8 oct 2012

CINISMO JODIENTE. ARTUR MAS

El cinismo es una actitud; cínico es el adjetivo relacionado. Como el diccionario de la RAE no está muy sembrado que digamos con las definiciones de ambos términos, no hay más remedio que improvisarlas. Así, a bote pronto, diría que se puede denominar cinismo a la actitud expresiva que se adopta cuando se manifiesta con descaro  o aplomo lo contrario o algo muy diferente de lo que se piensa; o sea, es como mentir «con arte». No sé lo que opinarán los académicos de la RAE, pero creo que lo anterior resulta mejor que sinonimizar (me la acabo de inventar) «cinismo» con «desvergüenza» o con «impudencia» como hacen ellos.

O sea, en el cinismo se da una total disociación entre lo que se piensa y lo que se aparenta. Así, es muy corriente que el cínico emplee palabras correctas y sonría con afabilidad, o sea, aparente cordialidad, cuando está diciendo algo que, a sabiendas, molesta al interlocutor o a los que le escuchan; esto es una de las variedades más comunes del cinismo, que podemos denominar cinismo jodiente: mientras dice algo que molesta, el cínico pone su mejor cara y sonríe como un bendito; ¡mira que jode! Y no te digo nada si, mientras dice lo que te jode, ya no solo sonríe sino que, incluso, intercala alguna risita (risa bobalicona, realmente); ¡te pone de una hostia...!

¿Y a qué viene todo esto?, se preguntará el lector, aunque el título de este escrito ya da alguna pista. Pues sí, han sido las apariciones del president Artur Mas en los noticieros de la tele lo que me ha hecho pensar en esto del cinismo jodiente a que me he referido. En concreto, hablo de sus apariciones expresándose en castellano, que son, normalmente, cuando habla para fuera de Cataluña, digamos que para Madrid. Porque cuando habla en català lo hace para los catalanes y, por tanto, supongo que se muestra con menos dobleces y con cierta sinceridad (si es posible que tal cualidad adorne a un político). O sea, cuando le veo o escucho hablando en castellano —cuando habla para Madrid— es cuando inmediatamente relaciono lo que veo y escucho con los términos cinismo y cínico en su variante más jodiente, como decía antes. Voy a tratar de explicar el porqué.

Leyendo u oyendo a buena parte de los medios de comunicación en Madrid, no hay que ser un experto analista para decir que, en la capital, el president es uno de los más odiados y denostados personajes políticos de la actualidad, debido a sus últimas iniciativas políticas relacionadas con el complejo asunto de la eventual independencia de Cataluña. Y, por lo que he observado, la aversión que se siente en Madrid por este personaje se recrudece cada vez que se le escucha hablando sobre el asunto. Es obvio que esto ya lo sabe él, y sabe que lo de la independencia de Cataluña, aquí, en Madrid, jode mucho. Por eso, en sus declaraciones públicas dirigidas, principalmente, al Foro, se le ve siempre con una media sonrisa (o con un cuarto de sonrisa), con el gesto afable, empleando un tono suave y siendo comedido en sus palabras en una ambigüedad expresiva calculada. O sea, dulcifica el gesto y suaviza el discurso, tratando de transmitir cierta cordialidad a sabiendas de que el fondo de su mensaje molesta enormemente a buena parte del personal... y, claro, el personal coge unos rebotes de mil demonios.

Por todo esto decía antes que relacionaba al molt honorable president con lo del cinismo jodiente; la verdad, me parece que en esa disciplina es un verdadero experto. Por eso no me cae nada bien y por eso, si tuviera la oportunidad, le recomendaría al president que cuando hable para Madrid lo haga con más frescura; que se deshaga de la pose conciliadora y de la beatífica media sonrisa o cuarto de sonrisa, que la debería dejar para sus encuentros con el abad de Monserrat; que cuando hable para Madrid —de estas cosas que ha hablado últimamente— que lo haga con la firmeza, seriedad y sobriedad con que se debe hablar cuando se habla de cosas importantes (y la eventual secesión de Cataluña lo es de las que más, Mas), que se deje de florituras dialécticas y de actitudes versallescas. En suma, que llame al pan pan y al vino vino y que sea valiente y sincero... si tiene las cosas claras. Y si no las tiene que se calle y no la líe.

Para terminar, debo confesar una duda que me ha entrado mientras escribía sobre el cinismo jodiente de Artur Mas: ¿será que, simplemente, es un buen político? Si fuera así, para mí habría sinonimia entre «cínico» y «buen político»... ¿o no?




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