Si, como ya dije en otra entrada de este blog, el horrible «increíble» me parece un adjetivo multiuso, creo que “cosa” (en singular y en plural) es un sustantivo megasupermultiuso; vale para todo lo habido y por haber. Precisamente su polivalencia le resta concreción, y por eso es aplicable a todo, absolutamente a todo. Cuando no tenemos las cosas claras, utilizamos esta palabra sin necesidad de esforzarnos en buscar y elegir el sustantivo para concretar o precisar aquello a lo que nos referimos, en la seguridad de que el interlocutor o los que nos escuchen o lean van a entender lo que queremos decir.
De esta polivalencia máxima fueron conscientes los inspiradores o autores del Catecismo de la Iglesia Católica, porque al establecer el principal código de conducta para sus fieles (los Diez Mandamientos), fijaron como primer y principal precepto "Amarás a Dios sobre todas las cosas", sabedores de que con esta última palabra se referían a todo, absolutamente todo, lo material e inmaterial de este mundo que los receptores del mensaje podrían valorar.
Creo que las palabras que nos ocupan se podrían emplear en el complemento directo de todos los verbos transitivos de nuestro idioma. He estado pensando un rato y no me ha salido ninguno que no lo admita. Si hay algún avispado lector al que se le ocurre alguno le agradeceré que lo escriba en "Comentarios". (Ahora me ha venido a la cabeza "follar", que no sé si es transitivo, pero creo que también lo admitiría, sobre todo cuando nos referimos a esos salidos que se follan cualquier cosa).
Por otro lado, como el sustantivo “cosa” vale para todo, supongo que admite perfectamente el acompañamiento de cualquier adjetivo, incluido, por supuesto, mi repudiado “increíble”. Son las increíbles cosas de nuestro idioma.
En el primer párrafo he dicho que solemos emplear “cosa” o “cosas” a sabiendas de que nuestro interlocutor, por el contexto, ya sabrá a qué nos referimos. Pero, contrariamente, hay veces que utilizamos estas palabras conscientes de que el interlocutor desconocerá a qué nos referimos, buscando, generalmente, causar intriga o curiosidad. Todos, alguna vez, hemos dicho algo parecido a «Me ha pasado una cosa esta mañana...», a lo que, seguro, nos responderían con un intrigado «¿Qué ha sido? Anda cuenta, cuenta...».
Supongo que “cosa” o “cosas” serán de las palabras más usadas en castellano, siendo, paradójicamente, las de significado más impreciso. Veamos algunos ejemplos de esta imprecisión y amplitud de su significado:
• Las cosas que se ven, que se dicen o que se oyen
• Las cosas que se piensan
• Las cosas que se hacen
• Las cosas que hay
• Las cosas que pasan
• ¡Qué cosas tienes!
Esta media docena de simples ejemplos abarcan a casi todas las cosas de la vida.
La verdad es que utilizamos "cosa" o "cosas" con mucha frecuencia, con demasiada, probablemente, pero he de admitir que estas palabras son un muy apañado recurso retórico. Yo, como todos, también las uso, porque para eso están; ahora bien, creo que tampoco hay que abusar. Creo que es mejor llamar (¿a?) las cosas por su nombre.
Muy interesante reflexión. Podríamos decir: "¡Las cosas que hay que leer para entender cómo es la cosa!
ResponderEliminarGracias por enviarme el mensaje.
Carlos Marenco