13 abr 2016

ALLÁ DONDE FUERES...

El viejo refrán “Allá donde fueres, haz lo que vieres” supone un sabio consejo que conviene tener siempre presente. Como muchos refranes o dichos populares, este es algo así como una píldora expresiva que contiene una gran dosis de sentido común y que puede ayudarnos a adecuar nuestro comportamiento en determinadas circunstancias.

En concreto, el consejo que recibimos de este refrán es que cuando nos incorporemos a espacios sociales desconocidos o muy poco habituales para nosotros, al menos al principio tratemos de imitar lo básico de los comportamientos de los que se ve que están más habituados. O sea, nos insta a que seamos convencionales. Pero no es un mandato autoritario, es simplemente un consejo bienintencionado que, en mi opinión, se fundamenta en que lo habitual no es algo aleatorio; más bien es la consecuencia del permanente empeño del ser humano por dar con lo más adecuado. Esto podría ser discutido y daría para exquisiteces argumentales muy variadas, pero no es mi intención entrar en ello ahora; simplemente pretendo dejar constancia de la relación que, en general, hay entre las dos locuciones que he resaltado en negrita: lo habitual y lo más adecuado. 
Partiendo de lo que acabo de decir, me voy a tomar la libertad de comentar un par de muestras de comportamientos relacionados con la estética del atuendo. Uno, es la informalidad en la vestimenta de algunos de los diputados españoles en el Congreso; el otro, el atuendo de buena parte de las personas procedentes de países árabes o musulmanes y que viven entre nosotros. En ambos casos los actores o no conocían aquello de “Allá donde fueres...” o, si lo conocían, se lo han pasado por el forro.
Se habrá entendido que el primer grupo al que me he referido son los diputados de Podemos, si bien, voy a personalizar en su líder, Pablo Iglesias, que es el que marca estilo. Normalmente le vemos en la tele en mangas de camisa, salvo si está en la calle y hace frío o llueve. Y así, en mangas de camisa, fue a sus recientes audiencias con el Rey, se sienta en su escaño en el Congreso o, cuando le toca, habla desde la tribuna de oradores. Probablemente estará más cómodo que encorbatado y con chaqueta; no lo dudo. Pero no le hubiera costado mucho utilizar, al menos, americana, no digo corbata, para acomodarse a lo que seguro habría visto que se estila en las situaciones comentadas. Realmente, no le hubiera costado nada.
Por qué, entonces, su empecinamiento en mantener su excesivamente informal e inusual atuendo en actos o lugares de cierta, digamos, seriedad, donde siempre se ha visto que los que los frecuentan mantienen las formas en su vestimenta. Él sabrá, aunque a mí me parece que es, como se dice ahora, puro postureo. Puede que al adoptar esa transgresora estética quiera manifestar su rechazo a los convencionalismos instaurados por aquellos a los que denuesta; está en su derecho, faltaría más. Porque es obvio que no es monárquico y, por otro lado, siempre ha sido muy crítico con los que han venido ocupando los escaños del Congreso, es decir, con “la casta”.
Pero creo que es un error un poco infantil porque, si mantiene su ascendente trayectoria política, puede que algún día se vea en situaciones en las que el protocolo o los formalismos le obliguen a un atuendo más formal. Y si es así y transige, la ocasión dará mucho que hablar, y tendrá que soportar críticas, y habrá muchos que se descojonen de su “claudicación”.
Pero, para mí, lo peor es que su actitud es claramente desconsiderada con el conjunto de la ciudadanía; realmente nos ha dado una especie de bofetada virtual. Porque todos habíamos asumido la convención de que lo habitual era ver a los diputados con su chaqueta y corbata; así como a los visitantes del Rey “bien” vestiditos. Entendíamos que era lo adecuado y, por tanto, lo que había que hacer. Pero, sin ninguna consideración, Pablo ha hecho lo contrario. Por eso, creo que con su estética transgresora lo que ha hecho es decirnos a todos que estábamos equivocados, que somos unos memos por aceptar ciertos convencionalismos y que no entendemos nada; o sea, que parecemos tontos. Confieso que me ha jodido; esta te la guardo, Pablo.
Lo del atuendo de los musulmanes en los países occidentales, como es el nuestro, es más complicado y tiene connotaciones más profundas o de mayor alcance, como es la religión y la tradición (más que la costumbre). Creo que es una cuestión de fundamentalismo en las creencias. Y eso tiene más difícil solución (no es como lo de la chaqueta de Iglesias). A mí me parece algo anacrónico lo de las chilabas, los turbantes, los pañuelos en la cabeza, los velos y los embozos, pero no tendría nada que decir si las personas que los usan estuvieran en los países en los que resultan totalmente normales; o sea, donde es lo habitual. Estarían en su pleno derecho y probablemente tendrán razones para considerarlo lo adecuado. Ahora bien, si están en un país donde esas prendas resultan totalmente inusuales e, incluso, estrafalarias, deberían entender que si no es lo habitual es porque las consideramos no adecuadas para su uso en público.
¿Y por qué no se visten como los del lugar? O sea, ¿por qué no hacen lo que ven? Para responder habría que conocer la mentalidad y razones de las personas de las que hablo, y yo no las conozco. Pero me aventuro a dar una opinión. A mí me parece que tienen mucho interés en diferenciarse; en que se note que son distintos. Porque creo que, ante una situación excepcional como es el caso de vivir en un país en calidad de emigrante, podrían estar dispensados de cumplir con algunos de sus ritos u obligaciones religiosas o morales, al menos en lo que parece más superficial, como es la vestimenta. Me resulta difícil creer que las musulmanas puedan incurrir en falta moral grave por el hecho de que vayan con la cabeza descubierta en un entorno extraño y, en cierto modo, contrario a esa costumbre o precepto. Creo, por tanto, que, como he dicho, lo hacen porque quieren demostrar su singularidad. O sea, como en el caso de Pablo, lo que nos quieren decir es que somos algo tontos; que lo adecuado es lo de ellos, que lo habitual de nuestro atuendo es casi ridículo, en suma, que no tenemos ni puta idea. Pues también me jode.
Lo mismo me pasa cuando veo en la tele a esos jeques que nos visitan, unas veces en viajes de ocio y otras por asuntos oficiales (que aprovechan, seguro, para lo otro). Tampoco usan traje o chaqueta, vaqueros, camisas de cuadros y otras vulgaridades propias del atuendo de los lugareños. También tratan de diferenciarse con sus impolutas blancas túnicas y demás singularidades de su vestimenta, si bien, creo que en estos no influye la religión y otras bagatelas; más bien creo que lo hacen para que se note el "abolengo" que les proporciona sus arcas repletas de petrodólares.  
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COMENTARIO ULTERIOR (9-03-2020): Tras las elecciones de noviembre 2019, en enero de 2020 Pablo Iglesias fue nombrado vicepresidente 2º del gobierno de coalición que, desde entonce preside Pedro Sánchez, del PSOE. Ahora ya le veo a Pablete que cuando está en el Congreso lleva americana; ya no se presenta en la tribuna de oradores en camisa. Algo ha cambiado.