11 oct 2018

ZOUGAM. 11-M


En 2007, la Audiencia Nacional condenó al marroquí Jamal Zougam, como autor material del atentado del 11 de marzo de 2004, a una pena de 42.917 años de prisión; en 2008 el Tribunal Supremo ratificó la condena. 

Esta mañana he leído la noticia de que los familiares de Zougam, que siguen proclamando la inocencia de su familiar —como el condenado lo hizo en el juicio—, parece que siguen intentado que se revise judicialmente el caso. Por eso, en 2016 contrataron los servicios de un abogado (al que la familia adelantó cierta cantidad de dinero) para que presentara un recurso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Precisamente, la noticia que he leído es consecuencia de la denuncia presentada por la familia porque el abogado contratado no les informa sobre lo que ha hecho y, según dicen, no pueden contactar con él. La noticia la ha publicado el diario digital EL ESPAÑOL, que creo que dirige el inefable Pedro J. Ramírez, que se destacó en su día por cuestionar la versión oficial sobre los hechos y responsables del 11-M. La noticia se puede leer aquí 

¿Y por qué me he puesto a escribir esto?, se preguntará el lector. La respuesta es fácil: porque desde el principio me pareció que Zougam no hizo lo que le imputaron y por lo que fue condenado; o sea, porque cundo le vi en la tele declarar en el juicio me pareció que decía la verdad y, por tanto, me pareció inocente. Y la noticia que he leído hoy me ha hecho revivir la desagradable sensación de que la Justicia se había equivocado, que tuve cuando conocí la sentencia. Zougam podría pasar en la cárcel 40 años, o sea desde sus 40 y pocos hasta más de los 80. Es muy fuerte (en caso de que realmente fuera inocente). 

Soy consciente de que, aparentemente, su condena fue el resultado de un juicio teóricamente justo y con todas las garantías, y que lo que yo piense o crea no es más que eso: una opinión subjetiva, sin base legal o jurídica y sin que disponga de ningún conocimiento sobre el caso, aparte de los que pudieron proporcionar los medios de comunicación. Pero, bueno, uno tiene también derecho a opinar, sobre todo cuando lo hace sin estar condicionado por influencias ni por motivaciones que pudieran afectar a su análisis, como es el caso. Porque, aunque se vertieron y aún siguen vertiéndose muchas teorías que contradicen la versión oficial de aquellos hechos, nunca las he dado crédito porque me parecían contaminadas por intereses políticos, digamos, revanchistas. No hay que olvidar que tres días después del atentado hubo unas elecciones en las que se produjo un cambio de gobierno (ganó ZP), y muchos achacaron tal cambio a cómo se habían contado las cosas del atentado.  

Y volviendo a Zougam, cuando durante el juicio le vi por la tele en su alegato final (y en alguna de sus anteriores intervenciones) declararse inocente aduciendo que a la hora de los hechos estaba en su casa durmiendo (una simplista coartada para alguien que pudiera estar involucrado en tan terrible atentado), a mi me pareció que era sincero; o sea, que decía la verdad. Pero el tribunal no le creyó. Luego surgieron confusas o controvertidas noticias sobre algunos testigos (en concreto, sobre dos rumanas) que le situaban en uno de los trenes, y que pudieron influir en la sentencia; pero, como digo, resultaron confusas por lo que no afectaron a la opinión a que llegué durante el juicio. También debo dejar claro que mi opinión no estuvo ni está condicionada por la gran cantidad de informaciones que, desde los medios, trataron de construir diversas teorías sobre la autoría del atentado: desde ETA a variados agentes políticos pasando por el Estado de Marruecos. A ninguna le hice caso porque me parecieron insidiosas y, como ya he dicho, contaminadas por intereses políticos. 

Reitero, pues, que mi opinión se basó, exclusivamente, en lo que percibí en las declaraciones de Zougam en el juicio. O sea, en lo que dijo, en cómo lo dijo, en su mirada, en sus gestos, en su expresión... es decir, en lo que transmitió o, al menos, yo percibí. Tengo ya muchos años y creo que he aprendido a conocer a los hombres (a las mujeres, mucho menos), aunque siempre se está expuesto al error.  

En cualquier caso, no he podido resistirme a contar que mi relativo convencimiento (no puedo estar seguro) de que Jamal Zougam fue víctima de una sentencia injusta se ha avivado hoy al leer la noticia de la que he hablado al principio.


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