Muchas veces o, mejor dicho, casi
siempre que alguien pronuncia una frase en que “la gente” es el sujeto utiliza
el correspondiente verbo en tercera persona. Así, es muy frecuente oír “la
gente es...”, “la gente dice...”, “la gente está...”, “la gente quiere...”, “la
gente vota...” y así frases con cualquier verbo, dependiendo de lo que se esté
hablando.
Dicho de este modo, hay que entender
que quien así se expresa se refiere a “la gente” como un colectivo del que no
forma parte o, lo que es igual, que no se considera “gente”. O sea, que no es
persona, digo yo, porque es obvio que en tal sustantivo colectivo estamos
incluidos todos los humanos, salvo que se delimite el alcance con alguna
especificación como, por ejemplo, “esa gente”, “la gente del fútbol”, “la gente
que había, “la gente de tu pueblo”, etc.
Pero si no se especifica la limitación,
parece obvio que el hablante debería incluirse en el colectivo al que se
refiere y, por tanto, debería utilizar el verbo en primera persona; o sea, debería
decir (utilizando los ejemplos del primer párrafo) “la gente somos...”, ”la
gente estamos...”, “la gente queremos...”, “la gente votamos...”, etc. Y, por
tanto, si no lo hace es porque, aunque no lo diga, quiere excluirse de lo que
atribuye a la gente. Esto suele ser frecuente en los medios de comunicación
cuando los comentaristas de la actualidad critican aspectos negativos o malas
prácticas en los comportamientos o actitudes de lo que ellos denominan gente, o
sea, de los demás; ellos, los comentaristas, se excluyen... ¡qué ricos!
Ya sé que esto no es muy importante;
digamos que es consecuencia de una forma de hablar. Vale. Pero a mí me molesta,
porque en las exclusiones que comento subyace la arrogancia del que se atreve a
criticar de forma general a los demás desde un pretendido —y generalmente
inmerecido— pedestal o posición de autoatribuida superioridad intelectual. Y
eso me jode, porque, ya digo, en la mayoría de los casos, por no decir en
todos, los que así hablan no son, precisamente, de los más competentes en el
asunto que se esté tratando. Por el contrario, suelen ser los más capullos.
Así que habría que decir a esos
comentaristas que cuando mencionen a la gente tienen dos opciones: o concretan
el colectivo al que se refieren con algún determinante, adjetivo o especificador
gramatical que precise a quiénes o a qué gente se está refiriendo, o, si se
refiere a toda la gente (incluido quien habla), deben utilizar el verbo en
primera persona y en plural.
Ahora bien, si así lo hace nos
encontraremos con una ¿anormalidad? gramatical: tendríamos frases en las que el
sujeto y el verbo no concuerdan en el número gramatical; es decir, el sujeto
(la gente) estaría en singular, y el verbo en plural. Y esto es una ¿anormalidad?
de nuestro idioma, en el que, como norma o práctica general, está establecido que el sujeto y
el verbo concuerden en número (gramatical).
En realidad no es un problema grave
porque, en muchos casos, las reglas y normas lingüísticas o gramaticales no son
muy rígidas; eso queda para los números y las matemáticas. En esto de las
palabras, en muchas de las ocasiones la intención del hablante determina la
sintaxis, obviando, si es necesario, las reglas o normas generales. Además, no hay que
olvidar que los hablantes tenemos derecho a manejar el idioma como más nos
guste, como sepamos o como queramos, que para eso nos pertenece... eso sí, en régimen de copropiedad.
La
verdad, no sé si es porque todos caemos en lo que he criticado —o sea, que yo
también habré dicho alguna vez "¡la gente es la hostia!" o algo similar— o
porque no es muy frecuente utilizar el verbo en plural con el sustantivo del que hablo, el
hecho es que, ahora que lo pienso, me suena raro decir “la gente somos...”, “la
gente votamos...”, “la gente queremos...”, etc. Yo creo que gramaticalmente
está bien, pero, para asegurarme, igual lo consulto en el Foro Cervantes, donde
hay gente que sabe mucho de estas cosas de nuestro idioma.
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