Aunque
ya antes había visto algún capítulo de esta serie de animación, desde
hace, más o menos, un año procuro no perderme ninguno de los que emite Antena3
sobre las 14:00 de cada día. Sencillamente, Los Simpson me parece lo mejor que
se puede ver hoy en día en la tele.
Como
es sabido, la serie se basa en la cotidianidad de los componentes de una
familia corriente americana (viven en una ciudad ficticia denominada
Springfield) compuesta por Homer (el
padre), Marge (la madre), y los tres
hijos, Bart (el chico, 10 años), Lisa (la chica, 8) y la aún bebé Maggie. Además, hay otros personajes
que, aunque secundarios, intervienen bastante en las historietas de esta
singular familia, como son el vecino, Flanders; el director del colegio de los
hijos, el señor Skinner; los amigos de parranda de Homer y el dueño de la
taberna, Moe, donde se reúnen para tomar sus cervezas; las hermanas solteronas
de Marge; el abuelo (padre de Homer); los patrulleros de la policía local de
Springfield; el potentado señor Burns, dueño de la planta de energía nuclear de
Springfield (donde trabaja Homer); los amigos del colegio de Burt,
especialmente Milhouse,… y otros personajes
más. Cada personaje tiene unos rasgos muy definidos de su personalidad y
carácter, y en conjunto representan una amplia muestra de estereotipos humanos.
Esta serie
estadounidense de dibujos, creada a finales de 1989 por Matt Groening, ha cumplido ya más de un cuarto de siglo,
y, según he leído, lleva ya más de 570 capítulos. Ha ganado innumerables
premios, ha tenido records de audiencia y sus personajes principales han trascendido
de su espacio en la tele para ocupar, curiosamente, lugares destacados en las
listas de personajes influyentes en USA. O sea, el que me guste a mí no es
ninguna singularidad; simplemente, me pasa lo mismo que a millones de personas
en todo el mundo. No obstante, ya que me he puesto, me voy a permitir comentar
algo más para razonar el porqué de mi admiración por Los Simpson.
En primer lugar, debo
destacar a los guionistas; me parecen
extraordinariamente clarividentes. Aunque las historietas son caricaturescas, o
sea, exageradamente reales, reflejan con mucha frescura y claridad comportamientos
que pueden resultar familiares y que nos podemos encontrar en nuestra vida;
pero, además, suelen incorporar un mensaje positivo y una moraleja ilustrativa.
Es decir, se puede decir que cada capítulo es una lección de convivencia
contada en clave divertida. Dicho de otro modo, los guionistas hacen una
formidable exhibición de sentido común y sentido del humor. No me extraña que
ganen una pasta gansa; se lo merecen.
También son de
destacar los dibujantes o, mejor
dicho, los creadores de los fundamentos expresivos de los personajes. Más
simples y sencillos no pueden ser los dibujos; en cambio, resultan enormemente
expresivos. A mí me parece que, por eso, tienen mucho mérito. Los cuatro pelos
en lo alto de la cabeza de Homer y la M de su sien son el mejor ejemplo de
sencillez; con los saltones ojos de los personajes y el puntito a modo de pupila
que contienen el dibujante consigue la expresión deseada de cada personaje en
las diversas situaciones.
Los traductores a nuestro idioma resultan
igualmente extraordinarios. No sabemos cómo son los diálogos originales, pero
los que oímos en castellano resultan precisos y muy divertidos. Además, creo
que algunas de las expresiones que oímos son de su propia cosecha, como la
recurrente de Bart «Multiplícate por cero», que este personaje dice cada vez que quiere
deshacerse de alguien que le estorba.
Por último, hay que
hacer un especial elogio de los dobladores,
o sea, de los que ponen su voz a los diversos personajes. En mi opinión, buenísimos.
Y, ojo, que algunos de los personajes tienen una voz muy singular que no debe
de ser fácil de doblar, como es el caso de Marge, cuyo timbre bastante cascado
creo que ya ha provocado alguna víctima entre los que la han doblado.
Resumiendo y como
decía al principio, lo mejor de la tele. No te lo pierdas.