Durante
bastantes años estuvo muy cerca del poder, y en ese espacio vaya usted a saber
las cosas que pasan, que se hacen y, sobre todo, que se saben. Por eso, es muy
posible que Bárcenas tenga a buen recaudo, en su secreto portafolios o en su
cabeza, mucha información de alto voltaje que, en caso de salir a la luz,
pudiera perjudicar seriamente a muchos «importantes» del país. Por otro lado,
él se está jugando mucho en las causas judiciales en las que se le acusa e
investiga por graves delitos de naturaleza económica.
El
hecho es que desde hace unos días le vemos a diario en los telenoticias
declarando en uno de los juicios en que está encausado. Y le vemos tranquilo,
mejor dicho, le vemos mentir con toda tranquilidad; contestando a la fiscal con
serena seguridad, sin histrionismos ni aspavientos, y con cínica sonrisa si lo
cree conveniente. O sea, le vemos comportándose como cabe esperar del «puto amo», apelativo que, con una importante carga de ironía, le adjudicó el Gran Wyoming. A mí, lo que estoy viendo me
resulta sorprendente y, sobre todo, inquietante.
Porque
si Bárcenas demuestra tanta seguridad y tranquilidad será porque se siente
protegido, digo yo. Me da la impresión de que, tras haberse comido el marrón
del año y medio que estuvo en prisión preventiva, se las ha apañado para hacer
llegar, a quienes pudieran temer por lo que pudiera decir y demostrar, que ya
vale; o sea, que ya ha «pagado» bastante y que no está dispuesto a «pagar» más,
así que —les habrá dicho a los «importantes»— o le dan garantías de que no
sufrirá demasiado castigo en las causas judiciales que afronta o la mierda les
salpicará y embadurnará.
Ya
veremos cómo evolucionan los juicios y qué sentencias hay. Aunque, a juzgar por
el tiempo que han necesitado para la instrucción y por los tiempos a que nos
tiene acostumbrados la justicia española, me temo que vamos a tener que esperar
aún unos cuantos años para conocer los desenlaces.
Lo
que sí ya sabemos es algo más de la personalidad de Bárcenas. Sobre todo, cómo
miente; cómo desafía a la fiscal y, en cierto modo, al tribunal. Con qué
desparpajo se atribuye esa inconcreta capacidad para los negocios para
justificar, sin poder demostrarlo, ingresos de decenas de millones de euros en
sus cuentas bancarias en el extranjero, y una vida de superlujo pagada en
cash... del negro. Y lo cuenta con pasmosa tranquilidad... ¡Hay que tener
morro!
No
soy partidario de hacer juicios de valor por lo que se ve en la tele o por lo
que cuentan los medios de comunicación, pero en este caso hago la excepción.
Bárcenas me parece un tipo despreciable, de lo peor que se puede uno encontrar
en la sociedad. Me parece, desde cualquier ángulo, un personaje infame y dañino
para la convivencia y el bienestar social; el paradigma de lo que no hay que
ser, o sea, un ejemplo de lo que sobra en la sociedad. Creo que, aparte de cómo
se pronuncie la Justicia, merece un severísimo reproche social. Y que tal
reproche sea permanente e inmisericorde.
Por
eso, si tuviera ocasión le recomendaría al Gran Wyoming que dejara de hacer
chistes y parodias con él. Que cada vez que le nombrara (que lo debe seguir
haciendo) lo hiciera con la máxima seriedad, con severidad no impostada y con
gran dureza. Nada de bromas y nada de «puto amo»; eso valió, estuvo
gracioso, pero en adelante, no. Ahora hay que darle, sin compasión, caña...
mucha caña. Porque, si no, corremos el riesgo de que con tanta guasa acabemos
tomando a broma sus fechorías. Y lo de Bárcenas nos puede parecer muchas cosas,
pero ninguna es de broma.
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