Esta es la cuarta entrega de la ficción sobre la vida de Lisa Simpson ya adulta. Contiene los capítulos IV y V. Si te interesa la historia, conviene que empieces a leerla por el principio, o sea, por aquí.
CAPÍTULO
IV – Readaptación sexual
Retomamos el relato de la
vida de Lisa, ya en la treintena, en la capital, trabajando en el humilde pero
activo despacho de abogados defensores de causas de personas humildes, y compartiendo
el apartamento con Laura y Estefany. Lo habíamos dejado tras el apasionado
encuentro sexual con Laura.
Aquella primera experiencia
lésbica, a la que siguieron no pocas más del mismo estilo con Laura,
descolocaron a Lisa, o sea, la afectaron síquicamente. Ella no se consideraba
lesbiana porque nunca había sentido atracción por las mujeres. Por eso, se
preguntaba continuamente «¿Qué me pasa?». Y no sabía responderse. Pero se
propuso aclararlo. Para ello, pensó en Grace, su excompañera de su primer
trabajo en el otro despacho de abogados, con la que, de vez en cuando,
continuaba viéndose para ir al cine o a tomar algo a los bares del centro. Sin
entrar en detalles, le contó lo que le pasaba y le pidió consejo. «Tú, Lisa, lo
que necesitas es que te metan una buena polla, y ya verás cómo se disipan tus
dudas y te enteras de lo que de verdad te gusta», le dijo Grace sin muchas
contemplaciones.
Lisa puso en práctica el
consejo recibido. En su círculo de amigos había buenos mozos (incluido su
compañero de despacho, Jimmy), a los que Lisa, aunque los miraba con buenos
ojos, hasta entonces, no había hecho mucho caso. El recuerdo de Milhouse la
había frenado en más de una ocasión. Pero, despojándose de aquel desagradable
recuerdo y dotándose de anticonceptivos, Lisa inició un gradual proceso de
afirmación de su heterosexualidad. Tuvo bastantes experiencias, unas buenas y
otras no tanto, pero en todas llevó con mucho acierto y autoridad las riendas
de aquellas relaciones en las que el sexo era el único móvil; en ninguna hubo
amor y todas duraron poco. Curiosamente, en estas experiencias no participó
Jimmy. Al principio de este proceso y simultáneamente, mantuvo también la
relación con Laura, pero a medida que se incrementaba su disfrute con hombres,
decayó su interés por ella. Al cabo de cinco o seis meses y tras una tormentosa
discusión, Lisa cortó definitivamente su relación con Laura; esta lo asimiló
muy mal, hasta tal punto que se mudó a otra vivienda. Lisa y Estefany, la gorda,
se quedaron solas en el apartamento.
Hasta 2030 Lisa y Estefany
convivieron. Estefany era muy buena persona, también muy prudente y discreta,
por eso nunca se atrevió a criticar a Lisa por su agitada vida personal. Porque
Lisa, una vez que empezó, no paró. «Qué razón tenías», le solía decir a Grace
cuando se veían y, sin ningún recato, Lisa le ponía al corriente de sus
aventuras con hombres. «Son unos capullos», le decía Lisa, «Solo piensan en
meterla, y la mayoría lo hace de puta pena. Aunque reconozco que me gusta
follar, a veces me dan ganas de hostiarlos». «¡Joder, tía!, cómo has cambiado»,
o algo parecido solía contestar Grace, que, realmente, estaba impresionada por
el cambio que veía en Lisa.
Lisa había comenzado a fumar
2 o 3 años antes, por sus 28; también, al mismo tiempo, comenzó a sentir cierto
gusto por las bebidas alcohólicas, aunque nunca bebió en exceso. Por otra parte,
tras dejarlo con Laura, comenzó a escribir algo parecido a un diario, en el
que, con bastante detalle, dejaba constancia de sus aventuras con hombres. Profesionalmente
se sentía feliz. La convivencia con Jimmy era estupenda y Lisa gozaba
ayudando en las causas de los humildes. Realmente, sentía gran placer
al ganar los pleitos a las importantes compañías inmobiliarias en los
casos de desahucios indebidos; también si conseguía buenas indemnizaciones por
despidos improcedentes. Vencer a los poderosos la complacía extremadamente. Por
eso, cada triunfo en los tribunales suponía una celebración, generalmente
compartida con Jimmy; aunque los casos los gestionaban conjuntamente, ella
solía ser la que protagonizaba los juicios frente al juez y al jurado. «Lisa,
enterneces al juez y derrites al jurado; eres una campeona» o algo parecido solía
decirle Jimmy en cada celebración.
CAPÍTULO
V – Jimmy
Lisa tomaba buena nota de
los halagos de Jimmy en las celebraciones, hasta tal punto que todos quedaban
luego reflejados en su diario. Una noche, en su habitación, tras escribir en el
diario lo que le había dicho Jimmy en la celebración que, con otros amigos,
habían tenido por la tarde, se quedó pensativa, preguntándose cómo no había
tenido ninguna aventurilla con su compañero laboral. En su reflexión, cayó en
la cuenta de que sabía muy poco sobre él aunque, por el trabajo, pasaban juntos
buena parte del día y mantenían una excelente relación personal, ya convertida
en verdadero aprecio mutuo. «Le tendré que tirar los tejos», se dijo una
sonriente Lisa dispuesta a incorporar a Jimmy a su lista de amantes
circunstanciales.
Así que, sin demora, al día
siguiente Lisa inició el proceso de seducción o conquista a su compañero. «Sin
necesidad de esforzarme, te aseguro que en un par de semanas me lo tiro», le
dijo a Grace cuando le contó sus intenciones. Y comenzaron las insinuaciones,
roces, miradas, sonrisas, conversaciones picantes, y hasta provocaciones, para
conseguir que Jimmy respondiera como esperaba: con la respuesta viril que se
supone cuando la propuesta es tan evidente y clara. Pero no. Jimmy, que
obviamente recibía los mensajes seductores de Lisa, respondía con francas
sonrisas y comentarios corteses pero esquivos, como si le divirtiera la
novedosa actitud de Lisa hacia él. «Yo creo que se cachondea de mí», le decía a
Grace cuando le ponía al corriente del proceso.
A los dos meses de haber
iniciado el «asedio», ya casi convertido en «acoso», durante los cuales, en el
contexto de su estrategia, Lisa había intensificado los momentos compartidos
con Jimmy, sobre todo fuera del despacho, por lo que en sus conversaciones había
profundizado en el conocimiento de la personalidad de su compañero, notó que
empezó a verlo con otros ojos; mejor dicho, notó que empezó a sentir por él algo
nuevo, desconocido hasta entonces para ella. «A ver si te estás enamorando,
tía», le dijo Grace con tono preocupado. «Pues igual sí», contestó Lisa, con
aire abstraído y con la mirada perdida en el paisaje urbano que había al otro
lado del ventanal de la cafetería en que estaban tomando sendos daiquiris (esta
bebida se había puesto de moda entre las mujeres de las zonas urbanas del Este
de USA a raíz de que apareciera en una película como favorita de su popular y
afamada protagonista).
Lisa, que ya tenía 31 años,
empezó a considerar la posibilidad de que Jimmy, unos cinco años mayor que
ella, pudiera ser su objetivo para algo más consistente que un esporádico
escarceo sexual, o sea, pensó en la posibilidad de ser su novia «formal». «¿Por
qué no, quién mejor? Además me gusta mogollón», se dijo resueltamente. Lo que
no sabía es que estaba a punto de recibir el segundo gran golpe proveniente de
un hombre. «Soy gay, Lisa querida», le confesó un sonriente Jimmy cuando ella,
nerviosa y atropelladamente, le propuso relaciones.
Aquella confesión le produjo
el efecto de un puñetazo en la boca del estómago. Fue un dolor irresistible que
le hizo salir corriendo del bonito bar en que estaban. Corrió y lloró. Aunque
impulsada por la frustración de un amor no correspondido, lo que más le afectó fue sentir la humillación de
verse rechazada por ¡un hombre! «Otro hijoputa..., ¡como Milhouse!», se dijo en su
desesperación.
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