El caso "Gürtel" está de actualidad en España. Por si alguno de otras latitudes o longitudes lee esto conviene que sepa que con ese nombre se conoce a la trama de corrupción política que recientemente se ha destapado y que tiene en entredicho, por decirlo suavemente, a unos cuantos cargos importantes del Partido Popular. Es tema recurrente y destacado en todos los medios de comunicación españoles, por lo que no es de extrañar que me haya pasado lo que relato a continuación.
Ayer vi en la tele un reportaje sobre unos aguerridos alpinistas (o montañeros) en su ascensión a una cumbre importante; creo que era del Himalaya, de unos 7.000 metros. Sorprendentemente, mientras veía las imágenes caí en la cuenta de que, mentalmente, estaba relacionando lo que veía con el caso "Gürtel". ¡Qué raro!, me dije. ¿Cómo he podido tener tal absurda asociación de ideas?, me pregunté. Así que no tuve más remedio que pararme a pensar en la razón de tan extraña asociación mental.
Lo primero que hice fue tranquilizarme; hasta cierto punto, no debía considerar muy extraño y ni mucho menos patológico que el "Gürtel" le venga a uno a la mente -incluso cuando está viendo un documental de la 2- en estos días en que los medios no paran de hablar de este caso. No debía, por tanto, preocuparme por mi estabilidad síquica y anímica: le podía pasar a cualquiera. Pero no me despreocupé del todo, seguí pensando en ello.
Estaba viendo unos esforzados hombres, jóvenes, poniendo en juego sus vidas (la ascensión, a través del hielo y la nieve, no estaba exenta de riesgos reales); en pos de un objetivo que, como mucho, sólo les podría reportar la satisfacción personal de haberlo alcanzado con éxito; equipados con ropas de abrigo, crampones y piolets; con la mochila, a rebosar, siempre a la espalda; pernoctando al socaire en endebles tiendas de campaña, allá donde la helada ladera diese un respiro y permitiera el cobijo; caminando, cuando el tiempo lo permitía, siempre hacia arriba, paso a paso, a ritmo aparentemente cansino pero constante y firme, abriendo senda en la nieve; escalando paredes heladas con la simple ayuda de sus crampones y piolets, y con la elemental protección de la cuerda afianzada por otro compañero; rostros curtidos por el sol y por la refulgencia del blanco entorno, dando tiempo a la aclimatación en cada cota; controlando la fatiga, con constancia y sin desmayo; superando las adversidades climatológicas, etc. En fin, unos tíos que jugándosela, esforzándose y sufriendo sólo pretendían vencer a la naturaleza por el simple y grandioso placer de hacerlo; ellos solos, a pecho descubierto, contra la montaña. Loable.
Y, a la vez, pensaba en los del "Gürtel". Instalados en el poder o siendo amigos de los que lo están, con sensación, por ello, de plena seguridad y de tener las espaldas cubiertas; bien equipados con sus trajes de calidad, sus relojes de oro, con buenos pisos o chalés; con sus cochazos, con sus viajes, con sus comidas en caros restaurantes, con sus fiestas y sus putas a gogo; intrigando, maquinando, seduciendo y comprando voluntades; obteniendo dinero de forma tan fácil como ilícita; luciendo morenada mediterránea o caribeña, aclimatados perfectamente a su estatus de privilegiados; viviendo deprisa y a todo trapo, sin fatigas y sin penurias, etc. En fin, unos tipos que casi sin dar ni golpe vivían de puta madre a cuenta de todos los "pringaos" ciudadanos (como seguro que ellos nos consideran). Ellos solos, bien respaldados y con las cartas marcadas, contra todos los demás. Deleznable.
Desde luego, difícilmente se puede explicar uno cómo pude asociar dos comportamientos o estilos de vida tan diametralmente opuestos. Me lo voy a tener que mirar, pero aseguro que fue así.
Puestos a encontrar alguna analogía que justificase la asociación, diría que se puede encontrar entre ambos un punto en común: la claridad de sus objetivos y su dedicación a conseguirlos; en eso se parecen. Pero, pensando más en todo esto, he caído en la cuenta de que no es en esta micra de similitud lo que ha hecho que relacionase mentalmente a ambos grupos. No, lo que me ha llevado a la conexión es la sensación de que unos y otros representan, afortunadamente, grupos minoritarios en nuestra sociedad. Sí, he dicho bien: afortunadamente.
Afortunadamente hay, en términos relativos, pocos esforzados alpinistas que se dedican, en batalla noble con la naturaleza, a superar los retos que ésta ofrece, ¡menos mal!; si hubiera muchos, la naturaleza, irremediablemente, perdería la batalla. El ser humano, de una forma u otra, ganaría, y los retos actuales que hoy, afortunadamente, presenta la naturaleza quedarían superados, y, así, el ser humano perdería el bello aliciente que supone vencerla de vez en cuando. Además, si se masificara el alpinismo dejaría de tener su mística y perdería la condición de referente, como lo es ahora, para las gestas y hazañas humanas en la gran pelea entre los dos elementos básicos de la creación: el ser humano y la naturaleza. ¡Que siga la pugna!
Afortunadamente, también hay pocos casos como el "Gürtel" y, por tanto, pocas personas, en términos relativos, que se dedican a lo que los protagonistas de este caso se han venido dedicando mientras les ha durado el chollo. Afortunadamente, la inmensa mayoría hace las cosas que tiene que hacer dentro de las normas que nos hemos dado, es decir, dentro de la ley, y afortunadamente, la gran mayoría vive con dignidad el rol que las circunstancias y sus condiciones personales le permiten. Afortunadamente, el número de chorizos tipo "Gürtel", aunque es elevado, es muy minoritario en nuestra sociedad. Con ellos, con estos bandidos de guante blanco, tolerancia cero; ¡ni agua!
Así pues, me ha quedado claro que la asociación de ideas me llegó por la satisfacción que me produjo caer en la cuenta de que, afortunadamente, los alpinistas y los hijoputas son minoritarios en nuestra sociedad ¡Congratulémonos!
Ayer vi en la tele un reportaje sobre unos aguerridos alpinistas (o montañeros) en su ascensión a una cumbre importante; creo que era del Himalaya, de unos 7.000 metros. Sorprendentemente, mientras veía las imágenes caí en la cuenta de que, mentalmente, estaba relacionando lo que veía con el caso "Gürtel". ¡Qué raro!, me dije. ¿Cómo he podido tener tal absurda asociación de ideas?, me pregunté. Así que no tuve más remedio que pararme a pensar en la razón de tan extraña asociación mental.
Lo primero que hice fue tranquilizarme; hasta cierto punto, no debía considerar muy extraño y ni mucho menos patológico que el "Gürtel" le venga a uno a la mente -incluso cuando está viendo un documental de la 2- en estos días en que los medios no paran de hablar de este caso. No debía, por tanto, preocuparme por mi estabilidad síquica y anímica: le podía pasar a cualquiera. Pero no me despreocupé del todo, seguí pensando en ello.
Estaba viendo unos esforzados hombres, jóvenes, poniendo en juego sus vidas (la ascensión, a través del hielo y la nieve, no estaba exenta de riesgos reales); en pos de un objetivo que, como mucho, sólo les podría reportar la satisfacción personal de haberlo alcanzado con éxito; equipados con ropas de abrigo, crampones y piolets; con la mochila, a rebosar, siempre a la espalda; pernoctando al socaire en endebles tiendas de campaña, allá donde la helada ladera diese un respiro y permitiera el cobijo; caminando, cuando el tiempo lo permitía, siempre hacia arriba, paso a paso, a ritmo aparentemente cansino pero constante y firme, abriendo senda en la nieve; escalando paredes heladas con la simple ayuda de sus crampones y piolets, y con la elemental protección de la cuerda afianzada por otro compañero; rostros curtidos por el sol y por la refulgencia del blanco entorno, dando tiempo a la aclimatación en cada cota; controlando la fatiga, con constancia y sin desmayo; superando las adversidades climatológicas, etc. En fin, unos tíos que jugándosela, esforzándose y sufriendo sólo pretendían vencer a la naturaleza por el simple y grandioso placer de hacerlo; ellos solos, a pecho descubierto, contra la montaña. Loable.
Y, a la vez, pensaba en los del "Gürtel". Instalados en el poder o siendo amigos de los que lo están, con sensación, por ello, de plena seguridad y de tener las espaldas cubiertas; bien equipados con sus trajes de calidad, sus relojes de oro, con buenos pisos o chalés; con sus cochazos, con sus viajes, con sus comidas en caros restaurantes, con sus fiestas y sus putas a gogo; intrigando, maquinando, seduciendo y comprando voluntades; obteniendo dinero de forma tan fácil como ilícita; luciendo morenada mediterránea o caribeña, aclimatados perfectamente a su estatus de privilegiados; viviendo deprisa y a todo trapo, sin fatigas y sin penurias, etc. En fin, unos tipos que casi sin dar ni golpe vivían de puta madre a cuenta de todos los "pringaos" ciudadanos (como seguro que ellos nos consideran). Ellos solos, bien respaldados y con las cartas marcadas, contra todos los demás. Deleznable.
Desde luego, difícilmente se puede explicar uno cómo pude asociar dos comportamientos o estilos de vida tan diametralmente opuestos. Me lo voy a tener que mirar, pero aseguro que fue así.
Puestos a encontrar alguna analogía que justificase la asociación, diría que se puede encontrar entre ambos un punto en común: la claridad de sus objetivos y su dedicación a conseguirlos; en eso se parecen. Pero, pensando más en todo esto, he caído en la cuenta de que no es en esta micra de similitud lo que ha hecho que relacionase mentalmente a ambos grupos. No, lo que me ha llevado a la conexión es la sensación de que unos y otros representan, afortunadamente, grupos minoritarios en nuestra sociedad. Sí, he dicho bien: afortunadamente.
Afortunadamente hay, en términos relativos, pocos esforzados alpinistas que se dedican, en batalla noble con la naturaleza, a superar los retos que ésta ofrece, ¡menos mal!; si hubiera muchos, la naturaleza, irremediablemente, perdería la batalla. El ser humano, de una forma u otra, ganaría, y los retos actuales que hoy, afortunadamente, presenta la naturaleza quedarían superados, y, así, el ser humano perdería el bello aliciente que supone vencerla de vez en cuando. Además, si se masificara el alpinismo dejaría de tener su mística y perdería la condición de referente, como lo es ahora, para las gestas y hazañas humanas en la gran pelea entre los dos elementos básicos de la creación: el ser humano y la naturaleza. ¡Que siga la pugna!
Afortunadamente, también hay pocos casos como el "Gürtel" y, por tanto, pocas personas, en términos relativos, que se dedican a lo que los protagonistas de este caso se han venido dedicando mientras les ha durado el chollo. Afortunadamente, la inmensa mayoría hace las cosas que tiene que hacer dentro de las normas que nos hemos dado, es decir, dentro de la ley, y afortunadamente, la gran mayoría vive con dignidad el rol que las circunstancias y sus condiciones personales le permiten. Afortunadamente, el número de chorizos tipo "Gürtel", aunque es elevado, es muy minoritario en nuestra sociedad. Con ellos, con estos bandidos de guante blanco, tolerancia cero; ¡ni agua!
Así pues, me ha quedado claro que la asociación de ideas me llegó por la satisfacción que me produjo caer en la cuenta de que, afortunadamente, los alpinistas y los hijoputas son minoritarios en nuestra sociedad ¡Congratulémonos!