Esta
es la tercera entrega de la ficción sobre la vida de Lisa Simpson ya adulta. Si
te interesa la historia, conviene que empieces a leerla por el principio, o
sea, por aquí.
CAPITULO
III – Relación con la familia
Con el paso de los años, en
Lisa se fue produciendo un cambio en la percepción de los miembros de su
familia, si bien esto no impidió que se mantuviera su amor por todos ellos.
Pero sí influyó en que su desarrollado sentido crítico le hiciera ver realmente lo
positivo y negativo de las formas de ser de sus más allegados y de sus
comportamientos.
Desde luego, no cambió su
admiración reverencial por se madre, Marge, que continuó luciendo su
espectacular cabellera azul y su singular peinado. En los años en que estuvo en
la universidad, Lisa todas las semanas le llamaba al menos una vez para ponerla
al día de cómo le iban las cosas; ambas disfrutaban en estas conversaciones y
en más de una Lisa notó cómo se quebraba la voz de su madre por la emoción que
le producía el relato de las interesantes vivencias de su hija. Por precisar,
hay que decir que en estas conversaciones Lisa nunca mencionó a Milhouse y, por
supuesto, nunca le dijo nada sobre su aborto. Más tarde, durante el tiempo que
vivió en Springfield en casa de sus amigas gemelas, se veían con frecuencia, y
al menos un par de veces al mes quedaban para ir a hacer la compra en el centro
comercial o a tomarse un café. En estos encuentros ambas disfrutaban y Marge
aprovechaba para ponerle al día de las “cosas de casa”, en especial, de las
extravagancias de Homer (que cada vez eran más disparatadas). También a Marge
le gustaba informarle de cómo Maggie se iba convirtiendo en una preciosa y muy
inteligente jovencita; sobre Bart le contaba poco.
Lisa escuchaba con interés
lo que su madre le contaba, pero cuando Marge, con gesto apesadumbrado, se
lamentaba de las cosa de Homer, Lisa, algunas veces, no se reprimía y, en tono
grave y enérgico, le aconsejaba algo así como «No se lo debes permitir. Te
tienes que imponer, mamá, si no cualquier día este hombre va a hacer algo gordo
de lo que todos vamos a salir perjudicados. ¡Joder, que ya es hora de que le
entre la sensatez!» A lo que Marge siempre contestaba reprendiendo a Lisa: «Hija,
que malhablada te has vuelto; no está nada bien en una chica de tu clase». Con
lo que Lisa desistía de sus consejos o advertencias, diciéndose «No tienen
remedio».
Verdaderamente, Lisa digería
mal la sumisa actitud de resignación de su madre, que chocaba con el espíritu
reivindicativo de Lisa en favor de la emancipación femenina, que se acentuó
desde que en 2025 (a sus 25 años), al poco tiempo de llegar a la capital, Lisa
se incorporara a una asociación defensora de los derechos de la mujer —que había
sido muy activa a raíz de la llegada en 2016 de Trumph a la presidencia de USA—,
en la que destacó por su beligerancia y compromiso. Por eso, Lisa, a medida que
pasaba el tiempo, soportaba peor la actitud de subordinación de su madre con
respecto a su padre. Pero la fuerza del cariño se imponía al impulso de la
militancia, por lo que Lisa siempre se abstuvo de ser demasiado ácida en sus
críticas o reconvenciones; aunque ganas no le faltaban.
Por lo que le contaba su
madre y por lo que se enteraba por terceros —que solía ser lo peor, por lo que Marge
prefería omitirlo—, Lisa estaba al corriente de las andanzas de su padre. Al
principio, mientras estaba en la universidad, Lisa le llamaba por teléfono para
tratar de hacerle ver que su comportamiento hacía sufrir a Marge, instándole a
que fuera más sensato. Homer la dejaba hablar y la escuchaba pacientemente;
cuando Lisa acababa, solo se le ocurría decir algo parecido a «Lisa, no seas
tan dura con tu papá, que te quiere mucho, mucho, mucho…», cambiando
inmediatamente de tema para contarle alguna anécdota chusca o ridícula de sus
amigos Lenny y Carl, y, sobre todo, de lo malo que les pudiera haber ocurrido a
sus cuñadas Patty y Selma —de las que, si no tenía otra cosa que contar, decía
en tono despreciativo: «Y siguen fumando como carreteros... ¡puaf!»— , tras lo que
siempre concluía con la coletilla «… así que no te quejes de tu papá».
Con los años y a medida que
su formación intelectual crecía, en Lisa se fue afianzando el sentido común y,
como ya se ha dicho, un acertado sentido crítico. Esto le proporcionaba lucidez
para enjuiciar los actos de los demás, por lo que, a medida que pasaba el
tiempo, soportaba peor las insensateces de su padre, aunque, a la vez, iba
asumiendo que era incorregible; o sea, se iba resignando a la realidad de que
su padre no tenía remedio. Por eso, durante el tiempo que, tras la universidad,
vivió en Springfield, Lisa casi no coincidió con Homer; prefería no verlo. El
cariño y ternura que seguía sintiendo por él, era contrarrestado por el
afianzamiento de la evidencia de que su padre era, simplemente, un cretino
egoísta. «No lo aguanto», se decía cuando se enteraba de alguna de sus
estupideces. Por eso, consciente de que nada podía hacer para corregirlo y ante
el temor de que en algún encuentro pudiera mostrarse excesivamente crítica y
dura, hasta el punto de dañarle o de crear una situación violenta o incómoda
para ambos, prefirió tomar distancia de él.
Con Bart era diferente. Aunque,
por lo que percibía cuando estaba con él y por lo que le contaban, se daba
cuenta de que cada vez se parecía más a Homer (incluso en volumen), Lisa sentía
verdadero amor fraternal por su hermano que, indudablemente, era correspondido
por Bart con las creces de la admiración. Porque, aunque evitaba evidenciarlo,
Bart sentía gran admiración por su hermana, de lo que esta, sin duda, se
percataba y agradecía. Por eso, Lisa, durante el año que, tras la universidad,
vivió en Springfield, procuraba estar con Bart siempre que podía. Incluso, una
tarde estuvieron charlando de sus cosas en la casita del árbol (junto a la casa
de sus padres, pero sin que estos se enteraran): En aquella ocasión, entre
otras muchas cuitas y chascarrillos, se intercambiaron lo siguiente:
—Oye,
Lisa, ¿qué tal con el memo de Milhouse en la uni?
—De
ese hijoputa prefiero no hablar— Lo dijo con tal cara, que a Burt solo se le
ocurrió decir:
—¡Joder!,
tía; ni que te hubiera follado—.Lisa quedó un poco
desconcertada pero disimuló diciendo:
—¡Qué más hubiera querido ese capullo!—. Cambiando inmediatamente de conversación. Pero se quedó con la duda de si su hermano sabía algo.
—¡Qué más hubiera querido ese capullo!—. Cambiando inmediatamente de conversación. Pero se quedó con la duda de si su hermano sabía algo.
Respecto a la relación entre Lisa y
Maggie hay que decir que siempre resultó inmejorable. Estar alejada de su hermana pequeña en los
momentos de la adolescencia y primera juventud de Maggie fue lo que más lamentó Lisa por el hecho de ausentarse de la casa familiar (primero por la universidad y después por su
trabajo). Pero siempre mantuvieron un fraternal contacto, en el que Lisa
aprovechaba cualquier ocasión para dar cariñosos consejos a su hermana pequeña,
que esta correspondía evidenciando la admiración y cariño que sentía por Lisa.
Como se ve, Lisa siempre mantuvo,
aun desde la lejanía, muy buena relación con su familia, aunque muchas veces resultó
turbada por las preocupaciones conyugales que le transmitía
su madre, y, otras, por el desasosiego que le causaba el incorregible histrionismo de su padre.
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