3 jul 2020

EL CORONAVIRUS Y LOS EXPERTOS

Hace más de 2 años, en LOS EXPERTOS ya comenté que no me fiaba de los que en los medios de comunicación, sobre todo en la tele y en la radio, se presentaban —o eran presentados— con la etiqueta de «experto». En aquella ocasión dije que mi desconfianza se acrecentaba cuando se opinaba o informaba sobre asuntos que podríamos catalogar como «abstractos no constatables», o sea, en los que las opiniones no pueden demostrarse fehacientemente ni rebatirse con contundencia, como ocurre cuando se habla sobre sociología, historia, economía, el futuro, etcétera. Pues, desde hace unos meses, habría que añadir a esta lista de temas «abstractos no constatables» todo lo relacionado con el coronavirus que nos asedia, que, por otra parte, es el tema que, prácticamente, monopoliza la información (tertulias, entrevistas, opiniones, etc.) en los medios de comunicación

Y la información se centra sobre los dos aspectos directos de la pandemia. Por un lado, lo estrictamente sanitario o científico, que afecta a la salud de las personas; por otro, lo económico, por los efectos en las empresas, en los trabajadores y en las cuentas del Estado. También se habla mucho sobre los efectos que la pandemia puede tener en la política, como consecuencia de la gestión de los gobiernos (del Estado o de las CCAA) o de la actitud de la oposición.

Así que, centrándome en los medios audiovisuales, cada emisora y cada programa tiene, normalmente, sus propios «expertos», que no paran de darnos su «cualificada» opinión sobre la pandemia, bien sobre los orígenes y causas o sobre las perspectivas y el futuro, que, obviamente, es lo que más puede interesar a los que recibimos la información. He dicho opinión, pero debería haber hablado de conjeturas, porque, sobre todo cuando se habla sobre lo que pasará, los expertos es lo que hacen: especular o, lo que es igual, hacer conjeturas, tratando de evidenciar lo mucho que saben; aunque, para mí, lo mas evidente es que no tienen ni puta idea..

Porque a mí me parece que, en lo de la Covid-19, hay desconocimiento general. Por eso, hay opiniones contradictorias y se barajan muchas teorías, sobre todo en lo más importante, es decir, en cómo combatirla o remediarla y, más concretamente, en la vacuna. Está claro que esta pandemia ha pillado a la ciencia bastante verde para poder remediarla con la celeridad que hubiera sido deseable. Supongo que no es tarea fácil.

Por eso, la pandemia ha sido campo abonado para los «expertos». En este caso, no solo han tenido oportunidad de opinar en los medios de comunicación. También, según se nos ha dicho reiteradamente, los gobernantes se han apoyado mucho en ellos. Cada vez que han tenido que anunciar una decisión, sobre todo cuando se prevé que pude tener mala acogida en la ciudadanía, el político se ha justificado —o sea, ha escurrido el bulto— aludiendo al asesoramiento o recomendación de los «expertos». Y así, el Gobierno nos mantuvo confinados durante más de tres meses desde el 14 de marzo. Al menos en esa ocasión parece que los expertos acertaron. 

Pero, tras el confinamiento, se inició la llamada «desescalada», que dio paso a la «segunda ola» —que, en realidad, ha sido una «segunda escalada»—, y, por la grave evolución de la pandemia, es obvio que en estas fases los «expertos» no han estado nada acertados, o podría haber sido que los que han tomado las decisiones no han contado con ellos. No lo sé.

Lo que sí se sabe es que los «expertos» cada vez son más prudentes o, más bien, son menos categóricos en sus opiniones sobre el futuro o en sus «recetas» sobre lo que hay que hacer para, como se suele decir, «doblegar la curva». 

Ahora, aunque no lo digan, se les nota que están como, supongo, estaría Sócrates cuando dijo aquello de «Solo sé que no sé nada». O sea, están tan perdidos en la nebulosa de la pandemia como la generalidad de la ciudadanía.

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