a ser responsables del harakiri griego; todo ello, según el autor. Y para eso,
me voy a basar en lo que está pasando en España tras la irrupción de Podemos,
que, como ya te he dicho en contactos anteriores, es un nuevo partido con
aparentes similitudes con el griego Syriza: ambos son partidos de corta vida y
experiencia (sobre todo, el español Podemos); ambos son beligerantes con los
que, desde hace años, han ocupado la derecha e izquierda y se han alternado en
el poder; ambos cuestionan la obligación de pagar las deudas contraídas con sus
socios de la UE; ambos propugnan políticas poco ortodoxas para favorecer a los
más desprotegidos; ambos están formados por cuadros de dirigentes jóvenes que
rehúyen los convencionalismos (lo de no usar corbata es significativo),… en
fin, creo que se parecen mucho, por lo que podrían ser intercambiables. También
en lo socioeconómico hay similitudes entre los dos países, porque en ambos la
crisis se ha cebado con dureza, por lo que el deterioro en los últimos años ha
sido muy evidente y doloroso. Por último, el capítulo de corrupciones, que en
España lleva unos años de permanente y escandalosa actualidad, parece que
también ha tenido protagonismo en Grecia. Así las cosas, trataré de exponer lo
qué está pasando en España para que, por analogía, se pueda entender lo de
Grecia.
En España, dos han sido los
factores que han provocado una situación de descontento generalizado:
- Uno, la crisis económica que ha dejado a más de la cuarta parte de los ciudadanos en desempleo (más del 50% de los jóvenes), a la vez que se han recortado las prestaciones sociales (en sanidad, educación y dependencia, por citar las más criticadas).
- Dos, la tremenda ola de corrupción política destapada en los últimos seis u ocho años; aunque en tiempos pasados también la hubo, la de los últimos años ha sido escandalosa.
Nos encontramos, por tanto, en
que, por una parte, las clases más desfavorecidas han sido golpeadas
económicamente y se ha acentuado dramáticamente la «desigualdad» (término muy
manido por aquí en los últimos años); por otra, los ciudadanos contemplan
atónitos e impotentes cómo los privilegiados y la clase política se lo han
estado llevando a manos llenas. Resultado: más que descontento, indignación
generalizada de la mayor parte de la ciudadanía. Y esta indignación se ha
focalizado sobre los dos grandes partidos, PP (derecha) y PSOE (izquierda), a
los que se culpa de lo ocurrido. Porque aquí, Carlos, nos hemos enterado de que
muchos de los que dictan las leyes y dicen a los ciudadanos cómo deben
comportarse son los que más flagrantemente las incumplen y peor se comportan.
Nos hemos enterado de que hay indicios más que racionales de que los dirigentes
del partido del gobierno (incluido el presidente) cobraban parte de su
retribución en el partido en dinero negro (sin control del fisco); que había
una ministra cuyo esposo recibió de una organización corruptora, entre otras
prebendas, un flamante Jaguar y ella «no se enteró» (aunque lo tenía en el
garaje de su casa); que al tesorero del PP se le descubrieron 48 millones de
euros en Suiza que parece que le llovieron del cielo; que a algún dirigente
político le «tocaba» con sospechosa frecuencia la lotería; que el yerno del rey
se estaba forrando con cargo a las arcas públicas realizando contrataciones,
más que sospechosas, con la Administración; que las grandes sumas del dinero
que el Estado destinaba a combatir el desempleo (con acciones formativas y de
otro tipo) se lo quedaban los sindicalistas y empresarios, y los cercanos
gestores políticos (de la izquierda) «no se enteraban»; que políticos de varios
partidos y sindicalistas (puestos a dedo en consejos de administración de
entidades financieras «rescatadas» con dinero público tras una nefasta gestión)
«gozaban» de tarjetas «opacas» con las que se pagaban, sin ningún pudor,
suntuosos y variados caprichos personales; que buen número de entidades
financieras semipúblicas (Cajas de Ahorro) tuvieron que ser intervenidas e
inyectadas con dinero público mientras sus dirigentes (provenientes de la clase
política) percibían retribuciones supermilllonarias; que en los juzgados se
están instruyendo un buen número de causas por tramas de corrupción política, …
y, con todo esto y mucho más, resulta que se pueden contar con los dedos de una
mano los que han entrado en la cárcel (y todos sabemos que no estarán mucho
tiempo), y, lo peor, no se ha recuperado lo robado. Así que, con este panorama,
no es de extrañar que una buena parte de la ciudadanía, en especial los que lo
están pasado peor, estén hasta los güevos (con perdón) y hartos de los
partidos políticos que han gobernado en los últimos treinta años. Por terminar
con el cuadro, una noticia de hoy: hay 13.000.000 de españoles que están en
riesgo de exclusión social debido a su pobreza. No sé si será exagerada la
cifra, pero ya es significativo que se maneje.
Y así las cosas, sale a la
palestra política el nuevo partido Podemos, cuyos dirigentes son un grupo de
jóvenes treintañeros, profesores de universidad, que, con atrevimiento, descaro
y gran desparpajo, lanzan un mensaje de ilusión y esperanza: quieren hacer
«otra» política, romper con la inercia y la alternancia (bipartidismo),
rechazan la división izquierdas y derechas y hablan de «los de arriba y los de
abajo»; no reconocen o ponen en cuestión los compromisos asumidos por los que
se lo han llevado (a los que denominan como «la casta»), y no se reprimen a la
hora de utilizar la demagogia y prometen, con cierta frivolidad, el oro y el
moro (renta social, energía gratis, y cosas así) para los más desfavorecidos. Y
aun a sabiendas de que mucho de lo que dicen no va ser posible, nos gusta,
gusta a mucha gente; porque, como te decía, hay una gran parte de la ciudadanía
que está muy harta de «la casta», o sea, de los que hasta ahora han mandado. Y
como estos nuevos parecen inteligentes, serios y honrados (aunque ya se les ha
descubierto algún pecadillo), muchos están, estamos, con ellos y nos gustaría
verlos gobernando. No nos vale aquello de «Más vale lo malo conocido que lo
bueno por conocer»; queremos correr el riesgo.
Supongo que algo parecido habrá
pasado en Grecia. Por eso, volviendo al artículo de Vargas Llosa, creo que,
admitiendo que puede tener cierta razonabilidad su dictamen (en línea con la
ortodoxia dominante) y asumiendo que todo el mundo tiene derecho a criticar, a
mí me gustaría que los personajes de la talla intelectual de don Mario se
reprimieran a la hora de sumarse a la ola de enjuiciar severamente a Syriza
(tampoco cuesta mucho) y, por el contrario, se posicionaran, ante el mundo
mundial, claramente a favor del nuevo gobierno griego, aunque sólo fuera por
una cuestión de estética romántica. Al fin y al cabo, Syriza está, mientras no
se demuestre lo contrario, a favor de los más desfavorecidos y eso siempre es
loable. Se pueden equivocar y provocar que las cosas vayan a peor (como
pronostica Vargas Llosa), pero siempre tendrán tiempo de reaccionar si fuera
necesario; tontos, seguro que no son. Merecen un margen de confianza. Por
último, un reproche para don Mario: comparar las iniciativas del nuevo gobierno
griego con los experimentos fallidos que cita en su artículo no me parece nada
elegante, más bien pueril y propio de un vulgar contertulio (de los
flojos) de los que pululan por las numerosas tertulias radiofónicas y
televisivas de España; a don Mario hay que exigirle más nivel.
Carlos, si has llegado hasta
aquí, tienes mucho mérito; perdona la extensión.
Julio:
ResponderEliminarRepito lo que te dije en privado: Si llegué hasta el final, el mérito es tuyo, no mío.
Carlos Marenco