Hace ya mucho hablé aquí de lo que me gustaba
Ada
Colau; hace poco, escribí en el mismo sentido sobre Inés Arrimadas. Ahora quiero hacerlo sobre otra mujer joven
de la política que me agradó desde que la vi la primera vez en la tele. Me
refiero a Rita Maestre, que, entre
otras cosas, actualmente es la portavoz del gobierno municipal de Madrid. (Dicho
de pasada, curiosamente y con mucho agrado debo decir que siempre que he visto a las tres
en la tele me ha parecido que no usan maquillaje, ni se pintan los ojos y esas cosas; será porque las guapas no lo necesitan, digo yo).
Volviendo a Rita, no sé si sigue en Podemos, porque oí que hace poco tuvo algún
problema con la cúpula de ese partido a cuenta de las candidaturas para las
próximas
elecciones municipales. Pero es igual; para lo que ahora me ocupa me da lo mismo que esté o no esté en Podemos. Porque ahora solo quiero dejar claro lo bien que me cae esta joven mujer de la que solo conozco su imagen pública, es decir, lo que vemos, leemos u oímos en los medios de comunicación. Así, leí hace tiempo que «salía» con Íñigo Errejón (que también me caía —y me cae— muy bien); también me enteré de que Rita Maestre protagonizó una protesta en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid —donde estudió Ciencias Políticas— al irrumpir en ella con el torso al descubierto, por lo que fue denunciada, condenada en primera instancia y absuelta finalmente tras el correspondiente recurso.
elecciones municipales. Pero es igual; para lo que ahora me ocupa me da lo mismo que esté o no esté en Podemos. Porque ahora solo quiero dejar claro lo bien que me cae esta joven mujer de la que solo conozco su imagen pública, es decir, lo que vemos, leemos u oímos en los medios de comunicación. Así, leí hace tiempo que «salía» con Íñigo Errejón (que también me caía —y me cae— muy bien); también me enteré de que Rita Maestre protagonizó una protesta en la capilla de la Universidad Complutense de Madrid —donde estudió Ciencias Políticas— al irrumpir en ella con el torso al descubierto, por lo que fue denunciada, condenada en primera instancia y absuelta finalmente tras el correspondiente recurso.
Luego la he visto repetidamente en la tele por su función
como portavoz en el Ayuntamiento de Madrid; siempre la he escuchado argumentos razonables
y sólidos.
Precisamente hoy la he visto en una rueda de prensa hablando de la
condena que el Tribunal de Cuentas ha impuesto a la que fue alcaldesa de
Madrid, Ana Botella, y a siete de
sus entonces colaboradores en el ayuntamiento, por su fechoría —más que presunta— cuando, en el
ejercicio de su función pública, en 2013 propiciaron la venta de 1860 viviendas
municipales protegidas a un «fondo buitre», a un precio muy bajo, lo que
produjo, además de importantísimos problemas a los inquilinos de los pisos
—entre otras cosas, por el incremento que, parece ser, desde entonces han
sufrido sus rentas que han provocado algunos desahucios—, un quebranto económico al Ayuntamiento de ¡más de 26
millones de euros!; importe que, según la sentencia, tendrán que afrontar la
exalcaldesa y resto de condenados.

Pero, aparte del hecho noticiable, al ver a Rita Maestre en
la tele y comparar su comparecencia ante la prensa con las imágenes
retrospectivas que han intercalado de Ana Botella comentando la operación
(venta de los 1860 pisos al «fondo
buitre») cuando era alcaldesa de Madrid, me ha hecho pensar en la gran
diferencia —realmente , abismal— que hay
entre estas dos políticas.
Por un lado, Rita Maestre (unos 30 años), en su momento activista en el movimiento estudiantil y en
el 15M. Con un discurso serio, aparentemente sincero, bien construido (su
fluidez verbal es admirable), representa la acción política en favor de los
menos favorecidos de la sociedad. Sin concesiones a los poderosos. Me parece
que hoy en día encarna la esperanzadora sensación que nos ofreció Podemos en sus comienzos, que luego
Pablo (Pablito, Pablete) Iglesias y algunos otros de sus compis no han sabido mantener, por su histrionismo, actitud y comportamiento, en mi opinión, muy poco
útiles —Pablete parece que se ha convertido en «casta»— para la causa política que muchos creímos, esperanzadoramente, que
aportaría Podemos a la izquierda de la política de España.
Por otro, Ana Botella (55 años), de «buena familia», esposa
del que fue presidente de gobierno José María Aznar. Perteneció a los partidos
de la derecha española desde muy joven: primero (ya en 1978) en Alianza Popular
y más tarde en el PP, en el que formó parte de sus órganos directivos. O sea, una
«pata negra» de la derecha política española, por lo que en su gestión política
no es de extrañar que haya tratado con cariño al «capital» (como parece que
hizo en el caso por el que la han condenado ahora). Su verbo no es demasiado
florido; lo que más recordamos de sus discursos es su «… a relaxing cup of café
con leche in Plaza Mayor…» que dijo en la presentación de
la candidatura de Madrid para la Olimpiada de 2020 (que no se consiguió). En mi
opinión, encarna la más rancia derecha.
O sea, ambas, cada
una por su lado, representan lo que podríamos considerar los dos polos opuestos de la
política en España: la izquierda rupturista y la derecha bien instalada y
aprovechona.
Llegado hasta aquí,
el lector no se extrañará si reitero lo que he dicho al principio: Rita me cae
estupendamente y espero que su trayectoria pública siga en la línea ascendente
que ha iniciado. Creo que vale mucho, por lo que deseo que tras las próximas
municipales de Madrid siga desempeñando funciones de relevancia en el
Ayuntamiento… y, después, el salto a la política nacional (Pablito, ándate con
ojo, que esta pisa fuerte). De la Botella… qué voy a decir…
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