Actualmente, el asunto más caliente de la
política española es, sin duda, el relacionado con la eventual consulta en
Catalunya. Problema complejo que no tiene fácil solución; ya veremos cómo acaba.
En mi entrada «CATALUNYA
Y LOS CATALANES», de finales de 2012, ya dije cómo veía este asunto y, tras
el tiempo pasado, mantengo lo que dije porque mis vaticinios se están
cumpliendo. Por eso ahora no voy a insistir en el fondo de la cuestión; ahora voy
a hablar de cómo veo a los contendientes en la singular batalla política desatada entre el gobierno de Catalunya y las
fuerzas políticas catalanas independentistas, por un lado, y el gobierno de
España, por otro. Y, personalizando la
pugna, me voy a centrar en sus dos protagonistas principales:
Rajoy y Mas.
Lo primero que debo decir es que ambos no me
caen mal, que ya es casi un halago, teniendo en cuenta lo desprestigiados que
están nuestros políticos y, más aún, lo vilipendiados que están siendo los dos
citados gobernantes, más en Catalunya, en el caso de Rajoy, e
inmisericordemente en el resto de España, en el de Mas. Lo que estarán diciendo en Catalunya de Rajoy
no lo sé a ciencia cierta, pero me lo imagino (no hace falta ser muy
imaginativo); lo que dicen de Mas en el resto de España lo conozco mejor porque
lo leo y escucho constantemente. Antes de seguir, debo decir que Mas me caía bastante
mal hasta haber visto la entrevista que ayer, en la Sexta TV, le hizo Ana
Pastor; sobre lo que me parecía Artur Mas hablé en el post «CINISMO
JODIENTE. ARTUR MAS», cuyo título ya daba idea de mi opinión de entonces
sobre el Molt Honorable President. Pero, como decía, tras la entrevista
de ayer he cambiado mi opinión. Ayer le vi sólido y valiente; hablando con
seriedad de algo que es muy serio, sin recurrir a su beatífica media sonrisa (o
cuarto de sonrisa) con la que antes le gustaba tocar los güevos al
personal (especialmente, al de la capital) cuando hablaba de las cosas de que
habló ayer. En fin, le vi y le escuché con mucha atención... y me gustó, que no
quiere decir que me gusten las iniciativas secesionistas que ha tomado, pero
tengo que reconocer que habló como un gran líder, mostrando con claridad y
contundencia su posicionamiento y razones, lo que, estoy seguro, le habrá
reportado adeptos para su causa, al menos en Catalunya.
De
Rajoy solo puedo decir que, como persona, nunca me ha caído mal; otra cosa es como político: ni le he votado ni le votaré,
eso es seguro, aunque solo fuera por mantener a la Mato de ministra (¡intolerable!). Pero me cuesta hablar mal de él, y menos como lo están
haciendo ahora, sobre todo, los que conforman el espacio más a la derecha del
PP. Lo están poniendo a caldo; el calificativo más suave que le están aplicando
es el de ¡traidor!, y todo porque ha renunciado a la ley del aborto de
Gallardón, con lo que estoy muy de acuerdo y por lo que, también como Más,
ahora me cae mejor. O sea, los dos políticos más denostados de la actualidad
española, a mí, ahora, me caen casi bien; siempre voy a contracorriente... qué
le vamos a hacer.
Pues
bien, estos dos pesos pesados de la política (a mí así me lo parecen) están capitaneando los dos bandos
contendientes en una gravísima confrontación inédita en la historia democrática
de nuestro país. Resumiendo, Mas inició la bronca blandiendo, como arma arrojadiza,
el derecho de Catalunya a votar (decidir) sobre su futuro; Rajoy, esgrimió
desde el principio la Ley como arma defensiva. Y ambos, desde el principio, así se
han mantenido; no han cedido ni un milímetro de su terreno. Cada uno, desde su
inamovible trinchera, mantiene su posición apoyado en los suyos, a los que, de
vez en cuando, utilizan para hacer tímidas incursiones en terreno del
adversario para ver cómo están las cosas, pero parece que los informes que
reciben ambos son iguales: 'esos cabrones no ceden ni quieren negociar', les dicen.
Es
una confrontación política como nunca habíamos presenciado. Es cierto que ha habido muchas
peleas políticas, pero casi siempre basadas en bravuconadas de políticos dirigidas, más que al adversario,
a la galería, mientras, por debajo de la mesa, en voz baja se llegaban a
acuerdos más o menos aceptables. Pero lo de ahora es más serio; da la sensación
de que no hay ni va a haber cambalaches ni apaños, por lo que tiene toda la
pinta de que la refriega va a acabar mal. Mas puede ir a la cárcel; en
Catalunya se puede armar la marimorena (o sea, la fractura social), y el
problema no se va a solucionar, al menos a corto plazo, porque, para la
solución, en mi opinión solo hay un camino: que los catalanes voten. Se ponga
como se ponga Rajoy y los que en este lío le apoyan (que posiblemente sea una
mayoría de españoles no catalanes), contra la firme voluntad de decidir su
propio futuro de un colectivo con marcadas señas de identidad, como es el
pueblo catalán, en un entorno democrático no hay ley ni constitución que se resista. Esto lo vio muy bien
Cameron con lo de Escocia y tuvo un acierto histórico; creo que a Rajoy le
aconsejaron mal.
Catalunya
representa la quinta parte del PIB español; su independencia sería, por sí
misma, un golpe muy duro para el estado. Es lógico que Rajoy intente evitarla,
pensando, además, en que puede sentar un peligroso precedente (Euskadi está expectante),
pero la táctica puede que no haya sido la apropiada. Por otro lado, ya me
gustaría saber qué es lo que impulsó en su momento (hace dos o tres años) a Artur
Mas a tomar la iniciativa de plantear la consulta-referéndum: ¿sería su fervor
patriótico?, ¿ganas de pasar a la historia?, ¿otros móviles?... ¡vaya usted a
saber! El caso es que la lió. O sea, uno por unas cosas y el otro por otras,
lo cierto es que estamos ante un problema «político, no judicial» (como bien dijo Mas en la
entrevista de ayer) de gran alcance y de imprevisibles consecuencias, del que es seguro que sus dos
protagonistas van a salir mal parados. ¿Cuál de los dos quedará
noqueado?, o sea, ¿quién quedará fuera de combate?
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