8 abr 2019

LA EUTANASIA


En un post de hace casi un año que titulé LOS LÍOS DE LOS POLÍTICOS ya alertaba de que tendríamos bronca política a cuenta de la eutanasia. Ya ha empezado. El detonante ha sido la reciente noticia de que una enferma terminal se ha suicidado con la ayuda de su marido (ambos aparecen en la foto). Hace ya más de 10 años, el caso de Ramón Sampedro, que Amenábar trató maravillosamente en la peli MAR ADENTRO, ya generó mucha polémica sobre esta cuestión, aunque, por lo visto, no sirvió para que se adecuara nuestra legislación a lo que se podría denominar «muerte digna», que, en mi opinión, es un incuestionable derecho que nos corresponde a todos.

María José Carrasco  y su esposo Ángel Hernández

Realmente, ambos casos no han sido de eutanasia, sino de lo que se denomina, creo, suicidio asistido. Pero, para lo que me trae aquí, es igual. Porque la eutanasia y el suicidio asistido —acciones, como es sabido, castigadas por nuestro Código Penal— y alguna otra variante similar de la que resulte la muerte, con su consentimiento, de una persona en estado terminal o con algún padecimiento incurable y doloroso, requieren ser tratadas en nuestro ordenamiento jurídico, reitero, como un derecho de las personas.

Obviamente habrá que regularlo estableciendo los protocolos que deben cumplirse a fin de evitar que actos homicidas se camuflen en tal derecho. No creo que sea difícil. Según dicen, algunos partidos ya han anunciado que incluirán en su programa electoral legislar sobre ello. Unos lo defienden sin ambages; otros a medias tintas, y algún otro se ha mostrado totalmente contrario.

Pues si, tras las próximas elecciones, gobiernan los primeros, espero que en las primeras semanas de su gobierno propongan el proyecto de ley para regular este asunto a fin de que se legisle con urgencia. Si los que gobiernen son los que no son partidarios del derecho a la muerte digna inducida (eutanasia o suicidio asistido), no se les puede exigir que legislen para ello; pero si, por esta razón y como suele ocurrir con los temas espinosos, se produce un ácido y agrio debate social, creo que el gobierno debería someterlo a referéndum; o sea, al criterio mayoritario del conjunto de ciudadanos.

Como ya he dicho, espero que pronto se regule. Creo que para las personas que, como en su día Sampedro y recientemente la señora que se suicidó en Madrid con la ayuda de su esposo, vimos o hemos visto en la tele en su lecho en un penoso estado de padecimiento por su incapacidad y sufrimiento, sin ninguna posibilidad de curación ni de simple mejora, sin el mínimo atisbo de esperanza, lo mejor que les pudo pasar es que tuvieron a su lado a quienes se arriesgaron a una condena por ayudarles a morir. Porque la muerte, en esos casos, es una solución. Nadie debería verse obligado a vivir —si así se le puede llamar a lo que nos ocupa— en las condiciones de los casos comentados. O sea, sufriendo y haciendo sufrir a sus más próximos; eso no es vida.

Entre la eutanasia y el suicidio asistido, yo preferiría la primera. Es decir, si me viera en la circunstancia prefiero dejar en manos de los médicos el método y momento para dar el paso al «otro barrio». Tener que ingerir un veneno, tirarme por la ventana y cosas así me parecen una ordinariez; puede que resultara más épico, pero no va conmigo. Ahora bien, si no hay más remedio…

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COMENTARIO ULTERIOR (17-12-2020): Hoy, por fin, en el Congreso de Diputados, con la oposición del PP y Vox, se ha aprobado el proyecto de ley de regulación de la eutanasia. Me he alegrado; más vale tarde que nunca.

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