12 abr 2014

MELIFLUOS



Como en las ocasiones anteriores en las que escribí mi opinión sobre diversos tipos de personas, como son los INCONSISTENTES o los REBAÑABLES o los PATRIOTAS DE PACOTILLA, o cuando hablé DE TONTOS Y LISTOS, ahora me voy a referir a cómo veo la forma de ser de los individuos a los que yo, no sé si con acierto, he denominado «melifluos».

El diccionario dice que el adjetivo «melifluo» —que tiene un uso peyorativo— significa «dulce, suave, delicado y tierno en el trato o en la manera de hablar». Supongo que se entiende, pero a mí me parece que resulta más expresivo si se asume su sinonimia con «remilgado, adulador, hipócrita, ñoño, relamido, cursi, mojigato, ...» y con otros adjetivos de este estilo. Pero, siendo más categórico, creo que lo que mejor define al melifluo es aquella famosa frase que con frecuencia utilizaba el periodista radiofónico José María García para referirse a algunos de los que no le caían bien: «no tiene una mala palabra pero tampoco ninguna buena acción». 

Los melifluos son muy condescendientes y, por eso, tienden al acuerdo; es decir, no les gusta llevar la contraria y prefieren sumarse a lo que en cada circunstancia propugnan los demás, especialmente si los demás son importantes o si lo que se propugna es lo que aparentemente está bien visto o se ajusta a la corriente general o mayoritaria. Como mucho, con lo que puedan no estar de acuerdo prefieren utilizar su silencio como fórmula de desaprobación, olvidándose por completo de aquello de que «el que calla, otorga».  Cualquier cosa les vale, menos la confrontación, aunque esta sea inocua o simplemente dialéctica. 

Es decir, si, ante una determinada cuestión, las circunstancias aconsejan al melifluo que conviene manifestarse de una determinada manera, así lo hace, pero si, ante la misma cuestión, en otras circunstancias considera que debe manifestarse de manera contraria, lo hace también sin ningún rubor. Y si se da el caso de que alguien se da cuenta de su incongruencia al manifestarse de forma diferente ante una misma cuestión y se lo recrimina, no dudará, ante esta nueva situación, en decir lo que considere necesario para salir del embarazo y situarse de acuerdo con el recriminador. Empezando con algo como «No, hombre, lo que yo dije (o quise decir) es que...» negará con descaro —y, eso sí, sonriendo y poniendo su mejor cara— lo que le interese y se alineará con lo que considere que en la nueva situación le conviene.

Así que lo de llevarse bien y no discrepar es lo que le priva al melifluo. La no beligerancia es su lema. Visto así, cualquiera diría que, en sí, eso no es malo... ni tampoco bueno, digo yo. Porque cuando percibes que alguien es así, deja de ser fiable para ti. Y es que, a la hora de actuar, sus eventuales manifestaciones previas sobre la cuestión objeto de la acción no le importan demasiado; al actuar, al melifluo lo que le importa es lo que las circunstancias en ese momento le aconsejen para que su acción no resulte discrepante. O sea, si se ve obligado a la acción, actuará de acuerdo con el criterio imperante en ese momento, sin preocuparse de que, objetivamente, sea bueno o no, y olvidándose por completo de lo que haya podido decir previamente sobre el asunto objeto de la acción. 

Porque, en realidad, lo que le pasa al melifluo es que carece de criterio. Su capacidad de análisis es casi nula y, por tanto, es incapaz, en su fuero interno, de enjuiciar o discernir con objetividad. Por eso, lo que hace es alinear sus palabras o acciones con lo que en cada circunstancia considera que es la opinión general, atendiendo, exclusivamente, a los criterios mayoritarios que percibe en su entorno inmediato. Porque, eso sí, el melifluo, generalmente, es listo, y, por eso, se preocupa en todo momento de hacer lo que él considera que le conviene: mostrar su acuerdo. Otra cosa es que lo que a él le convenga coincida con lo conveniente; es decir, con lo que objetivamente conviene. 

Por eso decía que no son de fiar; además, resultan ineficaces e, incluso, peligrosos. Los melifluos solo se preocupan del interés y beneficio propio; el beneficio e interés general en cada situación les resbala. A mí este tipo de personas no me gustan nada, nada, nada... y hasta me dan repelús.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribe tu comentario