Nunca había hecho esto, o sea, lo que
voy a hacer: escribir sobre la rabiosa actualidad; es decir, de lo que acaba de
pasar. Voy a comentar lo que me ha parecido la entrevista que, hace unos
minutos, en La sexta le ha hecho Ana Pastor al president Artur Mas. Obviamente
la entrevista tenía relación con las próximas elecciones en Catalunya, que
pueden determinar el rumbo del proceso secesionista iniciado en esta comunidad
autónoma.
La señora Pastor me ha puesto de mala hostia. Supongo que algo muy parecido les habrá pasado a muchos miles, decenas de miles, centenares de miles... incluso a millones de catalanes de los que hayan visto el programa (que, supongo, habrá tenido gran audiencia en Catalunya). Y supongo que muchos, muchísimos, de los telespectadores catalanes, mientras presenciaban la entrevista, habrán soltado en más de una ocasión algo parecido a ¡qué hijaputa! dirigido a la Pastor. A mí me ha pasado igual.
La señora Pastor me ha puesto de mala hostia. Supongo que algo muy parecido les habrá pasado a muchos miles, decenas de miles, centenares de miles... incluso a millones de catalanes de los que hayan visto el programa (que, supongo, habrá tenido gran audiencia en Catalunya). Y supongo que muchos, muchísimos, de los telespectadores catalanes, mientras presenciaban la entrevista, habrán soltado en más de una ocasión algo parecido a ¡qué hijaputa! dirigido a la Pastor. A mí me ha pasado igual.
Porque a mí me parece que, en un
asunto tan delicado como el del objeto de la entrevista, no se debe adoptar por
la entrevistadora una actitud inquisitorial y agresiva como ha sido el caso. Me
ha parecido deplorable que la Pastor haya adoptado el papel del fiscal acusador
que, utilizando rudimentarios recursos dialécticos (entre los que está el
consabido “yo soy la que pregunta”), tratara de poner en aprietos al
entrevistado, o de poner en evidencia las pretendidas contradicciones de las
contestaciones del entrevistado con sus pretéritas declaraciones, o, en fin,
resaltar la improcedencia de la actitud política del president. Es decir, ha
dado la impresión de que Pastor ha hecho la entrevista con el propósito de
tocarle los güevos a Mas.
Y no venía a cuento. Porque, al margen
de la postura personal que la entrevistadora y cualquiera de los televidentes
pueda tener ante el llamado proceso soberanista, no cabe duda de que es un asunto
de la máxima importancia para todos; y, por eso, a todos nos interesaba lo que
dijese el entrevistado como cabeza visible de tal proceso. Es decir, nos
interesaba escuchar sus argumentos y razones, porque son los argumentos y
razones que respaldan, aparentemente, una parte muy importante de la sociedad
catalana. Pero no nos interesaba presenciar un combate dialéctico en el que el
único propósito de uno de los contendientes (la entrevistadora) fuera dejar KO
o, al menos, vencer a los puntos al otro (el president).
Desde luego, si ese era el propósito
de Ana Pastor, le ha salido el tiro por la culata, porque Artur Mas, a mi
entender, ha salido más que airoso de la entrevista. El president, además de explicarse muy bien, se ha mostrado sólido en sus argumentos
y decidido en sus propósitos, que, por otra parte, espero que no se hagan realidad,
porque como ya he dicho alguna vez, no me gustaría que Catalunya se separase de
España.
Lo malo es que con este tipo de
entrevistas, al igual que con mucho de lo que sobre el asunto catalán se dice en buena
parte de los medios de comunicación de Madrid, sobre todo en los que se hace
mayor alarde de patriotismo español, lo único que se consigue es captar adeptos
en Catalunya para el independentismo. Y como consigan que haya una amplia
mayoría no habrá quien pare la secesión.
¡A ver si te enteras, Ana!
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