3 ene 2015

INDEPENDENTISMO vs AUTONOMISMO

En el último año, uno de los asuntos más complejos de la escena de la política española ha sido el relacionado con las iniciativas secesionistas en Catalunya; es muy probable que en los próximos meses este asunto siga focalizando la atención y que genere turbulencias sociales y políticas en España, especialmente en Catalunya. De esto ya he hablado algo en las entradas RAJOY vs MAS (de 2014) y  CATALUNYA Y LOS CATALANES (de 2012). Y no es que me quiera meter donde no me llaman, porque realmente creo que los que no somos ciudadanos de aquella comunidad autónoma no tenemos vela en ese entierro: en mi opinión, decidir sobre el futuro de Catalunya les compete, exclusivamente, a ellos, a lo que, se diga lo que se diga, tienen todo el derecho del mundo. Pero debo dejar claro que, personalmente, no me gustaría que Catalunya dejase España; sería un muy mal trago. Además, en mi condición de vasco, temo que si Catalunya inicia el proceso para su independencia en Euskadi se produzca, inevitablemente, otro movimiento en la misma dirección, y esto sí me preocupa porque creo que la independencia no nos conviene a los vascos. Me explicaré. 

En primer lugar, debo decir que considero que el actual marco legal-constitucional posibilita que en el espacio de la Comunidad Autónoma Vasca se den las condiciones apropiadas para que el sentimiento nacional vasco y los naturales y tradicionales deseos de autogobierno se puedan desarrollar satisfactoriamente. Creo, por tanto, que el actual nivel de competencias se podría considerar aceptable y que, además, hay posibilidades legales para elevar el listón y, así, cumplir con lo que los más exigentes puedan esperar del actual Estatuto de Autonomía. Además, el Concierto Económico permite que el gobierno autónomo gestione con casi plena autonomía las políticas impositivas y la administración de lo recaudado (exceptuando el cupo). Por otro lado, hay que admitir que en lo cultural, especialmente en lo concerniente al apoyo del euskera, las condiciones actuales permiten al gobierno autónomo llevar a cabo lo que, en este sentido,  le demande la sociedad.                                                    
Aquí conviene una pequeña digresión: he dicho “demande” con plena consciencia, porque entiendo que es eso lo que tiene que hacer cualquier gobierno: atender las demandas sociales. O sea, los gobiernos no deben determinar e impulsar lo que a ellos les parezca o consideren conveniente o bueno para los ciudadanos; no, lo que deben hacer es estar muy atentos para conocer la realidad social, o sea, para detectar las demandas y carencias de sus ciudadanos, para, atendiendo a las mayorías, tratar de aportar soluciones para satisfacerlas o solucionarlas. La cuestión está en qué tienen que hacer los gobiernos para conocer las demandas sociales y cómo habilitan procedimientos para la participación ciudadana para, sobre todo, poder conocer con precisión qué es lo que quiere la mayoría en relación con los asuntos que puedan ser objeto de debate social o de controversia. Sobre esto no tengo más remedio que hacer mención al primer post de este blog DEMOCRACIA DIRECTA. Referéndums por internet , del ya lejano 2009.

Bien, volviendo al asunto, creo, como he dicho, que con el actual marco legal y con los ajustes o cambios que fueran necesarios la mayoría de los ciudadanos de Euskadi podrían tener colmadas sus expectativas de autogobierno, es decir, de “independencia de hecho” del gobierno central. Incluso, los más exigentes y partidarios de la Euskal Herria que incluya Navarra podrían aspirar a la unificación utilizando el marco legal del Estado Autonómico (la Constitución lo permite), eso sí, contando con la opinión mayoritaria de los navarros; la incorporación de los territorios de Iparralde la veo más difícil. Por tanto, se puede decir que, desde el punto de vista emocional o sentimental, la situación actual se podría considerar como aceptable, por lo que habría que considerar seriamente si merece la pena correr el riesgo de la indeseable fractura social que podría producir la iniciación de un eventual proceso independentista.                              

Por otro lado y hablando de lo práctico, convendría mencionar algunas de las ventajas de formar parte de España. Bueno, voy a hablar sólo de una: estar integrados, de pleno derecho, en un mercado, laboral y comercial, muy amplio y bastante desarrollado. Antes de seguir, debo aclarar que un análisis completo sobre este asunto daría para muchos folios; teniendo en cuenta que estoy escribiendo en un blog, donde la  excesiva extensión puede resultar contraproducente, debo tratar de ser lo más breve posible, asumiendo el riesgo de que el análisis pueda resultar incompleto o simplista. 

Empezando por lo laboral, no hay duda de que la posibilidad de trabajar (estar empleado), sin ninguna traba ni condición por razón de origen o pertenencia, en cualquier lugar de España es una posibilidad real que podría desvanecerse con la independencia. Soy de los que creen que en Euskadi, por lo que sea, siempre ha habido, en general, mucho talento; diría que, incluso, más que en el resto de España (aunque no estoy muy convencido de esto, lo digo porque soy de Bilbao), por lo que los vascos suficientemente formados tienen muchas posibilidades de “triunfar” en sus incursiones laborales en el resto de España. Por eso, creo que, en lugar de independizarnos, los vascos deberíamos tratar de conquistar España (en el buen sentido), a base de ocupar puestos de relevancia en su tejido empresarial, en lo intelectual o cultural y, por supuesto, en la política. O sea, no debemos mirar a Madrid (la menciono por ser el símbolo, para algunos, de la opresión) como la fuente de nuestros males, a la que los vascos debamos combatir, sino como espacio propicio para el desarrollo profesional de los vascos que, por lo que sea, quieran cambiar de aires en su trayectoria vital o profesional. Ha habido muchos vascos que así lo han hecho y han triunfado. El ejemplo actual más evidente es el de José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, que a mí me parece que, para lo que nos ocupa, es para tener muy en cuenta. También valdrían los ejemplos de los comunicadores que han triunfado en la tele (ahí están Anne Igartiburu y Ramontxu García), en la radio (Iñaki Gabilondo)... y otros muchos más en diversos ámbitos. Realmente, han sido muchos, muchísimos, los vascos, que en lo intelectual y profesional, han encontrado en España, fuera de Euskadi, un ámbito muy propicio para su desarrollo. Y esto es muy importante. Perder esa posibilidad creo que sería dramático: se nos achicaría el terreno de juego y, por tanto, tendríamos menos espacio para demostrar y hacer valer nuestras habilidades y capacidades. 

En cuanto a lo comercial, no hace falta decir mucho. Euskadi es una de las zonas más industrializadas de España, y, para la mayoría de empresas vascas, España es el principal mercado. No quiero decir que en una eventual independencia los españoles dejarían de comprar productos vascos; puede que al principio, en alguna medida, se pudiera dar tal rechazo, pero, posiblemente, pasado el tiempo se impondrían los criterios de calidad y precio sobre los sentimentales o políticos. Pero siempre podría haber las trabas o dificultades que imponen las fronteras. Sin ninguna duda, pensando en el mercado español, las empresas vascas lo tienen ahora mucho más fácil que en una eventual independencia.

Llegado a este punto, me permito el siguiente comentario. Hace unos días he terminado de leer el libro “La política como pasión”, en el que se cuenta la biografía de José Antonio Aguirre, primer lehendakari vasco, presidente del gobierno autónomo vasco que se constituyó en octubre de 1936. El libro me ha parecido un documento informativo excelente y completísimo de los avatares políticos del intenso y difícil periodo comprendido entre los años 1931 y 1960 (en el que falleció Aguirre), focalizando siempre la atención sobre la actividad política del biografiado. Una de mis deducciones de la lectura del libro es que ya el primer lehendakari se vio turbado por el complejo dilema del nacionalismo vasco: independizarse totalmente de España o mantener una gran autonomía pero dentro del estado; en otras palabras, el dilema se podría sintetizar en “independentismo vs autonomismo”. Por lo que he leído en el libro que he citado, parece que Aguirre estuvo en las dos posiciones; o sea, según el momento, mantuvo posiciones cercanas, unas veces, al independentismo, y, otras, al autonomismo, si bien, hay que reconocer que las circunstancias graves y especiales de la época pudieran haber influido en su posicionamiento. Así que el ejemplo del primer lehendakari es algo confuso y no aporta demasiado para resolver adecuadamente el dilema. No obstante, me ha parecido oportuno comentar esto para hacer ver que el dilema a que me he referido no es de hoy; ya se enfrentaron a él los nacionalistas de hace 70 u 80 años, y no parece que quedó resuelto.

No conozco el nacionalismo vasco por dentro, más allá de lo que se puede saber a través de los medios de comunicación o de lo que se dice en la calle o en las comidas familiares, pero supongo que el debate sobre «independentismo vs autonomismo» sigue vivo, porque, además de muy importante, no es de fácil decisión. Posiblemente, las formaciones políticas que integran lo que se denomina el nacionalismo radical (dicho de otro modo, mundo de Batasuna) tendrán claro su posicionamiento a favor del independentismo; también creo posible que en el nacionalismo moderado (PNV) la cosa no estará tan clara, o sea, el dilema estará latente, teniendo en cuenta el componente social transversal de la militancia y simpatizantes de este partido. 

Sin temor a equivocarme, creo que el dilema «independentismo vs autonomismo», por una u otra razón, va a gravitar sobre la sociedad vasca en los próximos años. Y lo malo es que, como en todo dilema, ambas opciones tienen inconvenientes; lo importante es dar con la mejor (o menos mala). El asunto es muy complejo, sobre todo, porque entran en juego eso que llamamos los sentimientos; y los sentimientos, muchas veces (o casi siempre), utilizan caminos vetados a la razón.

Como estas cosas del patriotismo no activan mis sentimientos, yo las analizo tratando de usar exclusivamente la razón.  Por eso, me decanto hacia el autonomismo. Espero, confío... mejor dicho, estoy seguro de que los de Podemos opinarán como yo.





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