El viejo refrán “Allá
donde fueres, haz lo que vieres” supone un sabio consejo que conviene tener
siempre presente. Como muchos refranes o dichos populares, este es algo así
como una píldora expresiva que contiene una gran dosis de sentido común y que
puede ayudarnos a adecuar nuestro comportamiento en determinadas
circunstancias.
En concreto, el
consejo que recibimos de este refrán es que cuando nos incorporemos a espacios
sociales desconocidos o muy poco habituales para nosotros, al menos al
principio tratemos de imitar lo básico de los comportamientos de los que se ve
que están más habituados. O sea, nos insta a que seamos convencionales. Pero no
es un mandato autoritario, es simplemente un consejo bienintencionado que, en
mi opinión, se fundamenta en que lo
habitual no es algo aleatorio; más bien es la consecuencia del permanente
empeño del ser humano por dar con lo más
adecuado. Esto podría ser discutido y daría para exquisiteces argumentales
muy variadas, pero no es mi intención entrar en ello ahora; simplemente
pretendo dejar constancia de la relación que, en general, hay entre las dos
locuciones que he resaltado en negrita: lo habitual y lo más adecuado.
Partiendo de lo que
acabo de decir, me voy a tomar la libertad de comentar un par de muestras de
comportamientos relacionados con la estética del atuendo. Uno, es la
informalidad en la vestimenta de algunos de los diputados españoles en el
Congreso; el otro, el atuendo de buena parte de las personas procedentes de
países árabes o musulmanes y que viven entre nosotros. En ambos casos los
actores o no conocían aquello de “Allá donde fueres...” o, si lo conocían, se
lo han pasado por el forro.
Se habrá entendido
que el primer grupo al que me he referido son los diputados de Podemos, si
bien, voy a personalizar en su líder, Pablo Iglesias, que es el que marca
estilo. Normalmente le vemos en la tele en mangas de camisa, salvo si está en
la calle y hace frío o llueve. Y así, en mangas de camisa, fue a sus recientes
audiencias con el Rey, se sienta en su escaño en el Congreso o, cuando le toca,
habla desde la tribuna de oradores. Probablemente estará más cómodo que
encorbatado y con chaqueta; no lo dudo. Pero no le hubiera costado mucho
utilizar, al menos, americana, no digo corbata, para acomodarse a lo que seguro habría visto que se estila en las situaciones comentadas. Realmente, no le hubiera
costado nada.
Por qué, entonces, su
empecinamiento en mantener su excesivamente informal e inusual atuendo en
actos o lugares de cierta, digamos, seriedad, donde siempre se ha visto que los que los frecuentan mantienen las formas en su vestimenta. Él sabrá,
aunque a mí me parece que es, como se dice ahora, puro postureo. Puede que al
adoptar esa transgresora estética quiera manifestar su rechazo a los
convencionalismos instaurados por aquellos a los que denuesta; está en su derecho, faltaría
más. Porque es obvio que no es monárquico y, por otro lado, siempre ha sido muy
crítico con los que han venido ocupando los escaños del Congreso, es decir, con
“la casta”.
Pero creo que es un
error un poco infantil porque, si mantiene su ascendente trayectoria política,
puede que algún día se vea en situaciones en las que el protocolo o los
formalismos le obliguen a un atuendo más formal. Y si es así y transige, la
ocasión dará mucho que hablar, y tendrá que soportar críticas, y habrá muchos
que se descojonen de su “claudicación”.
Pero, para mí, lo
peor es que su actitud es claramente desconsiderada con el conjunto de la
ciudadanía; realmente nos ha dado una especie de bofetada virtual. Porque todos habíamos asumido la convención de que lo habitual era ver a los diputados con su chaqueta y corbata; así como a los
visitantes del Rey “bien” vestiditos. Entendíamos que era lo adecuado y, por tanto, lo que había que hacer. Pero, sin ninguna consideración, Pablo ha hecho lo contrario. Por eso, creo que con su estética transgresora lo que ha hecho es decirnos a todos que estábamos equivocados, que somos unos memos por aceptar ciertos convencionalismos y que no entendemos nada; o sea, que parecemos
tontos. Confieso que me ha jodido; esta te la guardo, Pablo.
Lo del atuendo de los
musulmanes en los países occidentales, como es el nuestro, es más complicado y
tiene connotaciones más profundas o de mayor alcance, como es la religión y la
tradición (más que la costumbre). Creo que es una cuestión de fundamentalismo
en las creencias. Y eso tiene más difícil solución (no es como lo de la
chaqueta de Iglesias). A mí me parece algo anacrónico lo de las chilabas, los
turbantes, los pañuelos en la cabeza, los velos y los embozos, pero no tendría
nada que decir si las personas que los usan estuvieran en los países en los que
resultan totalmente normales; o sea, donde es lo habitual. Estarían en su pleno derecho y probablemente tendrán
razones para considerarlo lo adecuado.
Ahora bien, si están en un país donde esas prendas resultan totalmente
inusuales e, incluso, estrafalarias, deberían entender que si no es lo habitual es porque las
consideramos no adecuadas para su
uso en público.
¿Y por qué no se
visten como los del lugar? O sea, ¿por qué no hacen lo que ven? Para responder
habría que conocer la mentalidad y razones de las personas de las que hablo, y
yo no las conozco. Pero me aventuro a dar una opinión. A mí me parece que
tienen mucho interés en diferenciarse; en que se note que son distintos. Porque
creo que, ante una situación excepcional como es el caso de vivir en un país en
calidad de emigrante, podrían estar dispensados de cumplir con algunos de sus
ritos u obligaciones religiosas o morales, al menos en lo que parece más
superficial, como es la vestimenta. Me resulta difícil creer que las musulmanas
puedan incurrir en falta moral grave por el hecho de que vayan con la cabeza
descubierta en un entorno extraño y, en cierto modo, contrario a esa costumbre
o precepto. Creo, por tanto, que, como he dicho, lo hacen porque quieren
demostrar su singularidad. O sea, como en el caso de Pablo, lo que nos quieren
decir es que somos algo tontos; que lo
adecuado es lo de ellos, que lo
habitual de nuestro atuendo es casi ridículo, en suma, que no tenemos ni
puta idea. Pues también me jode.
Lo mismo me pasa
cuando veo en la tele a esos jeques que nos visitan, unas veces en viajes de ocio y otras por asuntos oficiales (que aprovechan, seguro, para lo otro). Tampoco usan traje o chaqueta, vaqueros, camisas de cuadros y otras
vulgaridades propias del atuendo de los lugareños. También tratan de
diferenciarse con sus impolutas blancas túnicas y demás singularidades de su vestimenta,
si bien, creo que en estos no influye la religión y otras bagatelas; más bien
creo que lo hacen para que se note el "abolengo" que les proporciona sus arcas
repletas de petrodólares.
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COMENTARIO ULTERIOR (9-03-2020): Tras las elecciones de noviembre 2019, en enero de 2020 Pablo Iglesias fue nombrado vicepresidente 2º del gobierno de coalición que, desde entonce preside Pedro Sánchez, del PSOE. Ahora ya le veo a Pablete que cuando está en el Congreso lleva americana; ya no se presenta en la tribuna de oradores en camisa. Algo ha cambiado.
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