Me voy a poner un poco nostálgico. Esta mañana, mientras me afeitaba, han puesto en la radio el bolero que da título a esta entrada. Lo he escuchado con atención, no sólo porque estaba interpretada magníficamente (no sé por quién, sólo que era una mujer), sino también porque me ha retrotraído a otros tiempos; a aquellos lejanos de la juventud en los que, simplificando, decíamos que la música era la combinación armónica de ritmo y melodía. Pero también —y sobre todo— la música o, mejor dicho, las canciones eran pequeñas historias, en buena parte relacionadas con el amor y con el desamor, que aprendíamos con facilidad y que repetíamos cada vez que entonábamos las canciones de moda.
Esto empezó a cambiar cuando en la radio —lo digo en singular porque en los tiempos de los que hablo, además de Radio Nacional, prácticamente sólo había una emisora: la SER— irrumpieron con fuerza los llamados disc-jockey y con ellos llegó la música y canciones de otros países con otros idiomas, principalmente del Reino Unido y de USA; antes nos había llegado, también con fuerza, la música italiana y la francesa. Pero creo que lo que cambió realmente nuestros usos y gustos musicales fueron las canciones en inglés. No conocíamos el idioma, no sabíamos lo que decían, pero las entonábamos sin pudor emitiendo los sonidos que asimilábamos a fuerza de oír repetidamente las canciones. ¿Quién no entonó aquel famoso estribillo de The Beatles que reproducíamos como, más o menos, «silaviu yeee, yeeee, yeeee...»? No sabíamos lo que decíamos pero nos gustaba cantarlo; y ese fue el gran cambio.
Escuchábamos y cantábamos la música de moda, que nos gustaba mucho, pero no sabíamos lo que decían o transmitían las canciones; no importaba. Nos limitábamos a tratar de reproducir los sonidos vocales que nos parecía que emitían los intérpretes. Así que cada cual pronunciaba según su propia asimilación de lo que oía; o sea, un descojono. Algunos, a veces, aún lo hacemos así.
Desde luego, nada que ver con la época anterior, en la que nuestros mayores cantaban lo que les gustaba, no sólo por su musicalidad, sino por lo que decían las canciones. A esa época me he trasladado cuando he escuchado Cuando vuelva a tu lado. Me he acordado de mi madre que cantaba mientras «hacía la casa»; naturalmente canciones con letras en castellano que le gustaban. Y seguro que le gustaban porque le gustaba lo que decían... lo que contaban. Porque, la verdad, no me digáis que no es bonito lo siguiente, o sea, lo que he escuchado esta mañana:
Cuando vuelva a tu lado
no me niegues tus besos
que el amor que te he dado
no podrás olvidar.
No me preguntes nada
que nada he de explicarte
que el beso que dejaste
ya no lo puedes dar.
Cuando vuelva a tu lado
y esté solo contigo
las cosas que te digo
no repitas jamás.
no me niegues tus besos
que el amor que te he dado
no podrás olvidar.
No me preguntes nada
que nada he de explicarte
que el beso que dejaste
ya no lo puedes dar.
Cuando vuelva a tu lado
y esté solo contigo
las cosas que te digo
no repitas jamás.
Por compasión...
Une tu labio al mío
y estréchame en tus brazos
y cuenta los latidos
de nuestro corazón.
Une tu labio al mío
y estréchame en tus brazos
y cuenta los latidos
de nuestro corazón.
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