Lo del
coronavirus es desde hace ya un par de meses —y sobre todo desde que el 14 de
marzo se decretó el estado de alarma— el tema casi exclusivo de todos los
medios de comunicación; es normal, porque el asunto es de extrema gravedad. Por
eso no me atrevía a decir nada aquí; pero he cambiado de opinión y he tenido
una charla con mi habitual interlocutor, Listo.
Listo: La
cosa no está para frivolidades, Julio. Y me da en la nariz que quieres soltar
alguna. ¿No, Julio?
Julio: No te alarmes, Listo. Lo que está
pasando es muy serio y el horno no está para bollos. ¿O es que me consideras
como esos imbéciles a los que les gusta hacer chistes —la mayoría, penosos— o
montar infumables vídeos, que luego divulgan por las RRSS?
L: Es que no me fío de ti. A ver, ¿qué quieres contar?
J: Lo primero y para situarnos, permíteme que
mencione la locución «las dos Españas», que supongo que habrás escuchado más de
una vez, tanto en conversaciones informales en el bar como en comentarios
políticos en los medios de comunicación.
L: Pues
sí. Se suele utilizar para dar a entender la gran diferencia de
posicionamientos políticos entre las derechas y las izquierdas en nuestro país.
Yo creo que esa percepción proviene de la guerra civil o, incluso, de antes.
J: Efectivamente, Listo. Y por eso casi todos
tenemos interiorizado que el antagonismo entre la derecha y la izquierda en España no
tiene remedio, por lo que resulta poco menos que imposible que haya
entendimiento o colaboración entre ambas posiciones para resolver los más
graves problemas de Estado que se pueden haber planteado o se puedan plantear, que, en una situación ideal, requerirían la colaboración de
todas las fuerzas políticas —aunque fueran de ideologías opuestas— o, al menos,
de las más importantes.
L: Pero
esto, supongo, también ocurrirá en otros países de nuestro entorno; así es la
política, Julio.
J: No creo que ni sea ni que deba ser así.
Por eso, siempre que he intervenido en alguna conversación o discusión sobre
estas cosas he dicho lo mismo: para resolver este indeseable antagonismo, España necesitaría verse en una guerra
contra un enemigo exterior.
L: ¡Jo,
Julio! Ya has soltado tu ocurrencia. O sea, para mejorar el clima político
interior, deberíamos declarar la guerra, por ejemplo, a Portugal, Francia o
Marruecos, que son los que tenemos más a mano. Si digo yo… El confinamiento te
está afectando las neuronas.
J: No, hombre, no. Es obvio que esa
«solución» sería mucho más grave que el problema. Pero fíjate: refiriéndome a
los países de Europa, sobre todo, a los que, por lo que sabemos, hacen gala de un patriotismo generalizado y común en sus ciudadanos y, por tanto, en las
diversas fuerzas políticas que los representan, se ha dado el hecho de que en su historia reciente, especialmente en el siglo XX, han sufrido invasiones bélicas y, en consecuencia, estos
países —todos sus ciudadanos— han tenido que guerrear contra los países
invasores. Las dos guerras europeas (1914 y 1940) han sido un claro ejemplo de
lo que digo.
L: Aquí
también hubo una guerra en el siglo pasado.
J. Si, pero fue civil. O sea, de unos
españoles contra otros. Es decir, las dos Españas combatieron entre sí. Y
después hubo una dictadura o posguerra de 40 años en la que las heridas se
mantuvieron sangrantes. Dicho de otro modo, el odio generado en la guerra civil se mantuvo —por no decir, se
incrementó— entre los dos bandos a lo largo de la dictadura. Y, aunque en 1978
hubo un pacto que, desde entonces, nos ha permitido convivir civilizadamente, las
heridas y los odios aún permanecen; en muchos casos se han transmitido generacionalmente, y parece que algunos están empeñados en esta tarea.
L: Pero
en todos los países se da el antagonismo izquierda-derecha; no es exclusivo de
España.
J: Pero en otros países —especialmente los de nuestro entorno— con connotaciones casi exclusivamente
de tipo socioeconómico. O sea, sin entrar en pormenores, por un lado, están los poderosos (el
capital y la burguesía), y, por otro, los económicamente más débiles (los trabajadores). Pero, si las circunstancias obligan, se unen o, al menos, se entienden; en general, todos, los unos y los otros, veneran su bandera y su himno, y, según creo, el
patriotismo no es exclusivo de ninguno de los dos bloques.
Aquí, en España, no pasa eso; la evidencia está en que no tenemos ni letra en el himno. Aquí está muy presente lo de «las dos Españas». Y eso afecta negativamente a nuestra convivencia, y se evidencia cuando surgen problemas de gran importancia como es el que padecemos ahora.
Aquí, en España, no pasa eso; la evidencia está en que no tenemos ni letra en el himno. Aquí está muy presente lo de «las dos Españas». Y eso afecta negativamente a nuestra convivencia, y se evidencia cuando surgen problemas de gran importancia como es el que padecemos ahora.
L: O
sea, quieres decir que no tenemos remedio.
J: Pues sí, más o menos. Pero recientemente ha surgido una nueva, imprevista y terrible
circunstancia que podía haber remediado el problema o, al menos,
contribuido al inicio de su solución. Me refiero al maldito coronavirus.
L: Ah, entiendo.
Te refieres al coronavirus «invasor», ¿no?
J: Pues sí. Creo que su «invasión» podía
haber sido el desencadenante para acabar con la polarización que han
representado «las dos Españas». Porque, para combatir al «invasor», lo lógico es que hubiera habido unión. Y mira que ha habido posicionamientos que
hacían abrigar la esperanza de que fuera así: el presidente del Gobierno, en
sus comparecencias, repitiendo las referencias a la «guerra» contra el virus; los
ciudadanos, todos o casi, cumpliendo, desde el principio, con el confinamiento;
los aplausos a todos los sanitarios; unidades del ejército ayudando, como nunca
las habíamos visto, a todos los ciudadanos (limpiezas, desinfecciones, etc.);
las fuerzas de seguridad, policías locales, bomberos, y otros servicios,
alabados por todos. En fin, daba la impresión de que todo el país, por primera
vez, acometía un objetivo común. Pero nuestros políticos —todos—
lo han jodido; no han dado la talla; o sea, han desaprovechado la oportunidad.
L: Bueno,
unos más que otros. Porque por lo que estoy viendo en los vídeos y comentarios
que recibo por WhatsApp, el Gobierno lo está haciendo fatal; miente, se
equivoca, lo engañan cuando hace compras, no atiende a los requerimientos de
material que le hacen los hospitales, no informa, etc., y un sinfín de fallos de
todo tipo que le imputan…
J: Sí,
también que está «aplicando la eutanasia» en las residencias de mayores, como
dijo recientemente una impresentable (por no emplear otro calificativo mucho
más duro) diputada de Vox. No te creas todas estas cosas, Listo. Lo que recibes
es la consecuencia de que una de las dos Españas (la de derechas), encabronada porque la otra
está en el poder y, más aún, porque lo comparte con el rojazo Iglesias, anda
despotricando con falaces argumentos, bulos y mentiras para tratar de
posicionar la opinión pública a su favor o, al menos, para mantener beligerantes
a los incondicionales de «su España». Para mí, todo ese tráfico por las RRSS me
parece de puta pena.
L:
¿Tengo que entender que eres de los que cree que Sánchez ha hecho o esta
haciendo bien las cosas?
J. No, no he dicho eso. Al contrario, creo
que el Gobierno no lo está haciendo bien; porque, además de cometer errores en
la gestión de los aspectos sanitarios de la pandemia —lo cual podría ser
disculpable ante una situación inédita y supercomplicada como la que le ha
tocado afrontar—, creo que Sánchez ha
cometido graves errores políticos, por los que, en su momento, deberá
rendir cuentas. En mi opinión, cuando las aguas se tranquilicen, en el PSOE deberían cuestionar seriamente su
continuidad como líder. Pero, que te quede claro, Listo, no por lo que le
achacan desde la derecha; en su gran mayoría, mentiras y patrañas. Para mí, su gran pecado como jefe del Gobierno ha sido su incapacidad para
haber formado un frente común ante el
«invasor», con la participación también de la derecha
política.
L:
Deduzco que exoneras a Casado de toda culpa en la falta de entendimiento con el
Gobierno, ¿no?
J: Ni mucho menos; al revés. También el líder
del PP, Pablo Casado, lo está haciendo fatal. Desaprovechó la ocasión de la que
hablé en LO TIENES A HUEVO,
PABLO
, y desde entonces no ha hecho otra cosa que el tonto, en una permanente actitud de absurda beligerancia,
tratando, en clara competición con Vox, de atacar y descalificar a Sánchez a base de
ridículas críticas, en un momento de máxima gravedad como el que estamos
viviendo, en el que se requería que la oposición mostrara un talante colaborador. Es decir, tampoco ha sabido aprovechar la pandemia para romper el
pernicioso atavismo de «las dos Españas». La
derecha debería buscar otro líder cuanto antes.
L: Y
qué tienes que decir de los demás líderes.
J: De los demás no digo nada porque no viene
al caso. O están muy condicionados por la ideología que representan (caso de
Vox) o su relativo poco peso les impide ser decisivos o determinantes. O sea,
no cuentan o cuentan poco para acabar con el secular problema de «las dos Españas».
L: No
te mojas sobre Pablo Iglesias, ¿eh, Julio?
J: A Iglesias, aunque ya sabes que de un tiempo
a esta parte no me está cayendo nada bien, especialmente desde que «nombró» ministra
a su mujer —de lo que ya hablé en LA PAREJITA—,
no tengo que reprocharle nada. A mi entender, ha hecho lo que debía hacer como
líder de su formación política; formación que, no olvidemos, tiene tanto
derecho como las demás a participar en el Gobierno si los votos y las circunstancias
le son favorables, como le fueron tras las últimas elecciones.
Y últimamente, en relación con algunas
propuestas económicas que se le atribuyen, ha hecho lo que, en mi opinión, le
corresponde como líder de una formación política que, lógicamente, debe atender
al sector social más desfavorecido (en términos económicos).
L: O
sea, los culpables-responsables de no haber aprovechado la «guerra contra el
invasor», y de que, en consecuencia, no se haya puesto remedio al problema de «las
dos Españas» son, para ti, Sánchez y Casado. ¿Te he entendido bien?
J: Bueno… Y también el memo de ALBERT
RIVERA , del que no merece la pena hablar; ya pasó a «mejor vida».
Julio,siempre es un placer leer tus entradas,ingeniosas y plenas de acertados análisis.Debo decirte además que eres una persona muy generosa.A Sanchez,un partido con la experiencia y tradición del PSOE le debería haber puesto de patitas en la calle en el minuto uno de esta crisis(un día de estos prometo escribir un detalle de los aspectos mal gestionados de esta pandemia y no me refiero a la imprevisión de estos hechos).Recordarte que este personaje es el dirigente español(después de Franco)con más conciudadanos muertos a sus espaldas.Y para completar la estadística,decirte que Franco fue el segundo en Europa,después de Stalin.Hago hincapié en el término de "conciudadanos"(no ciudadanos).
ResponderEliminarJavier, aunque te agradezco el comentario (sobre todo la primera oración), no puedo, en absoluto, estar de acuerdo con lo que dices. Achacar a Sánchez las muertes en España por la pandemia me parece, diciéndolo suave, un despropósito. Y qué decir de incluirle en una lista de los mayores causantes de muertes en Europa encabezada por Stalin y Franco. Por cierto, no incluyes en la lista a Hitler ¿? Lo de conciudadanos/ciudadanos no le he entendido. Cuando tengas el escrito que anuncias, me lo envías, porfa.
EliminarJulio,el encontrarnos en medio de esta fase 2 de la crisis me ha llevado a releer tus sabios análisis de las 2 Españas,que comparto plenamente.No obstante me ratifico en que la falta de liderazgo y habilidad de los políticos elegidos por el sistema democrático son los únicos responsables de las muertes registradas.En la primera fase es Sanchez quien toma el mando único y por lo tanto es el 2° dirigente español que más conciudadanos muertos a sus espaldas.
EliminarLo de Hitler(por cierto también elegido democraticamente) creo que te lo aclaré de palabra,el era austriaco y por ello se libra de entrar en este macabro ranking.
Sigo pendiente de finalizar el inventario de los innumerables errores cometidos por Sanchez,pero necesito ver el desenlace del pulso politico que mantiene con el PP en el escenario madrileño (la salud de los españoles en el fondo le importa un comino) tratando de lavar su imagen de culpabilidad en la pésima gestión de esta crisis.