Esta mañana he subido al
“Paga”, o sea, al monte Pagasarri de
Bilbao. Sí, sí, de Bilbao, porque en el Botxo también ¡tenemos montes!, como tenemos, por citar lo más conocido, la ría, el Guggenheim y, por supuesto, el novísimo campo de San Mamés (“la
Catedral”, en términos futbolísticos). Bueno, la verdad no sé si el Paga pertenece
al municipio de Bilbao, pero es lo mismo, porque la mayoría de los muchos
bilbaínos que suben a él lo hacen caminando desde sus propios domicilios.
Dependiendo de dónde esté el domicilio y el ritmo, se pude tardar entre hora y media y tres horas en llegar a la cima. Realmente, un paseo; mejor dicho, un muy
agradable paseo.
Y a hacer agradable el paseo
contribuye la buena costumbre de saludarse entre los que suben o bajan con un
“aúpa”, “qué hay”, “egun on”, etc., acompañado de un leve gesto con la cabeza
y, en ocasiones, con una leve sonrisa de salutación. En el entorno que nos
ocupa, el saludo es la expresión del reconocimiento de que los que se saludan
pertenecen a un apócrifo mismo grupo: pagasarritarras. Pasa lo mismo entre los
moteros cuando en la carretera nos cruzamos con otros moteros: hacemos un gesto
con la mano a modo de saludo. Pero, volviendo al saludo en el Paga, debo decir
que he notado que se está perdiendo; cada vez se ve más que los que suben o
bajan se desentienden de los demás y ni miran ni, menos, saludan a los que se
cruzan con ellos. Pasa más con los jóvenes. Eso no me parece bien; debería
haber una campaña entre los pagasarritarras para recuperar y generalizar la
buena costumbre del saludo.
A lo largo de mi vida he
subido muchísimas veces al Paga, unas veces, como la mayoría, andando, pero
también, en no pocas, en moto (de trial); antes estaba permitido, ahora ya no.
Las primeras veces que subí fue con mi abuelo; yo tendría 5 o 6 añitos; pero
después he subido, como ya he dicho, muchísimas veces. Incluso, hace muchos
años, con mi amigo Sergio, subí una vez con traje y corbata (ya lo conté en mis
recuerdos). De viejo, o sea, en estos tiempos, cuando voy a Bilbao procuro
hacer una escapadita al Paga. Además de que me sirve para probar mi preocupante
condición física actual, me permite reencontrarme con mi pasado o, dicho de
otro modo, recordar vivencias de otro tiempo.
Por ejemplo, hoy he
recordado que una vez, con otros dos, subí corriendo durante buena parte del
trayecto y, también corriendo, bajamos hasta Santa Lucía (cerca de Llodio). Y
lo he recordado mientras, apoyado en un pino, me recuperaba en una de las
paradiñas a que me he visto obligado esta mañana. También he recordado cómo
hace ya muchos años, subiendo mano a mano con Iñaki Heppe, a 200 metros de lo
que se puede considerar el final de la subida, el citado esprintó
sorpresivamente con la intención de llegar el primero; no se lo permití, mi
sprint de reacción fue más poderosos (le jodió, seguro que se acuerda). Hoy,
desde luego, no podría haber esprintado ni un par de metros. Otro de los
recuerdos de esta mañana, estando en la fuente del Tarín, es que cuando subía
con mi abuelo y llegábamos a ese lugar a refrescarnos, en alguna ocasión me
duché (desnudo) en las rústicas duchas que, en un nivel más bajo, aprovechaban
el agua de la fuente (ahora, en lugar de las duchas hay un abrevadero para el
ganado).
Pero, sobre todo, me gusta
subir al Paga porque es uno de los pocos –por no decir el único- espacios de mi
Bilbao que se mantiene igual que hace muchísimos años. Prácticamente, no ha
cambiado: el mismo camino, los mismos pinares, los mismos helechos, las mismas
rocas, la misma campa… Todo permanece igual. Solo he cambiado el refugio –de la
Paca, decíamos- que se ve que ha sido remozado, aunque está en el mismo lugar y
tiene la misma utilidad.
Naturalmente, también me
gusta subir al Paga por hacer un poco de ejercicio, disfrutar del paisaje y echar una miradita a
Bilbao desde arriba. Pero, la verdad, cada vez que subo me cuesta más. Sobre
todo, me cuesta bajar. Mis rodillas, machacadas por el tenis, curiosamente me
protestan más durante la bajada que en la subida. Pero, bueno, espero que la de
esta mañana no haya sido la última; confío en poder subir al Paga un buen
número de veces más, aunque la bajada la tenga que hacer deslizándome por la
barandilla.
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