Como en las ocasiones
anteriores en las que escribí mi opinión sobre diversos tipos de personas, como
son los INCONSISTENTES o los REBAÑABLES o los PATRIOTAS DE
PACOTILLA,
o cuando hablé DE TONTOS Y LISTOS, ahora me voy a
referir a cómo veo la forma de ser de los individuos a los que yo, no sé si con
acierto, he denominado «melifluos».
El diccionario dice
que el adjetivo «melifluo» —que tiene un uso peyorativo— significa «dulce, suave, delicado y
tierno en el trato o en la manera de hablar». Supongo que se entiende, pero a
mí me parece que resulta más expresivo si se asume su sinonimia con «remilgado,
adulador, hipócrita, ñoño, relamido, cursi, mojigato, ...» y con otros
adjetivos de este estilo. Pero, siendo más categórico, creo que lo que mejor
define al melifluo es aquella famosa frase que con frecuencia utilizaba el
periodista radiofónico José María García para referirse a algunos de los que no
le caían bien: «no tiene una mala palabra pero tampoco ninguna buena acción».
Los melifluos son muy
condescendientes y, por eso, tienden al acuerdo; es decir, no les gusta llevar
la contraria y prefieren sumarse a lo que en cada circunstancia propugnan los
demás, especialmente si los demás son importantes o si lo que se propugna es lo
que aparentemente está bien visto o se ajusta a la corriente general o
mayoritaria. Como mucho, con lo que puedan no estar de acuerdo prefieren
utilizar su silencio como fórmula de desaprobación, olvidándose por completo de
aquello de que «el que calla, otorga».
Cualquier cosa les vale, menos la confrontación, aunque esta sea inocua
o simplemente dialéctica.
Es decir, si, ante una
determinada cuestión, las circunstancias aconsejan al melifluo que conviene
manifestarse de una determinada manera, así lo hace, pero si, ante la misma
cuestión, en otras circunstancias considera que debe manifestarse de manera
contraria, lo hace también sin ningún rubor. Y si se da el caso de que alguien
se da cuenta de su incongruencia al manifestarse de forma diferente ante una
misma cuestión y se lo recrimina, no dudará, ante esta nueva situación, en decir
lo que considere necesario para salir del embarazo y situarse de acuerdo con el
recriminador. Empezando con algo como «No, hombre, lo que yo dije (o quise
decir) es que...» negará con descaro —y, eso sí, sonriendo y poniendo su mejor
cara— lo que le interese y se alineará con lo que considere que en la nueva
situación le conviene.
Así que lo de llevarse
bien y no discrepar es lo que le priva al melifluo. La no beligerancia es su
lema. Visto así, cualquiera diría que, en sí, eso no es malo... ni tampoco
bueno, digo yo. Porque cuando percibes que alguien es así, deja de ser fiable
para ti. Y es que, a la hora de actuar, sus eventuales manifestaciones previas
sobre la cuestión objeto de la acción no le importan demasiado; al actuar, al
melifluo lo que le importa es lo que las circunstancias en ese momento le
aconsejen para que su acción no resulte discrepante. O sea, si se ve obligado a
la acción, actuará de acuerdo con el criterio imperante en ese momento, sin
preocuparse de que, objetivamente, sea bueno o no, y olvidándose por completo
de lo que haya podido decir previamente sobre el asunto objeto de la acción.
Porque, en realidad, lo
que le pasa al melifluo es que carece de criterio. Su capacidad de análisis es casi
nula y, por tanto, es incapaz, en su fuero interno, de enjuiciar o discernir
con objetividad. Por eso, lo que hace es alinear sus palabras o acciones con lo
que en cada circunstancia considera que es la opinión general, atendiendo,
exclusivamente, a los criterios mayoritarios que percibe en su entorno inmediato.
Porque, eso sí, el melifluo, generalmente, es listo, y, por eso, se preocupa en
todo momento de hacer lo que él considera que le conviene: mostrar su acuerdo.
Otra cosa es que lo que a él le convenga coincida con lo conveniente; es decir,
con lo que objetivamente conviene.
Por eso decía que no
son de fiar; además, resultan ineficaces e, incluso, peligrosos. Los melifluos
solo se preocupan del interés y beneficio propio; el beneficio e interés
general en cada situación les resbala. A mí este tipo de personas no me gustan
nada, nada, nada... y hasta me dan repelús.
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